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El trabajo que dignifica en las cárceles: Verdaderas fábricas en las unidades penitenciarias

En diversas reuniones con personal penitenciario el Arzobispo Víctor Fernández insistió en la dignidad del trabajo como factor de autoestima, de maduración, de reinserción y de esperanza para las personas que han cometido delitos. Esta preocupación está en la línea de la insistencia del Papa Francisco cuando dice que “no hay peor indignidad que aquella que priva de la dignidad del trabajo”.

Por esta razón quiso reunirse con el Ministro de Justicia, Julio Alak, para agradecerle una iniciativa propuesta por diversos sectores que se ha concretado en la Provincia.

Se trata de cuatro importantes fábricas en cárceles: en las unidades 1 de Olmos, 32 de Florencio Varela, 47 de San Martín, y en la 8 de mujeres de Los Hornos. Allí trabajarán 450 internas e internos capacitados en carpintería y técnica textil.

Son cuatro polos de producción en serie que pasan de la formación al trabajo efectivo, y suman más de 4.200 metros cuadrados. Se trata del primer proyecto industrial a gran escala de América Latina, con tecnología de última generación.

El Arzobispo quiso destacar este aspecto, porque no se trata de talleres pequeños y precarios, sino de auténticas fábricas, con producción de calidad, apta para su comercialización en los circuitos de venta al público y para proveer las necesidades de otros planes nacionales, como la fabricación de cunas para familias vulnerables y el plan de los 1000 días. Por ello intervinieron el Ministerio de Producción, Ciencia e innovación tecnológica y la Comisión de Investigaciones científicas, que diseñaron la línea productiva y certificaron los procesos de elaboración y el control de calidad final.

Como gesto de agradecimiento ante la concreción de este valioso proyecto, este martes 1° de noviembre, el Arzobispo se acercó a la Unidad 1 de Olmos para bendecir las instalaciones, dar aliento y orar por quienes trabajarán en este emprendimiento.

En sus palabras, insistió en la inmensa dignidad que tiene cada privado de libertad por el hecho de ser humano, “ya que la dignidad humana no se pierde por los errores cometidos. Por eso mismo ellos tienen derecho a la posibilidad de trabajar, de desarrollar sus capacidades y ofrecerle algo a este mundo. Dios, que ama infinitamente a cada ser humano, espera que cada uno de sus hijos crezca, se desarrolle, se levante de sus caídas y se sienta fecundo en la sociedad. Por eso, el trabajo de los presos se convierte en una alabanza
a Dios”.

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