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Una multitud veneró el corazón del Padre Pío, en la Catedral platense.

 En la Santa Misa, que presidió el Obispo auxiliar de La Plata, Mons. Nicolás Baisi.

En la Santa Misa, que presidió el Obispo auxiliar de La Plata,
Mons. Nicolás Baisi.

 

Plano general del Presbiterio.

Plano general del Presbiterio.

 

 Afecto y gratitud de los fieles al popular santo italiano.

Afecto y gratitud de los fieles al popular santo italiano.

 

 Imagen de la nave central.

Imagen de la nave central.

 

 El templo lució radiante, en una jornada memorable.

El templo lució radiante, en una jornada memorable.

 

      Una multitud concurrió en la mañana de este jueves 26 de abril a la Catedral platense, para venerar el corazón de San Pío de Pietrelcina (mundialmente conocido como el Padre Pío), en su último día de peregrinación por Argentina. Desde muy temprano fieles de todas las edades, condiciones y estados de vida; en su mayoría religiosos, esposos con varios hijos, jóvenes, adultos, ancianos, estudiantes, empleados, obreros y numerosos enfermos, se dieron cita en el templo mayor de La Plata, para testimoniar su afecto y gratitud al popular santo italiano. Y, claro está, acudir a su intercesión para implorar la gracia de Dios por diferentes situaciones.
     La Santa Misa fue presidida por el Obispo auxiliar de La Plata, Mons. Nicolás Baisi; con quien concelebraron el provicario General de la Arquidiócesis, Mons. Rodolfo O’ Neill; fray Carlos María Laborde, OFMCap, padre Guardián de San Giovanni Rotondo; y una docena de sacerdotes del clero secular y religioso. Asimismo, numerosos presbíteros atendieron durante varias horas las confesiones de centenares de fieles; que formaron extensas filas para acceder al sacramento.
     Poco antes de la bendición final, el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, dio «gracias a Dios por haber tenido, en nuestra Arquidiócesis, el corazón de San Pío de Pietrelcina. Venerar una reliquia es darle gracias al Señor por el regalo de los santos en la Iglesia. Este corazón debe hacernos crecer en el amor al Sagrado Corazón de Jesús. Precisamente, la más famosa imagen del Corazón del Señor lo muestra con él en su mano izquierda, señalado con la mano derecha, como ardiente hoguera de caridad».
     Agregó que «ante este corazón debemos pedirle al Señor que haga nuestro corazón semejante a suyo. Y que crezcamos, día a día, en la caridad. Hace falta mucha caridad en nuestro país, para superar las persistentes discordias. También, por cierto, necesitamos crecer en caridad en la Iglesia; para que nuestro testimonio sea cada vez más creíble».
Voces de gratitud y compromiso
     Consultados por la prensa, a la salida del templo, numerosos fieles dieron sus impresiones sobre lo vivido. Una anciana, en silla de ruedas, manifestó sentirse conmovida «por este regalo maravilloso que nos hizo el Señor, en esta mañana. Conocí al Padre Pío estando ya con esta enfermedad; y siempre fue para mí una fuente de profundo consuelo. Él, con su dolor asociado al de Cristo en la Cruz, me mostró el sentido cristiano del sufrimiento».
     Rita, que fue con su esposo Oscar y con sus cinco hijos, dijo que «lo de hoy es inolvidable. Ver fieles de todas las edades y condición acercarse a los sacramentos fue maravilloso. Mis niños están fascinados; y pudieron ver con qué piedad otros niños como ellos participaron de esta jornada».
     Una joven venezolana, llegada hace pocos días a la Argentina por la dramática situación que vive su país, sostuvo que «hoy he vuelto a la Iglesia después de mucho tiempo. Lo que sufrimos como pueblo me había alejado de la práctica religiosa. Por intercesión del Padre Pío hoy Dios me mostró que lo sucede no es culpa de Él, sino del pecado del hombre. Él es la cura de todos los males; por eso, el demonio, padre de la mentira, lo primero que busca en nuestro sufrimiento es alejarnos del Señor».
     Mario, un obrero de Astillero Río Santiago, visiblemente emocionado, reveló que «para poder venir, tuve que solicitar un día de mis vacaciones. Y lo hice con muchísimo gusto. Solo Dios sabe cómo me ayudó el Padre Pío, en horas bien dramáticas. Era, pues, un deber de conciencia. Es de hijos bien nacidos ser siempre agradecidos».

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