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Se ordenaron dos nuevos sacerdotes para la Arquidiócesis de La Plata

El sábado 21 de noviembre, en la Iglesia Catedral, el Arzobispo Víctor Fernández ordenó sacerdotes a Mariano Dobler y Carlos Rivero Cecenarro en una celebración que fue transmitida en vivo.

En la Homilía, Mons. Fernández expresó: “Quiero recordarles que, si uno se pregunta para qué están los curas podríamos dar muchas respuestas, porque hay curas muy distintos entre sí, y hacen muchas cosas diferentes. Pero en algún momento hay que preguntarse: a ver, ¿qué puede hacer un cura que no pueda hacer otro?”.

En ese sentido, el arzobispo precisó que “son ante todo dos grandes cosas: consagrar la Eucaristía, en la Misa, y absolver los pecados”. “Para eso recibe la ordenación, y si no es ordenado cura puede hacer mil cosas, pero no puede hacer esas dos. La Eucaristía, es la presencia real de Jesús que viene a alimentar a su pueblo. Y el cura es instrumento para que el pan de vida llegue a los demás”, subrayó, al tiempo que indicó que “desde la Eucaristía toma su mayor sentido la preocupación social del cura y el ministerio de la caridad”.

Además, aclaró que “el cura no puede dejar de dar ante todo el alimento espiritual, y sobre todo no puede negarles a los pobres ese alimento que les da consuelo, fuerzas para seguir adelante. No hay que separar nunca la animación espiritual del compromiso social porque separándolas se empobrecen las dos dimensiones”.

En tanto, Mons. Fernández se dirigió a los nuevos ordenados e les instó a que “vivan cada Misa, con el corazón necesitado y déjense sostener por Jesús, y en cada Misa descansen y recuperen el sentido de su sacerdocio. No importa cuántas veces la celebren sino que cada vez sea la fuerza y el alimento y nunca una obligación”. “Esta unión tan especial entre el cura y la Eucaristía no se borra más, porque es la gran marca que el ordenado lleva dentro, es parte esencial del ‘carácter’ del orden sagrado”, continuó.

Como otra de las peculiaridades del orden sacerdotal, el arzobispo señaló que “la ordenación también los capacita para absolver los pecados, y eso es maravilloso”, y les pidió que “no le cierren a nadie esa fuente de la gracia y la misericordia”. Les recomendó a los ordenados que se equivoquen “por ser demasiado comprensivos pero nunca se conviertan en un juez despiadado, nunca hagan sufrir a nadie por favor. Para eso no están los curas”.

Y encarecidamente les recomendó que “no se conviertan nunca en profesionales, que tratan de demostrar sus capacidades, que necesitan sentirse reconocidos, que buscan un sueldo, o que anhelan ocupar un lugar en la Arquidiócesis o en la sociedad. No sigan malos consejos que terminan bastardeando y volviendo mediocre el ministerio”.

Mons. Fernández les animó a que más bien “vivan su sacerdocio como instrumentos confiados en las manos de Dios, con una infinita confianza y que se realice en ustedes esa figura preciosa del sacerdote que: cuida, protege, alimenta, educa, orienta,  acompaña, espera y comprende, consuela y da esperanza”.

Sobre el final de sus palabras, el arzobispo les recordó a los nuevos sacerdotes que “el orden sagrado que ahora reciben, entonces, no es el título que ganaron al final del Seminario, qué superficial sería eso”, sino que “es la semilla que Dios planta ahora con su gracia, y a partir de hoy recién comienza la maravillosa aventura del sacerdocio, sin mirar atrás”.


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA



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