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Narración del Arzobispo sobre la visita ad limina

El Arzobispo compartió una narración detallada sobre la visita ad limina del primer grupo de los obispos de la Iglesia Argentina, en Roma.

 

 

 

 

Queridos/as amigos/as:

Como sabrán, varios obispos estamos haciendo la visita ad limina apostolorum, que corresponde realizar cada tanto al Papa y a la Santa Sede. Tiene el sentido hondo de expresar la comunión de las distintas Iglesias locales con el Sucesor de Pedro, y también el de orar por las comunidades ante las tumbas de los Apóstoles. Yo le agrego las tumbas de los primeros mártires, que en Roma son tantos. La sangre que ellos derramaron en los comienzos de la Iglesia es un fuerte aliento para nuestra entrega. Estar ante la tumba de San Sebastián, por ejemplo, y ver la imagen de su cuerpo clavado por las flechas debido a su empeño misionero, toca las fibras más íntimas e invita a hablar más de Jesús, sin vergüenza.

También viví la hermosa experiencia de subir de rodillas la Scala Santa pidiendo por la Arquidiócesis. En estos días se retiraron los revestimientos de madera y quedaron por poco tiempo sólo los escalones desnudos de mármol que trajo Santa Elena de Jerusalén en los primeros siglos del cristianismo, segura de que era la escalera que había subido Jesús en su pasión. Otros obispos también subieron la Scala con mucha devoción.

En esta visita estamos tres Regiones pastorales de Argentina: la Platense, que corresponde a la mayor parte de la provincia de Buenos Aires y a la provincia de La Pampa; la Litoral, que comprende Santa Fe, Entre Ríos y la Diócesis de San Nicolás; el NEA, que abarca el Noreste del país.

El domingo pasado nos unimos a la beatificación de los mártires riojanos con una Misa en el templo de la Iglesia Argentina, un lugar donde residen algunos sacerdotes que estudian en Roma y donde suelen hospedarse sacerdotes y obispos que viajan a Roma. Allí estuvieron también laicos, religiosas y religiosos que viven en Roma o que estaban de paso. Nos unimos así a la alegría que se vivió en La Rioja. Sé que en Argentina algunos quisieron opacar esta celebración insinuando que estos mártires en su momento habían alentado la violencia en Argentina. Eso implica ignorar algunos datos de la realidad. Recordemos que en el entierro de los dos sacerdotes el obispo Angelelli habló sobre la necesidad del perdón. El laico Wenceslao, que estaba allí, dijo: «¡Qué difícil es ser cristiano, porque al cristiano se le exige perdonar!». Pocos días después, cuando estaba en agonía, Wenceslao pidió a sus familiares que no odiaran a sus agresores, que perdonaran, y él mismo dijo antes de morir: «Los perdono». ¿No es éste un testimonio cristiano? Y sería necio no dejarse interpelar por el gesto del padre Gabriel, que cuando se llevaban a Carlos le dijo resueltamente: “No te vas solo, yo voy con vos”. Si el martirio de san Maximiliano Kolbe fue morir por otro, el del beato Gabriel fue morir con otro, sin que nadie se lo hubiera exigido.

El lunes visitamos la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, que se dedica al cuidado de la Liturgia, a la promoción de la participación del pueblo en ella y a reflexionar acerca de los desafíos que se platean a la celebración de la fe. Luego algunos fueron al Dicasterio para la Familia, Laicos y Vida, mientras otros estuvimos en la Congregación para la Causa de los Santos. En esta última consultamos acerca de algunos argentinos que están en proceso de beatificación o de canonización, o que están siendo presentados, particularmente acerca de Enrique Shaw, empresario  y padre de familia, la beata María Ludovica, el padre Salvaire (que construyó la Basílica de Luján) y el Negro Manuel (quien cuidaba la imagen de la Virgen y curaba enfermos con el aceite de la Señora de Luján). Allí se nos hicieron algunas indicaciones para facilitar el avance de estos procesos.

Por la tarde estuvimos en el Pontificio Consejo para la Cultura, que se ocupa del diálogo de la Iglesia con la cultura en sus diversas dimensiones. Hablamos acerca de los desafíos culturales del mundo actual, de las dificultades que enfrenta la Iglesia en este diálogo sobre todo porque la cultura actual no es homogénea sino que es cambiante y tiene manifestaciones muy diversas. Posteriormente nos dirigimos al Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, donde se trataron cuestiones relacionadas con los migrantes, los aborígenes, la trata de personas, etc.

El martes nos recibieron en la Congregación para los Obispos, donde se habló acerca de las dificultades propias de la vida de los obispos, sobre su propia formación, la ayuda mutua y la espiritualidad. Inmediatamente estuvimos en la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde, además de conversar acerca de cuestiones relacionadas con los abusos de menores se reflexionó sobre la presentación de la fe en el contexto actual. El Cardenal Ladaria mencionó que hoy no son tan preocupantes los errores doctrinales cuanto la falta de una reflexión mayor en diálogo con el tiempo actual, al tiempo que desarrolló la cuestión de la «jerarquía de verdades» que invita a pensar las diversas doctrinas a la luz de las más importantes.

Por la tarde estuvimos en la Congregación para el Clero, donde se conversó acerca de la necesidad de un mayor acompañamiento del clero, del cuidado de aquellos que tienen particulares dificultades, de la importancia de la formación permanente y de la necesidad de adecuar la formación de los Seminarios a la nueva Ratio (documento que trata sobre la formación sacerdotal). Finalmente, nos reunimos con miembros de la Comisión para la protección de los Menores, que invita sobre todo a la prevención, de manera que se eviten nuevos casos, y a establecer normas claras y referentes tanto en la Conferencia Episcopal como en cada Diócesis.

El 1 de mayo fue día de descanso, en el cual rezamos por todos los trabajadores y sus familias.

Hoy jueves celebramos en la basílica de San Pedro, pidiendo la intercesión del primer Papa, y luego tuvimos un encuentro de más de dos horas con el Santo Padre. Después de seis años, creo que hemos aprendido a mirarlo con ojos sobrenaturales, reconociendo que ya no es sólo Bergoglio, sino el Vicario de Cristo que nos confirma en la fe. 

En la conversación amena el Papa nos pidió que habláramos con espontaneidad y sin protocolo. Algunos obispos contaron alegrías y dificultades de sus Diócesis. Varios mencionamos las dificultades de la gente por la crisis económica. El Papa agradeció mucho lo que hace la Iglesia en Argentina para contener, asistir y ayudar a los que la pasan mal. También agradeció mucho lo que hace la Iglesia en prevención de adicciones y en el acompañamiento de los adictos.

Dado que se mencionaron las inundaciones en el Chaco, insistió en que hay que tomarse en serio el cambio climático sin dejarse llevar por los intentos de relativizarlo. Narró el caso de pequeños países insulares que están desapareciendo a causa de la subida del nivel del mar. Por lo tanto, rogó que sepamos sensibilizar a la gente acerca de la necesidad de reconciliarnos con la naturaleza.

También se mencionó la polarización que existe en nuestra sociedad, acentuada en el debate sobre el aborto, que ha causado también una mayor reticencia en muchos jóvenes ante el mensaje de la Iglesia. No obstante, el Papa pidió apostar por la pastoral juvenil, a la luz de la exhortación Christus vivit, y dio cuatro sugerencias al respecto: 1) Bancarse a los jóvenes, no tenerles miedo, escuchar con cariño sus críticas y sus diferencias de pensamiento.  2) Para ello, estar mucho tiempo sentados, dándoles tiempo. 3) Cuidar mucho el testimonio que les damos, porque los alejan las incoherencias. 4) Caminar con ellos sin pretender imponerles esquemas de planes, horarios, estructuras, dejándonos desinstalar y sin exigirles que sean perfectos de golpe.

Destacó mucho el valor de la religiosidad popular, mejor llamada “piedad” popular o “espiritualidad” popular, como en Aparecida. Dijo que a veces el elitismo en el clero lleva a despreciar estos caminos espontáneos como el pueblo de Dios expresa su fe. Recomendó la lectura del filósofo Kusch y valoró algunos procesos educativos como el que se realizó con la figura del Gauchito Gil, donde se puso el acento en la Cruz que el gauchito veneraba.

Algunos obispos manifestaron su dolor por la manera injusta en que es tratada la figura del Papa en algunos medios, incluso en medios católicos. No se destacan o no se analizan suficientemente grandes aportes suyos a la paz mundial, como cuando besó los pies a los líderes de Sud Sudán o su encuentro con dirigentes musulmanes, y en cambio se mencionan sus chistes a los peluqueros, cuando no se ridiculizan o se politizan sus afirmaciones o se lo pone bajo sospecha permanente, si es que no se cae en groseras fake news. La respuesta de Francisco fue que no se les echaran las culpas a los medios argentinos porque esto sucede en muchos lugares del mundo debido a determinados intereses globales, y recordó los cuatro pecados de la comunicación: la desinformación, cuando se dice sólo una parte de la realidad; la calumnia; la difamación con respecto a cuestiones íntimas y la “coprofilia” (amor a todo lo que sea excremento).

Igualmente mencionó la gravedad del problema educativo en Argentina. El bajo nivel de discusión, la facilidad con la que se cree lo que se dice en operativos mediáticos y conque se alimentan las polarizaciones, son indicios, entre otros, de una educación muy pobre.

Al preguntársele sobre la educación católica pidió que las instituciones educativas sean espacios de encuentro con Cristo y también rogó que se cuide la equidad entre las distintas escuelas, para que en cada diócesis no haya algunas que sufran necesidad.

Acerca de la pedofilia, anunció que están por salir nuevas normativas más precisas, enriquecidas por el encuentro realizado en Roma meses atrás.

Con respecto a los seminarios, pidió evitar los seminarios pequeños y favorecer las agrupaciones de seminarios o los seminarios regionales. También evitar los seminarios que sean refugios ideológicos. Acentuó la necesidad de cuidar los distintos aspectos de la formación: espiritual, intelectual, comunitaria-humana y pastoral. Con respecto a esta última se detuvo a valorar la actividad pastoral de los fines de semana como importante recurso formativo, que los seminaristas no deben entender como un escape o una distracción sino como un dejarse formar por el pueblo de Dios, actividad que a su vez debe ser acompañada, orientada y evaluada junto con los formadores y con la colaboración de los párrocos. Resaltó que una formación rígida o aislada almidona, o prepara solterones, pero no madura ni capacita para enfrentar los desafíos. Finalmente mencionó que un test importante para medir la calidad de la formación son las homilías de los sacerdotes: allí se ve el fervor espiritual, la solidez doctrinal y la formación bíblica, el amor a la gente y la empatía, etc. Pidió además que en todas las diócesis se asegure la oración por las vocaciones junto con un serio trabajo vocacional,

En relación con la vida de los sacerdotes, explicó que el sentido del sacerdocio diocesano está relacionado con cuatro “cercanías”. La cercanía a Dios, que implica no empezar ni terminar el día sin estar un rato ante el sagrario. La cercanía con el Obispo, padre y pastor de la Diócesis, que debe procurar abrir espacios de diálogo. La cercanía con los demás sacerdotes, expresada de maneras muy concretas (“evitando las oficinas de chusmeríos que son algunos grupos”). La cercanía con el Pueblo de Dios, cargada de cariño, de compasión, de servicio y de respeto,

Valoró mucho la defensa de la vida, pero pidió coherencia: el que ama la vida defiende los ataques a la dignidad de los pobres, las angustias que provoca la desatención de la salud de los indigentes, la vida de los ancianos, etc. Cuando se ama la vida se la defiende desde la concepción, en todas sus etapas y hasta el final.

Se mencionó la falta de vocaciones para la vida religiosa y la situación crítica de algunas congregaciones. El Papa remarcó la centralidad del testimonio, porque un joven o una joven decide entrar a una congregación diciendo: “quiero ser como este o como esta”. Pero al mismo tiempo pidió evitar los restauracionismos de congregaciones rígidas y moralistas que por falta de una auténtica y completa maduración terminan en la podredumbre. Comienzan con muchas vocaciones y acaban podridas.

Se le preguntó acerca de sus supuestos “voceros”. Comentó que algunos que suelen ser considerados voceros suyos son sólo personas que a veces conversan con él o que participan de encuentros en el Vaticano, pero que de ninguna manera son sus voceros. Ellos quizás intentan interpretar a su modo cosas que le escuchan, pero eso corre por su cuenta porque su único vocero es la “Sala stampa” del Vaticano.

Con respecto a su visita a Argentina expresó que es su deseo visitarnos, y que se intentó a finales de 2017, aunque por diversas circunstancias no se pudo concretar. Pero pidió comprensión, porque él ya hizo su aporte en Argentina mientras ahora, con la ayuda de sus colaboradores, analiza la necesidad de estar presente en lugares del mundo que son estratégicos o donde se necesita especialmente su presencia. Todavía necesita visitar países africanos muy marcados por la pobreza o la violencia, así como países asiáticos que son claves para el diálogo interreligioso, como Japón o Tailandia, por ejemplo. Su agenda ahora está más marcada por las necesidades de la Iglesia y de la sociedad en el complejo mundo global, que por sus sentimientos.

Varios obispos le expresaron que más allá de todo sabemos que el pueblo de Dios en general lo aprecia y lo valora. Finalmente, el Papa bendijo a los obispos y expresó que, a través de cada uno su bendición llega a todas las comunidades diocesanas.

Entre el jueves y el viernes visitaremos otros Dicasterios, como la Secretaría para la comunicación, el Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos, la Congregación para la Vida consagrada y la Secretaría de Estado.

Que esta visita ayude a nuestras Diócesis a tomar consciencia de su comunión con la Iglesia universal, la Iglesia que Jesucristo ama, más allá de sus límites y fragilidades.

Saludos de Nicolás y de Alberto.

 

                                                              +Víctor Manuel Fernández
Arzobispo de La Plata

 

 

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