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Multitudinaria y ferviente clausura del Año de la Fe.

El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, en una vibrante homilía en la Santa Misa de clausura del Año de la Fe, en las escalinatas de la Catedral, llamó a que «la Fe no sea solo un sentimiento, sino también una convicción profunda, que impregne toda nuestra vida, y trasforme la sociedad». El prelado, al hacer un balance de todo lo vivido en estos trece meses, enfatizó que «la conclusión de este Año de la Fe encuentra a nuestra Arquidiócesis, de 4.652 km2, en plena expansión; con las nuevas parroquias y capillas en las zonas periféricas, y en los nuevos barrios que se van poblando aceleradamente». Y concluyó sus palabras con un exultante «¡Viva Cristo Rey!», que la multitud rubricó con un estruendoso «¡Viva!»

En efecto, durante este Año de la Fe, se creó por ejemplo, la Parroquia Santos Mártires Inocentes, en el barrio «5 de Mayo», de Cambaceres, Ensenada. Otras capillas fueron trasformadas en Vicarías, se dio un notable impulso a los movimientos juveniles y misioneros e, incluso, para hacer frente a la emergencia educativa, se fundaron nuevos colegios, como el de la Divina Providencia, en el ámbito de la Parroquia Nuestra Señora de Luján, de Villa Elisa. Por otra parte, en sucesivas celebraciones en la Catedral, casi 6.700 fieles recibieron el Sacramento de la Confirmación.

La celebración, cuyo lema fue «Con nuestros patronos renovamos nuestra Fe cristiana», comenzó este sábado 23, primeras vísperas de Cristo Rey, con la recepción de las imágenes y estandartes de todas las Parroquias y capillas, de los cinco partidos bonaerenses (La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio), que integran la Arquidiócesis.

Cada comunidad concurrió con la imagen de su patrono, y se fue ubicando, con colores distintivos, en los diversos sectores asignados. Grupos de jóvenes tuvieron a su cargo la animación musical.

En un segundo momento, se hizo la Renovación de nuestra Fe. Con el clero ya revestido, y ubicado en las escalinatas, se fueron nombrando todas las comunidades y patronos. Seguidamente, Mons. Aguer culminó con un diálogo de varias preguntas, para renovar la Fe, y renunciar a todo lo que aleja de Cristo, y el anuncio del Evangelio. A su conclusión, comenzó la Santa Misa. Finalizada la misma, Mons. Aguer y sus Obispos auxiliares, Mons. Nicolás Baísi, y Alberto Bochatey, obsequiaron a las diversas parroquias y capillas cruces de madera con el logo del Año de la Fe, hechas por internos de distintas penitenciarías bonaerenses.

Una historia rica, y un futuro lleno de desafíos

Mons. Aguer, en declaraciones previas al encuentro, sostuvo que “la acertada y feliz iniciativa que tuvo Su Santidad Benedicto XVI, cuando ciertamente iluminado por el Espíritu Santo convocó a un Año de la Fe, nos ha permitido a lo largo de este tiempo reflexionar sobre ese don extraordinario, con el que Dios ha querido llamarnos a formar su Pueblo, un Pueblo Santo, una Nación Consagrada. La Fe que nos permite decir, con convicción religiosa, Creo en Dios, que nos une y hermana; en esta porción tan particular de toda la Iglesia de Jesucristo. Es ella la que nos dice ‘somos de La Plata’; formamos parte de la Iglesia en este pequeño punto concreto del planeta”.

Agregó el prelado que “es justamente esa fe en Dios, que al permitirnos no solo decir y rezar, sino también expresar en la vida concreta el Creo en Dios Padre, Creo en Dios Hijo, Creo en Dios Espíritu Santo, la que nos llama a ser agradecidos con todos aquellos que, al vivirla, nos la han entregado como un don, como un regalo. Bien vale la pena pensar y agradecer a quienes, dejando su Madre Patria, se entusiasmaron con la propuesta de Colón, y secundando el deseo de la Reina Isabel la Católica, trajeron a este nueva tierra la luz maravillosa de la Fe; que encuentra en la Cruz y en la Palabra de Dios el sustrato seguro que perdura y no cambia”

Subrayó, en consecuencia, que “ello nos llama, también, a ser agradecidos a todos aquellos varones y mujeres que, moviéndose en la incomodidad de los trasportes de entonces, fueron abriendo los caminos que llegarían a estas Provincias Unidas del Río de la Plata. Y al entregarles las cadencias sonoras de una lengua nueva, también les dieron la ofrenda de un Dios verdadero: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo”.

Aquellos comienzos por Magdalena…

El camino de la fe, desde entonces, no se detuvo. Y nuestra Pampa lo conoció cruzado por carretas y diligencias, que quisieron hacer ‘fin de la jornada’ en los pagos de Magdalena; tan lejanos entonces, y tan cerca de nosotros, hoy.

La preocupación pastoral del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires, aun en sede vacante, crea en 1730 la Parroquia de Santa María Magdalena, con sede en Quilmes; y abarcando desde el Riachuelo hasta el mar. Todo eso se denomina Curato del Pago de Magdalena. Cuarenta años después, los vecinos del Pago inauguran la capilla en honor de Nuestra Señora de la Isla, con sede en la actual Parroquia de Magdalena, que llega a convertirse en la Madre de la Fe para todos estos lugares, en 1780.

Allí surge la casa de Dios. Allí se comienza a enseñar la doctrina, a bautizar y a bendecir el matrimonio; y los hijos del Dios verdadero, que hablan la nueva lengua, alaban a su Dios, creen en Él, lo expanden y lo comunican. Así surgen las capillas, los oratorios, y las parroquias que hoy entregan esa vida de Fe: Magdalena, Bavio, Verónica, Santa Rosa de Atalaya, Punta Indio, Vieytes, Gorriti y Payró.

Pasando por la Ensenada de Barragán…

Antes de detenerse en el final, aquellos obreros iniciales de la Fe, habían hecho noche en la Ensenada de Barragán; allí donde los pobladores tenían levantado un oratorio, ya que su Iglesia les quedaba muy lejos. Y eligen para protectora a Nuestra Señora de la Merced, la que en 1900 se alegra alborozada con la llegada de los hijos de Don Bosco, que pronto recorrieron y fundaron nuevas comunidades. Y aquellos primeros pasos iniciales se multiplican hoy en varias parroquias: San José; Sagrado Corazón de Jesús y Santos Mártires Inocentes, de Cambaceres; y los oratorios de los barrios Campamento, Mosconi, El Progreso y 5 de Mayo.

Finalmente, el camino conoce a Dardo Rocha y la fundación de la capital de la provincia de Buenos Aires. Nace La Plata, la ciudad que proyecta Pedro Benoit, con sus diagonales y su sello distintivo. También aquel día, elegido en honor del Papa y Mártir San Ponciano, la fe comienza a hacerse presente en la hoy pujante urbe. Y el padre Julio Rasore, joven y celoso Sacerdote, recorre el inmenso territorio de su Parroquia, y no deja rincón de la ciudad sin buscar y encontrar en él un lugar para una capilla, una obra de bien, o un colegio.

La fuerza y el crecimiento de la Iglesia local llevan al Papa León XIII, en 1897, a erigir la diócesis platense, y tener un territorio eclesiástico propio, con sede en la hoy bellísima Catedral; el mayor templo neogótico de Hispanoamérica. Los comienzos fueron con enorme sacrificio. Pero al P. Iturralde, llamado para levantar la Parroquia Nuestra Señora de los Dolores, no lo asustaron las dificultades. Vería en ellas oportunidades y, finalmente, logros. Y, así, los barrios más alejados del centro comenzaron a ver cómo se erigieron las capillas de los entonces despoblados suburbios; hermosas iglesias parroquiales hoy, que conforman un Decanato entero.

Providencialmente puesto bajo la protección de la Santísima Virgen, el Decanato, en su gran mayoría, vio nacer las comunidades de los Dolores, de Luján, de Lourdes, del Pilar, del Perpetuo Socorro, de la Piedad, de la Victoria y de Pompeya. A las que se agregaron San Cayetano; los Padres y las Hermanas del Instituto Antonio Próvolo, y los Hijos de Santa Teresa de Jesús.

A 116 años de sus comienzos como Diócesis, La Plata celebra con gratitud por el pasado, y con pasión por el presente, la Fe en el Señor de la Historia, que le legaron sus mayores. Y, en pleno camino de nueva evangelización, se lanza de lleno a los grandes desafíos de este Tercer Milenio.

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