Mons. Aguer llamó a los Sacerdotes a examinar su relación con Jesús.
El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, llamó a los Sacerdotes de la Arquidiócesis a examinar «cómo va nuestra relación con Jesús. Y en qué medida sentimos con Él, y lo sentimos a Él».
Al predicar un retiro cuaresmal para el clero en la Casa de Ejercicios Ceferino Namuncurá, que las Hermanas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús poseen en la localidad de Olmos, el prelado subrayó que «nuestra relación con Cristo debe ser apasionada porque es teologal. Y es fundamental para ofrecerles a los fieles un camino de oración».
En tal sentido, hizo un recorrido por los padres espirituales de la patrística y escolástica. Y citó, en cuanto a la espiritualidad occidental, la Oración a la llaga de Cristo; como parte de la tradición franciscana. Y, en lo que respecta a Oriente, citando a 1 Ts 5, 17, y el mandato de orar sin cesar, rescató la Oración del Corazón, que recoge el Peregrino Ruso; y que se repite, con insistencia, a lo largo del día: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, apártate de mí, pecador.
Concluida la primera parte de su exposición, centrada en la Teología Espiritual, se refirió a la Teología de la Liturgia, «que -enfatizó- no es marginal, sino central para la Iglesia». Sobre el particular hizo una breve referencia histórica de lo que dio en llamarse el movimiento litúrgico, desde la aparición, en 1918, del libro de Romano Guardini, El espíritu de la Liturgia.
«Debe haber – remarcó- dirección total a la Adoración. Ese es el corazón de la ortodoxia: el modo justo y recto de dar gloria a Dios. El que importa es Jesús. Ni el cura ni el micrófono son los protagonistas de la Misa, sino el Señor muerto y resucitado».
Finalmente, en cuanto a la Teología Moral, se refirió al Discurso a la Curia Romana, del papa Francisco, de diciembre de 2014. «Un discurso muy fuerte -destacó-, que no solo a la Curia, sino a todos, debe llamarnos a un profundo examen de conciencia. Quince son los errores sobre los que advierte el Santo Padre. Voy a destacar el número nueve, y el catorce: en el primero se refiere al mal de la cháchara, la murmuración y el cotilleo; enfermedad grave, que convierte a la persona en sembradora de cizaña, como Satanás. Y, en el segundo, advierte sobre el mal de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupo se hace más fuerte que la comunión eclesial. Sepamos luchar -concluyó- contra estos muy dañinos vicios».
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