Mons. Aguer: «El Seminario forma para no macanear, y llegar a todos con la palabra justa».
El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, sostuvo que el Seminario es la escuela del Evangelio, del seguimiento de Cristo. Es el tiempo y el dónde destinados a prepararse y ejercitarse para ser apóstoles, sacerdotes identificados plenamente con Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote.
En la Misa de inicio del ciclo lectivo en el Seminario Mayor San José, el prelado agregó que todo lo que aquí se aprende tiene que servir para nutrir la predicación y la catequesis, tanto a las personas cultas, a los intelectuales -o a los que presumen de tales- cuanto a la gente sencilla, a la mayoría de nuestros queridos fieles, a los cercanos y a los alejados. Todo aquel saber debe ordenarse a no macanear, y a llegar con la palabra justa, según corresponda, al corazón de todos. Así lo hicieron muchos sacerdotes, y de manera eximia el Cura de Ars y el Cura Brochero.
El ocio y la vida intelectual
Seguidamente, recomendó a los seminaristas la lectura de un libro que leí antes de entrar al seminario, que reúne cuatro estudios de Josef Pieper, bajo el título El ocio y la vida intelectual. Fue editado hace unos 50 años, pero en mi opinión sigue siendo incomparable… El esfuerzo que demanda el estudio no puede identificarse sin más con un trabajo duro y penoso, sin horizonte; aunque estudiar nos cueste, la instrucción, el saber obtenido, nos abre la puerta al reposo en la verdad y a la alegría de poseerla, de dejarnos atrapar por ella. Vale para la verdad natural y para la que el Señor nos ha revelado.
Subrayó, a continuación, que hay que comenzar en el Seminario a dirigirse hacia la meta que señala el Concilio Vaticano II: los sacerdotes están obligados de manera especial a alcanzar la perfección, ya que por la consagración que realiza en ellos el Orden Sagrado se convierten en instrumentos vivos de Cristo, Sacerdote Eterno, y continúan su obra redentora en el mundo. Es apasionante ser sacerdote: hacer resonar como un eco la palabra de Dios, consagrar la Eucaristía, perdonar los pecados, buscar a los alejados, acoger a todos, especialmente a los pobres, y servirlos como lo hizo Jesús. Salir a misionar para abrir un espacio a la adoración de Dios en un mundo olvidado de Él.
El rechazo de los más cercanos
Al hacer referencia al Evangelio del día, enfatizó que el sacerdote debe estar alerta para asumir el destino de Jesús, porque ningún profeta es bien recibido en su tierra (Lc 4, 24). Muchos nos cerrarán la puerta en las narices, pero siempre encontraremos una viuda de Sarepta con hambre, y un sirio leproso como Naamán, que esperanzados buscarán en nosotros alivio y salvación. No hay que tener miedo si encontramos la cruz; es lo que corresponde, pero la misericordia del Señor nos purifica, protege y guía.
Remarcó, igualmente, que en el seminario se cultivan la humildad para buscar siempre la voluntad de Dios; el espíritu de fe, de oración, de adoración; la obediencia que configura a Cristo y nos hace libres; la pureza de costumbres y la pobreza; la caridad pastoral y el compromiso de una formación permanente en orden a la evangelización. Cito otra vez el Decreto conciliar Presbyterorum ordinis (n. 12):por las mismas acciones sagradas de cada día, como por todo su ministerio, se ordenan a la perfección de vida. No hace falta nada más.
Finalmente, recordó que existen modelos sacerdotales, algunos insignes y reconocidos por la Iglesia. Pongo dos ejemplos: el Cura de Ars y nuestro Cura Brochero. Ambos muy distintos, por su personalidad y por la época y circunstancias en que debieron actuar. Tenían algo, mucho, en común: su entrega total, en su respectiva parroquia, al ministerio recibido. Los dos cargaron con garbo la cruz, la del Señor Jesucristo, por eso fueron réplica suya, verdaderos discípulos.
Concelebraron con Mons. Aguer, sus dos obispos auxiliares, Mons. Nicolás Baisi, y Mons. Alberto Bochatey. Lo hicieron, también, el Rector del Seminario, padre Gabriel Delgado, y los formadores de la Casa; fray Marco Antonio Foschiatti, OP, quien luego tuvo a su cargo la lectio brevis, y una veintena de sacerdotes de la Arquidiócesis.
Santa Teresa y la inhabitación trinitaria
Concluida la Misa, fray Marco Antonio Foschiatti, OP, tuvo a su cargo la Lectio brevis (clase magistral) sobre Santa Teresa y la inhabitación trinitaria, en adhesión al Quinto Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Recorrió, para ello, las principales páginas de la santa abulense, desde El libro de la vida, hasta las Moradas séptimas.
Nuestra santa -destacó- toma conciencia de cuánto la esperará Jesús, y cuánto la sufrirá (Libro de la Vida)… Por ello toma conciencia de que la verdadera conversión es hacernos capacidad de su gracia.
Añadió que Teresa es reflejo de Cristo, y se verá toda ella reflejada en Cristo. Teresa es, ciertamente, espejo de Jesús» (Libro de la Vida, 40)… El alma en gracia es un cielo donde se expande la Santísima Trinidad.
Destacó, igualmente, que la inhabitación nos permite vivir entre las personas trinitarias. Dios nos busca, quiere darse a nosotros. Pero depende de nuestra capacidad para su gracia… La Trinidad solo requiere capacidad y deseo. Y nos hacemos capacidad, participando del misterio pascual. La puerta siempre es la Cruz. El amor saca amor. El Amor ensancha el alma para que la Trinidad encuentre su Cielo en nosotros.
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