Mons. Aguer advirtió en Luján sobre la ley del más fuerte, los prepotentes y los soberbios
El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, al presidir la Santa Misa de la 114º peregrinación arquidiocesana a Luján, enfatizó que «según el cántico de la Virgen, Dios no acepta la injusticia sobre la que se fundan las sociedades humanas, en las que se impone la ley del más fuerte. Él privilegia a los que el mundo desprecia y rechaza. Así como los humildes y los hambrientos son identificados como los que temen a Dios, los potentados y los opulentos a los que se refiere el Magnificat constituyen también una categoría calificada con criterios religiosos: son los prepotentes, los sorberbios, amantes del poder y del dinero».
Ejemplificó, al respecto, que «en la Biblia se caracteriza de modo diverso a la soberbia: es la vanidad sedienta de honores, la arrogancia y presunción del rico, el orgullo del hipócrita de corazón corrompido; la soberbia de los impíos, opresores de los pobres, equivale al desprecio de Dios y de su justicia, se burla de las promesas del Señor y humilla a sus servidores. Los potentados y enriquecidos, dominados por la soberbia, abusan del poder, ponen su confianza en la riqueza que acumulan y manipulan a los pobres convirtiéndolos en sus clientes y perpetuos mendigos».
En una basílica colmada por fieles de los cinco partidos que integran la Arquidiócesis (La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio), el prelado agregó que «es impresionante observar cómo van parejas la prepotencia del poderoso con la indiferencia religiosa, la superficialidad farisaica o la superstición. El cántico de María, la Servidora del Señor, es una enseñanza profética y siempre actual que nos exhorta a poner nuestra confianza solo en Dios, nuestro Salvador. Es éste un aspecto fundamental del acto de fe, por el cual creemos en Aquel que es el Trascendente, el absolutamente Otro, y a la vez nuestro Salvador, el Dios cercano, que se nos ha hecho prójimo en Jesucristo y nos muestra su ternura en la maternidad de María. ¡Que él nos libre de la ambición, de la envidia y del resentimiento!».
Dolor y angustia por la inundación
Dijo seguidamente que «este año, la Iglesia particular de La Plata trae a los pies de nuestra Señora el dolor y la angustia por la calamidad que hace un mes y medio ha caído sobre la ciudad y sus alrededores; muchos de ustedes, queridos hermanos, han sufrido sus efectos. Pidámosle a nuestra Madre de Luján consolación para su pueblo, descanso eterno para los difuntos, recompensa abundante para cuantos han desplegado una ayuda generosa inspirada por el amor, la reacción responsable de quienes deben velar por el bien y la seguridad de todos y protección que nos libre de futuras desgracias.
«Y sobre todo -concluyó-, que esta prueba nos haga más buenos, más humildes, más hermanos. Dulcísima Virgen María, recíbenos a todos en el abrazo de tu compasión, ya que estamos consagrados a ti y con gran esperanza reconocemos en tu Concepción Inmaculada la aurora de la nueva creación. Consíguenos del Señor la gracia de una mirada suya que forje en nosotros un alma de pobre, para que podamos cantar su grandeza y estremecernos siempre de gozo en Él, nuestro Salvador».
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