Lo que nos enseña San Antonio de Padua
El sábado 18 el Arzobispo Víctor Fernández visitó la parroquia San Antonio de Padua, que celebró sus fiestas patronales. Allí, Mons. Fernández presidió la Misa acompañado por el párroco Marcelo Cerniato y rescató diversos detalles de la Figura de San Antonio.
Primeramente, el arzobispo se refirió a San Antonio como el “santo del amor, muchas veces invocado para encontrar pareja, pero también para lograr una reconciliación. En una época en que ya son pocos los que se casan y asumen un compromiso de amor para toda la vida, san Antonio nos presenta el valor del matrimonio, la belleza del llamado de Dios a la vida en familia, y la premura por sanar las heridas del amor”. Seguidamente, se refirió al “el santo de las cosas perdidas, que nos invita a no obsesionarnos por las cosas materiales y a cuidar también los grandes valores de la propia vida, que a veces dejamos debilitar y los perdemos: cuando perdemos la generosidad, cuando perdemos la alegría, cuando perdemos las ganas de vivir el Evangelio.También, como otro de los diversos detalles característicos de su figura, el arzobispo expresó que es “el santo del anuncio: porque él anunciaba al Señor Jesús con valentía, sin vergüenza, y nos enseña a ser misioneros. Por eso en su santuario de Padua se conserva con especial devoción su lengua. Es famoso el episodio cuando, cansado de no sentirse escuchado, no pudo contener el ardor interior y se puso a predicarles a los peces”. Luego, se refirió a él como “el santo de los pobres: porque dentro de las enseñanzas de este santo doctor, hay discursos muy fuertes e incisivos en contra de la avaricia y el egoísmo y en defensa de los más pobres. Él estaba convencido de la dignidad que tiene cada persona, porque Cristo había entregado su vida por cada uno. Él decía: ‘En ningún lugar puede el ser humano llegar a comprender cuánto vale que mirándose en el espejo de la Cruz… Si lo miras bien podrás ver qué grande es tu dignidad y tu valor». Finalmente, Mons. Fernández valoró a San Antonio como “el santo de la ternura: porque aunque era muy culto e inteligente, no dejaba que el Evangelio se quedara sólo en su mente, lo llevaba al corazón y lo trasformaba en cariño hacia Jesús niño y hacia los más sencillos. Se conserva una carta de san Francisco de Asís donde le decía que podía enseñar teología, con tal que llevara a la vida eso que enseñaba. Antonio lo cumplió fielmente”.
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