Llamado a la conversión en la Universidad
El Arzobispo Víctor Manuel Fernández presidió el martes 7 la Misa por el 59° aniversario de la fundación de la Universidad Católica de La Plata y el inicio del año académico, que se celebró en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. Concelebraron junto al arzobispo, el capellán de la institución, Pbro.Fernando Sagaspe; y el obispo auxiliar, Mons. Alberto Bochatey OSA.
En la homilía, Mons. Fernández expresó:
He venido a acompañarlos hoy con una intención muy concreta: rezar por ustedes, ofrecer esta Misa por ustedes. O mejor, rezar junto con cada uno de ustedes. Porque creo en la fuerza de la oración y sé que no todo está en nuestras manos.
Vengo a pedir al Señor como obispo, padre y pastor, que les conceda un año muy fecundo, que en este año todos ustedes puedan subir algunos escalones en ese ascenso que es nuestra vida: estudiantes, docentes, directivos, administrativos, todos los que forman esta comunidad universitaria. Que el Señor les ayude a aprovechar al máximo este año, a sacarle el jugo, para que puedan terminarlo llenos de gratitud y de alegría.
Pero también queremos abrir el oído para escuchar la Palabra que el Señor nos dirige hoy. Primero, se dirige a Sodoma y Gomorra, modelos del vicio, el desenfreno, el mal, pero más que retarlas o condenarlas les dice con inmenso cariño tres cosas: la primera es “lávense, purifíquense”. Es decir, no se conformen, no se autojustifiquen, no se digan que ya está, que yo soy así. Pueden ser lavados, pueden ser purificados, pueden ponerse bajo el manantial de la gracia y dejarse purificar. Una y otra vez, todas las veces que haga falta sin cansarse. Si Jesús nos pide que nosotros perdonemos 70 veces 7 es porque él perdona 70 veces 7. Especialmente en esta cuaresma, purifiquémonos. Y por más feos que parezcan tus pecados, “te volverás blanco como la nieve”. Para eso está la confesión que no es nada complicado.
En segundo lugar dice: “Dejen de hacer el mal”. Porque es posible dejar de hacer el mal, es posible. Nuestro Señor que nos ama no quiere que bajemos los brazos, que digamos que es imposible. No nos declaremos muertos. Estamos llamados a crecer, no a suicidarnos en vida. En esto el Papa Francisco nos enseña algo: una cosa es ser pecador y otra cosa es ser corrupto: aunque caigas otra vez, te volvés a levantar, sos un pecador. Pero cuando ya decidís que no vas a cambiar y encima sos duro para juzgar a otros te volviste un triste corrupto.
Y en tercer lugar dice: “aprendan a hacer el bien”. Porque a hacer el bien se aprende, no es mágico, lleva su tiempo, es un aprendizaje paso por paso. Y a veces aprendimos en su momento pero necesitamos volver a aprender, volver a motivarnos, volver a pedir consejo, volver a valorar las virtudes porque uno no cambia mirando las malas acciones que cometió si no mira la belleza a la que aspira: el bien que sueña, la belleza que quiere alcanzar para la gloria de Dios.
En nuestra Arquidiócesis estamos en un año dedicado especialmente a crecer en la santidad, llamado que es para los sacerdotes también, para las religiosas también, para los obispos también y para cada uno de ustedes. Nadie está terminado.
El Papa Francisco nos ha insistido en que este camino de crecimiento es ante todo un crecimiento en el amor, porque el amor es la reina, la madre, la raíz y la fuente de todas las virtudes. Se trata ante todo de amar más, y el peor pecado es no amar.
Pero ojo que eso no significa que el amor sea dulce: te exige tener paciencia, comprender, no agredir a los otros, contener la violencia, renunciar a la comodidad, no ironizar y tantos otros esfuerzos cotidianos.
Además, el amor no está solo, está junto con las demás virtudes. Alguien podría decir que ayuda a los pobres y que en todo lo demás se da algunos permisos. Este es un tremendo engaño. El mensaje cristiano enseña que existe una “organicidad” de las virtudes, que todas están entrelazadas y se sostienen unas a otras.
Por eso, una persona que se deja llevar por la comodidad y la vagancia, al final deja de amar, porque pierde las ganas y las energías para servir a los demás. Y si alguien se deja llevar por la lujuria y se obsesiona por el placer, termina volviéndose egoísta, centrado en sí mismo, usando a los demás, y el fuego del amor se apaga, y ya no es capaz de dar con el corazón, de socorrer al huérfano y a la viuda abandonada. Se queda vacío arrastrándose por el piso. Siempre recuerdo la triste imagen del cóndor con las alas arrancadas, y lo peor es cuando se las arrancó a sí mismo.
Entonces, amigas y amigos, yo vengo a recordarles que el Señor los ama infinitamente, que Cristo vivo está con cada uno de ustedes para apoyarlos, para sacarlos adelante en la vida, él es amigo que no abandona. Pero porque nos quiere también nos llama a salir de la comodidad del sofá y a caminar, a crecer. Escuchemos el llamado a la conversión, es para vos y para mí.
Finalmente el Evangelio nos hace una advertencia muy especial para los universitarios, para gente que enseña, que habla mucho, que opina, o que se prepara para enseñar y para opinar como profesionales, como gente más formada. La carta de Santiago dice: les recomiendo que no se hagan maestros muchos de ustedes, porque los que pretenden enseñar a los demás tendrás un juicio más exigente. Y el Evangelio directamente nos dice: no se hagan llamar maestros, como los fariseos, no se crean más que nadie.
Por eso el llamado a la conversión es también el llamado a un servicio humilde, y la pregunta principal no es: dónde puedo ganar más plata, sino donde puedo sacer lo mejor de mí para servir a la sociedad y para regalarle algo bello a este mundo, dónde puedo hacer feliz a otro, dónde puedo aportar.
Que el Señor les conceda acordarse siempre de estas preguntas porque sólo así se van a poder realizar como seres humanos. Llamado a la conversión en la Universidad.
Comentarios recientes