Las «Monjas de Pipinas» y su ferviente apostolado en la periferia rural.
Siguiendo con nuestras notas sobre las distintas vocaciones en la Iglesia platense, en adhesión al Año Vocacional Arquidiocesano, publicamos ahora sobre las Religiosas Misioneras de Jesús Siervo y Víctima; popularmente conocidas como las “Monjas de Pipinas”, por la labor pastoral que realizan en la localidad de Pipinas. Su carisma es la evangelización donde no hay sacerdotes residentes, las periferias rurales. Y llegaron a la Arquidiócesis invitadas por nuestro Arzobispo, Mons. Héctor Aguer, en 2005.
El 11 de junio de ese año, memoria de San Bernabé, apóstol, Mons. Aguer, erigió la Vicaría Inmaculada Concepción, con jurisdicción en los poblados de Pipinas, Monte Veloz, Luján del Río, y los que se encuentren en la zona hasta el río Samborombón. Y, dada la escasez de sacerdotes, encomendó al Instituto religioso “una especial participación en la actividad pastoral, -señalaba entonces- bajo mi dirección y directa dependencia en orden a la evangelización, el anuncio de la Palabra de Dios y la catequesis; la visita de las familias y en particular de los enfermos, la celebración piadosa de la Liturgia de la Palabra y los sacramentales, promoviendo la adoración del Señor presente en la Santísima Eucaristía”. Igualmente autorizó a las religiosas “a administrar el santo sacramento del Bautismo cuando no sea posible para ello disponer de la presencia de un ministro ordinario”. Cuando pueden, los sacerdotes de la vecina parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de Verónica, concurren a la Vicaría a celebrar los sacramentos.
Sacrificadas, fervorosas y siempre alegres, las hermanas comentan entre sonrisas que “estamos más allá de las periferias. Nuestra labor comienza donde terminan los asfaltos; por eso, nos preparamos también para ir a los lugares más alejados, hasta en mulas, vadeando arroyos y otros cursos de agua, y superando los distintos accidentes geográficos”.
La actual comunidad de Pipinas está integrada por la Madre Benedicta, Superiora, oriunda de Sampacho, Córdoba; la Madre María Margarita, de Arequipa, Perú; la Madre Eliana, también de Arequipa, y la más joven es la Madre Benjamina, de San Antonio de los Cobres, de Salta. La Madre Benedicta dijo de esta última que «en efecto, le hace honor a su nombre, ya que es la más joven de la casa». Y agrega, con inocultable satisfacción que «es un fruto vocacional de nuestro centro misionero salteño».
Sobre la labor que realizan en la zona destaca que «si bien no estamos muy alejadas de las grandes ciudades, vivimos de cualquier modo en un desierto espiritual. El secularismo se hace sentir; y debemos doblegar, por lo tanto, nuestros esfuerzos misioneros».
Destacó, al respecto, que «vamos notando que las mayores dificultades suelen darse en la edad intermedia. Poco a poco va creciendo el número de los niños de catequesis; y con las personas mayores, que ya no pueden trasladarse, podemos hacer bastante apostolado. Les llevamos la Comunión, animamos los grupos de oración en sus hogares, y las ayudamos a darle sentido al sufrimiento, en la Cruz de Cristo. Los que más nos cuestan, por lo general, son los padres de los niños; buscamos, entonces, que Jesús llegue a ellos por sus hijos».
Con relación al Año Vocacional Arquidiocesano destacó que «estamos muy felices con esta iniciativa de nuestro Arzobispo. Y nos hemos propuesto, por de pronto, ayudar a redescubrir la gracia del Bautismo, y su consecuente llamado universal a la santidad. Por eso estamos festejando el Día del Bautismo, con los distintos grupos. Cuando algún sacerdote viene a celebrarnos la Misa, aprovechamos para renovar con los niños de catequesis las promesas bautismales. Y, de a poco, lo vamos haciendo también con los adultos. ¡Dios quiera que este Año sea bendito con muchas y santas vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales!… ¡Y que hasta por internet -como se está dando ahora- se planteen inquietudes vocacionales…!».
El Instituto cuenta con más de 500 religiosas, presentes en Italia, Cuba, Perú, Uruguay, Argentina, Bolivia, Chile y Paraguay. Su Casa General está en: Caravelí, Arequipa (Perú). Y, en Argentina, sus casas se ubican en: El Toledano 1026, esquina Sarmiento (5601) San Rafael, Mendoza. Tel: (0260) 443 4801; Comandancia Frías (Obispado de Roque Sáenz Peña), Chaco. Y, en Pipinas, avenida 10 entre 11 y 13 (Tel. 02221) 492-296.
Fundación peruana de un obispo alemán
Las Misioneras de Jesús Siervo y Víctima son un Instituto Religioso de Derecho Pontificio fundado por Mons. Federico Kaiser, en 1961, en la Prelatura Apostólica de Caravelí (Perú). Cuando en 1957 Mons. Kaiser llegó a la región andina de Caravelí, se encontró con una jurisdicción de 30.000 Km2, sin ninguna religiosa y con sólo diez sacerdotes. Por ello fundó este Instituto: para la preparación del camino al sacerdote. Sostienen las consagradas que “deseamos aliviar el abandono de nuestros fieles y mitigar su hambre de Dios, ofreciéndoles atención religiosa lo mejor que podamos. Bien sabemos que no podemos sustituir al sacerdote, pero le preparamos el camino”.
El carisma apostólico del Instituto consiste en trabajar en los lugares más alejados, abandonados y pobres, que carecen de sacerdotes residentes. Las religiosas realizan labores de enseñanza de la doctrina católica, forman catequistas, llevan los libros parroquiales, imparten religión en las escuelas, etc. Tienen facultades para administrar el bautismo, celebrar servicios religiosos (paraliturgias), administrar la Sagrada Comunión, asistir a los matrimonios, atender a los enfermos y moribundos, y realizar funerales y entierros. Este apostolado va dirigido y orientado a que por lo menos cuatro veces al año, un sacerdote pueda visitar las comunidades donde trabajan las Misioneras.
“No estamos solas, Él va con nosotras”.
En cada casa religiosa viven, por lo general, seis o siete Misioneras formando una comunidad fraterna, y procurando con sus vidas dar razón y respuesta de la excelencia de la vida consagrada, don de Dios. La misión la realizan durante todo el año y siempre a partir de una vida contemplativa y comunitaria, según el espíritu de su Padre Fundador: “Vivan siempre juntas y alegres”. Durante días, dada la complejidad de las comunicaciones en aquellos parajes remotos, viven fuera de casa, y tras regresar se dedican a la oración litúrgica y personal, de donde sacan nuevas fuerzas para el regreso a la misión. Ofrecen sus vidas en oblación por todos los pueblos que no tienen la presencia de un sacerdote, vida que si es preciso es ofrecida en el martirio de la fidelidad por las vocaciones sacerdotales.
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