La Iglesia platense peregrinó a Luján.
Reina, Señora y Madre de la Patria.
La Iglesia platense, siguiendo una tradición iniciada en 1899, realizó este sábado 14 de mayo, fiesta de San Matías, apóstol, su 117º peregrinación arquidiocesana a Luján. El lema de esta nueva convocatoria fue: En este Año Santo de la Misericordia, recurramos al amor materno de María.
La Santa Misa de los peregrinos se celebró en el Santuario Nacional, a las 11. Y, a las 16, se rezó el Santo Rosario; que concluyó con la Bendición Eucarística.
Una nutrida concurrencia -que superó, según las estimaciones, las últimas convocatorias- asistió a la celebración eucarística presidida por el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer; y concelebrada por sus Obispos auxiliares, Mons. Nicolás Baisi, y Mons. Alberto Bochatey, y decenas de sacerdotes diocesanos y religiosos, destinados en los cinco partidos (La Plata, Berisso, Ensenada, Magdalena y Punta Indio), que integran la Arquidiócesis.
Al término de la celebración se invitó a todos los presentes a la Santa Misa de Corpus Christi, que se celebrará el próximo sábado 28 de mayo, a las 15, en la Catedral de La Plata; con posterior procesión eucarística hacia la plaza Islas Malvinas (a cinco cuadras), donde tendrá lugar la Jornada de la Misericordia. Allí, en distintos puestos, se representarán las catorce obras de misericordia (espirituales y corporales); y se mostrarán las distintas iniciativas arquidiocesanas en que se concretan.
Mons. Aguer, en su homilía, siguiendo con lo que adelantó en su mensaje «Nuestro futuro está en Luján», de convocatoria para esta nueva peregrinación (que puede leerse más abajo), reiteró que nuestra sociedad «está descristianizada y, por lo tanto, deshumanizada». El texto completo y oficial de su homilía lo daremos a conocer en un nuevo envío.
El sábado posterior a la solemnidad de la Virgen de Luján (8 de Mayo), la Arquidiócesis platense, en pleno, concurre a los pies de María. Parroquias, movimientos, colegios, asociaciones y grupos, siguiendo la tradición, van a encomendar sus apostolados e intenciones, a la Madre de Dios. Y comparten, igualmente, la mesa fraterna y momentos de recreación. Al crearse la diócesis platense, en 1897, Luján estaba bajo su jurisdicción. Y, allí, nació su Seminario, en 1922.
Distintos grupos y asociaciones, infantiles y juveniles, volvieron a dar muestras de su fervor y alegría. Y la Banda del Colegio San Vicente de Paúl, concluida la Misa, en las escalinatas de la Basílica ofreció un variado repertorio de marchas y canciones patrias.
Este es el texto completo y oficial del mensaje de convocatoria a la peregrinación que, en su momento, escribiera Mons. Aguer:
Nuestro futuro está en Luján
Mensaje para preparar la peregrinación arquidiocesana.
A los sacerdotes, a los religiosos, religiosas y demás personas consagradas,
a los miembros de las instituciones y movimientos de apostolado y espiritualidad.
A todos los fieles de la Arquidiócesis.
Cada año, la peregrinación arquidiocesana a Luján constituye uno de los acontecimientos principales en la vida de la Iglesia Platense. Pero debemos reconocer que en este Jubileo Extraordinario del Año de la Misericordia, el gesto habitual de visitar juntos a Nuestra Señora, a Nuestra Madre, entrañablemente nuestra, resulta enriquecido por significados múltiples que nos estimulan a peregrinar con mayor entusiasmo. Me refiero a un entusiasmo que no es meramente psicológico, sino espiritual; pienso que corresponde suscitar en nosotros -y pedirlo como una gracia- un mayor fervor de caridad. Iremos en busca de purificación, de libertad interior, de un mayor amor a Jesucristo y a su Iglesia, para que podamos acercarnos al ideal que para este período nos ha propuesto el Papa Francisco: ser misericordiosos como el Padre. Un ideal que, en realidad, es meta de la existencia cristiana: felices los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia (Mt. 5, 7). ¿A quién pedir ayuda para obtener y realizar esa bienaventuranza, sino a la Mater Misericordiae? Obtener y realizar -digo- porque se trata de un don gratuito y a la vez de una tarea laboriosa; sin contradicción alguna entre ambas dimensiones, porque así es de misteriosa y arriesgada la existencia del cristiano.
Vamos a pedir perdón por la intercesión de la Inmaculada, y a proclamar que deseamos imitar la actitud interior y la disponibilidad plena de la Servidora del Señor. En su Magnificat ella afirma que Dios se prendó de su tapéinosis; ésta es la palabra griega que aparece en el Evangelio (Lc. 1, 48) y significa pequeñez, humildad, sencillez, pobreza. La arrogancia, la codicia, la ambición de poder y el amor al dinero arruinan al mundo -y a la Argentina en él- multiplican la miseria material y espiritual, pisotean la dignidad y los derechos de los pobres. La pertinacia de las ideologías, el afán de lucro de los mercaderes de la diversión, la desvergüenza de los degenerados que se apoderan de los medios de difusión y de muchos ámbitos de la cultura, todos estos males vacían el alma de multitudes de jóvenes y los dejan a la deriva, sin norte ni sentido de la vida. Por no hablar de los criminales organizados en la red mafiosa del narcotráfico con sus múltiples ramificaciones de asociados que desde ya se van haciendo dignos del infierno. Asombra la incuria y aun la complicidad de los responsables, la distracción o ingenuidad de quienes podrían y deberían velar para que no resulte enajenado desde ya el futuro de nuestra sociedad. El proceso de deshumanización marcha al compás de la descristianización. Pero esa calamidad creciente puede cesar. Que cada uno de nosotros haga su parte y todo puede cambiar. La misericordia que se nos pide ejercer es ocuparnos de los pobres del cuerpo y del alma, de los miserables sobre cuya miseria debe inclinarse nuestra misericordia. Porque todos ellos son amados por el Padre misericordioso, por eso nosotros no podemos eludir el compromiso de amarlos y de procurar su bien. Debemos ser misericordiosos porque nosotros mismos necesitamos que Dios lo sea con nosotros, y si no lo somos él no lo será.
Quizá, queridos hermanos, estos pensamientos les parezcan abrumadores, pesimistas. Leamos en el Antiguo Testamento los clamores de los profetas de Israel, y en el Nuevo la seriedad de las palabras de Cristo y de los Apóstoles que llaman a la conversión. No es un buen método barrer la basura y esconderla bajo la alfombra. Es preciso limpiar de verdad.
Preparemos entonces nuestra peregrinación de este año acomodando bien en nuestro corazón las intenciones que deseamos depositar a los pies de la Virgen de Luján. Pero asimismo -sobre todo, diría- ayudémonos para que si es posible, ¡y por qué no lo será! este año el número de peregrinos platenses duplique el número de quienes participaron de la anterior peregrinación. La situación económica es muy difícil, por eso digo: ayudémonos; que especialmente de nuestros barrios periféricos ningún católico, ninguna familia que no pueda pagar el pasaje se quede sin ir. Es un desafío a nuestra generosidad, a la capacidad de organización y a la comunión eclesial.
Pensemos cuántos frutos de gracia para esta Iglesia Platense pueden madurar en esas horas que pasemos en Luján, sobre todo si son cientos, miles, los que puedan fijar sus ojos un buen rato en la imagen pequeña y queridísima de la Patrona de la Patria, y dejarle allí su corazón.
Ayudémonos, decía. El Arzobispado, yo mismo, estamos dispuestos a cubrir alguna necesidad, pero el propósito ha de ser compartido por todas las comunidades de la arquidiócesis, de modo que unas ayuden a otras. No quiero olvidarme de esto: los colegios católicos, sus directivos, sus profesores, los niños y jóvenes que estudian en ellos, no pueden faltar. No se distraigan, por favor.
El 14 de mayo, entonces, nos veremos en Luján. El título que puse a este mensaje puede sonar como una exageración piadosa. No está sólo allí nuestro futuro, pero allí también, y esto es seguro, allí también está.
+ Héctor Aguer
Arzobispo de La Pl
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