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Homilía de Mons. Aguer en el Tedeum del 25 de Mayo (Texto completo y oficial).

 

Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata.

 

Publicamos, a continuación, la homilía del Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, en el Tedeum del 25 de Mayo. Este es el texto completo y oficial de sus palabras:

 

Gobernar con sabiduría, como un servicio

Homilía de la celebración de Acción de Gracias en el aniversario patrio

Iglesia Catedral, 25 de mayo de 2017

Las lecturas bíblicas que acabamos de escuchar han sido especialmente elegidas para esta celebración de nuestro aniversario patrio; fueron asumidas de la sección del leccionario litúrgico que ofrece aquellos textos considerados aptos para ilustrar sobre diversas necesidades, concretamente: por la patria, autoridades y organismos. El apóstol Santiago exhorta a vivir según la sabiduría; sophía en el original griego. Sobre esta virtud integral e integradora se habían explayado los antiguos filósofos paganos, pero aquel se refiere a un obrar en pra?tetisophías, es decir,según la sencillez y modestia de una sabiduría verdadera, que se opone a otra que llama terrena, sensual y demoníacadaimoni?d?s– fuente de rivalidad, discordia y toda clase de maldad (Sant. 3, 13-18). Antes ha identificado al auténtico sabio con el prudente, epist?m?n; si estas recomendaciones valen para toda comunidad -en la Carta del apóstol el destinatario eran las comunidades cristianas- valen con mayor razón y fuerza para los pastores de las mismas y, por extensión para cualquier gobernante, en especial si es un creyente.

El pasaje leído del Evangelio de Lucas (22, 24-30) resulta complementario. Se refiere a los discípulos de Cristo y a la tentación, siempre vigente entre ellos, hasta hoy, de sobresalir, de ser el mayor, el más grande –méidz?n-; Jésus interrumpe la discusión en la que ellos se habían entreverado sobre el tema proclamando la identificación entre mando y servicio, de modo que el que gobierna –hohegoúmenos– debe comportarse como el que sirve –hodiakon?n– La afirmación es típicamente evangélica y se funda en el ejemplo mismo de Jesús, el Verbo hecho carne. Pero, bien pensado el asunto, es de razón natural, si uno comprende la autoridad política de acuerdo con la tradición clásica acerca de un gobierno republicano y democrático. Así suelen proclamarlo los políticos mismos, sobre todo cuando están empeñados en la campaña electoral.

Desde aquel primer 25 cuyo aniversario recordamos, también lluvioso como el de hoy según ya se nos ha enseñado desde niños, lo más difícil ha sido probablemente, a lo largo de nuestra accidentada historia, asegurar la concordia en la sociedad argentina. Basta evocar, en una rápida recorrida de la memoria, la inmediata sucesión, desde aquella fecha, de gobiernos efímeros, los tanteos acerca de cómo institucionalizar la independencia que con fervor patriótico se había desencadenado, dejando de lado por amor a la brevedad,  el influjo de diversos factores externos y los costos de las guerras intestinas. Después de la que consideramos definitiva organización institucional, habría que mencionar las peripecias del régimen representativo, republicano y federal elegido, y reflejado en la Constitución histórica, así como su interrupción por intrusiones militares cada vez más cíclicamente frecuentes, que tampoco resolvieron los problemas, o defectos, o males, que según sus proclamas intentaban superar.

Me refiero ahora a algunos de aquellos asuntos siempre pendientes, sobre los cuales se intenta actualmente trabajar. Lo hago con sincera libertad y respeto.

Treinta y pico de años de continuidad democrática nos encuentran con un tercio de la población sumida en la pobreza, y los dos tercios restantes con más indiferencia que preocupación. El único camino legítimo es -¿quién se atreverá a negarlo?- la creación del trabajo genuino, no de remedos que disimulen su carencia, como sabemos que ha ocurrido.

Observo con pesar que la vida política -los partidos o alianzas quiero decir- es ganada fácilmente por ideologismos estériles. ¿Cómo se puede entonces gestionar con objetividad y eficacia? Es fácil que la organización estatal quede infiltrada por mafias adiestradas en el negocio de la corrupción; por eso resulta tan difícil superar este vicio que lamentablemente empaña nuestra identidad nacional. Hace falta un empeño sistemáticamente pensado, sin concesiones, valeroso. Y gente capaz de resistir atrayentes tentaciones.

Debo decir una palabra sobre los cuerpos legislativos, en todos los niveles. Me sorprende, y muchas veces me aterra la ligereza, la liviandad, el inaceptable apuro con que se sancionan ciertas leyes, incluso “en paquete”, y que “en paquete” son promulgadas por los respectivos Ejecutivos. ¿Sabrán lo que están haciendo, y lo que significa la ley, su valor, su peso, su influjo? En este campo, como en el de la acción política en general, cabe señalar que se respeta más al “colectivo” LGBT que a la opinión de la mayoría de los ciudadanos y, por supuesto, a la enseñanza de la Iglesia Católica. Quizá se teme a estos lobbies, claramente minoritarios pero con fuertes vínculos internacionales; es así como se ha alterado la legislación sobre el matrimonio y la familia, que reposaba sobre el orden natural y la ratio propia de la condición humana. A propósito de leyes: una muy reciente, provincial, convirtió en obligatorio el número mitológico de víctimas de la dictadura militar; ¡perdón, ahora hay que decir, también obligatoriamente, cívico-militar! No es así como se contribuye a escribir la historia verdadera, ni se promueve con estos dislates la unidad nacional, objetivo lejano, pero al que no es “argentino” renunciar.

El respeto a la división de poderes es un elemento esencial de un régimen republicano. Daba vergüenza escuchar al Jefe de Gabinete del Gobierno Nacional en su diatriba contra la Corte Suprema por el fallo del “dos por uno”, jurídicamente inobjetable según los expertos en la materia. El mismo sentimiento me provoca que el Congreso de la Nación tardíamente pretenda hacerlo inútil por ley. No importa que una agitada muchedumbre haya desbordado la Plaza de Mayo. Lo cierto es que todavía somos una casi-república.

En la sesión privada de ayer de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, el miembro correspondiente por Salta describió la trama inextricable de complicidades que hacen crecer impunemente, día a día, la audacia y la eficacia de quienes manejan el narcotráfico en el norte de nuestro país. A continuación, varios de los académicos de número, en el intercambio que habitualmente sigue a las ponencias, señalamos que además de la relevancia política concreta que ha de otorgarse a este problema gravísimo para encaminar a pleno cumplimiento la intención del actual gobierno, se debería actuar no sólo contra la oferta, sino también contra la demanda. Quiero decir: la lucha contra los narcotraficantes debe ser sin cuartel, pero asimismo se requiere una acción más amplia para la recuperación de adictos y un trabajo incansable de prevención, de educación; de esto dependen las futuras generaciones de argentinos. Se trata de una cuestión a la vez moral y política, en la cual sería trágico soslayar la referencia trascendente. Un filósofo ateo del siglo pasado, Jean-Paul Sartre, pronunció la sentencia: Si Dios no existe, todo está permitido. Tenía razón; sería imposible distinguir fundadamente el bien del mal. Pero Dios existe, y por lo tanto hacia él debe dirigirse la mirada de nuestra inteligencia y de nuestro corazón para comprender cada vez mejor el orden sapientísimo y bello que ha impreso en el cosmos y en la criatura humana. La verdad, la bondad y la belleza son nuestra herencia, personal y colectiva.

Ahora, como es tradición en las fiestas patrias, ofrecemos al Señor el canto del Tedeum. Himno ambrosiano se lo llama, por su atribución a San Ambrosio, obispo de Milán e insigne Doctor de la Iglesia del siglo IV. Es un poema sencillo y profundo a la vez, en el cual alabamos al Dios Uno y Trino, le damos gracias por los beneficios que de El hemos recibido; es una profesión de fe y una apelación a su misericordia.

A este canto se sumarán las peticiones que han de completar la celebración. Nuestras intenciones personales hoy se reúnen para pedir al Señor por nuestra Patria, por todo el pueblo argentino y sus necesidades. Hemos de suplicar para nuestros gobernantes aquella sabiduría serena –praéiasophía, se dice en el griego bíblico- de la cual nos hablaba el apóstol Santiago, para que puedan promover la concordia en la resquebrajada sociedad argentina. ¡Qué los libre de la otra, que el mismo apóstol llama terrena, sensual y demoníaca! Esta es, en realidad, un contagio de la astucia del Padre de la Mentira. Que el gobierno de todos los que gobiernan sea auténtico ejercicio de prudencia, y por lo tanto, un servicio…iba a decir: desinteresado. ¿Es posible una generosidad semejante en los políticos “de carrera”? Sí, es posible; los ha habido, y quizá los haya también hoy. Si la prudencia del gobernante no es medrosa, sino ecuánime, justa, valiente, su desinterés será el interés por aquellos que esperan una Argentina mejor. Los encomendamos a todos a la sabiduría misericordiosa de nuestro Dios y a la intercesión de nuestra Patrona, la Virgen de Luján.

+ Héctor Aguer

Arzobispo de La Plata

 

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