Fueron instituidos tres Acólitos y un Lector, en el Seminario Mayor San José de La Plata.
El obispo auxiliar de La Plata, Mons. Nicolás Baisi, instituyó tres Acólitos y un Lector. Lo hizo en una Misa, celebrada este sábado 13 de junio, conmemoración del Inmaculado Corazón de María, en Ia Iglesia del Seminario Mayor San José de La Plata. Los tres seminaristas platenses, que fueron instituidos Acólitos son: Guillermo Encinas, Lucas Torres Lombardo, y Gastón Zaniratto. Y Santiago Alemán, recientemente admitido como candidato al Orden Sagrado, recibió el Lectorado.
En su homilía, Mons. Baisi, se refirió al misterio de los dos Corazones, «el de Jesús, al que celebramos ayer, y el de María, al que celebramos hoy. Como nos dice el Evangelio que acabamos de proclamar (Lc 2, 41 – 51), la Virgen conservaba todo lo que salía del Corazón de Jesús, en su Corazón. Todos los ministerios en la Iglesia solo son fecundos desde el Corazón de Jesús, y del Inmaculado Corazón de María».
Los tres nuevos Acólitos cursan actualmente el Tercer Año de Teología, y los sábados realizan apostolado en diversas parroquias platenses. Por su parte, el nuevo Lector cursa el Primer Año de Teología, y los sábados realiza apostolado en el Hospital de Niños «Sor María Ludovica».
Según la carta apostólica Ministeria quaedam (Algunos ministerios) (15 de Agosto de 1972), del Beato Pablo VI, «el Lector queda instituido para la función, que le es propia, de leer la palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Por lo cual proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la Misa y en las demás celebraciones sagradas; faltando el salmista, recitará el Salmo interleccional; proclamará las intenciones de la Oración Universal de los fieles, cuando no haya a disposición diácono o cantor; dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel; instruirá a los fieles para recibir dignamente los Sacramentos. También podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos. Para realizar mejor y más perfectamente estas funciones, medite con asiduidad la Sagrada Escritura».
Agrega, asimismo, que «el Lector, consciente de la responsabilidad adquirida, procure con todo empeño y ponga los medios aptos para conseguir cada día más plenamente el suave y vivo amor, así como el conocimiento de la Sagrada Escritura, para llegar a ser más perfecto discípulo del Señor». En cuanto al Acólito indica que «queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote. Es propio de él cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la Misa; además distribuir, como ministro extraordinario, la Sagrada Comunión cuando faltan los ministros ordinarios, o están imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral; o también cuando el número de fieles que se acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la Misa.
Añade que «en las mismas circunstancias especiales se le podrá encargar que exponga públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva; pero no que bendiga al pueblo. Podrá también -cuando sea necesario- cuidar de la instrucción de los demás fieles, que por encargo temporal ayudan al sacerdote o al diácono en los actos litúrgicos llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes. Todas estas funciones las ejercerá más dignamente participando con piedad cada día más ardiente en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más profundo conocimiento de la misma».
Se pide, también, que «el Acólito, destinado de modo particular al servicio del altar, aprenda todo aquello que pertenece al culto público divino y trate de captar su sentido íntimo y espiritual; de forma que se ofrezca diariamente a sí mismo a Dios, siendo para todos un ejemplo de seriedad y devoción en el templo sagrado y además, con sincero amor, se sienta cercano al Cuerpo Místico de Cristo o Pueblo de Dios, especialmente a los necesitados y enfermos».
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