Este jueves 15 ingresaron nueve seminaristas en La Plata.
Como broche del Año Vocacional Arquidiocesano, este jueves 15 de febrero ingresaron nueve seminaristas en el Seminario Mayor San José; seis pertenecientes a la propia Arquidiócesis de La Plata, y tres a la Diócesis de Mar del Plata. La Santa Misa fue presidida por el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer; con quien concelebraron el Obispo de Mar del Plata, Mons. Gabriel Mestre, y varios sacerdotes de Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata.
Los ingresantes tienen entre 17 y 28 años. Varios de ellos, en los últimos tiempos, participaron activamente en las distintas ediciones de la Misión Juvenil Arquidiocesana, Aventura, Pascua Joven, Creo para entender, y otros espacios de evangelización y discipulado , como scouts católicos. Algunos ingresaron inmediatamente después de concluir el secundario; y otros luego de haber tenido alguna experiencia laboral, y cursar -incluso hasta muy avanzadas- carreras como psicología, docencia y periodismo. Uno llegó a descubrir su vocación mientras estudiaba meteorología, en la Capital Federal.
En su homilía, Mons. Aguer, destacó que «el camino para el cristiano es seguir a Jesús, ya que el mismo Jesús es el Camino (Jn 14, 6); marchar detrás de Él, reditando la antigua figura del grupo de discípulos que iba en pos de su maestro escuchando admirado su enseñanza, para identificarse con su vida… La respuesta de la fe es un rayo de luz que trae esperanza y luz en la noche de una cultura como la que hoy se extiende en la sociedad, en la cual el hombre, orgullosamente encapsulado en sí mismo, vive a pesar suyo una cuaresma sin pascua».
Agregó que «Jesús sigue llamando a lo largo de los siglos, y hace partícipes a los presbíteros de su propio sacerdocio, por medio del obispo que posee la plenitud del mismo en cuanto sucesor de los apóstoles. En ocasiones ese llamado es una convicción espontánea, que se afinca tempranamente en el alma de un niño, en otras surge en el muchacho durante una adoración eucarística, o es precipitada por la experiencia de un retiro o una misión; a veces debe remontar numerosos obstáculos, como por ejemplo la oposición de la familia, que no alcanza a comprender este fenómeno singular; siempre es objeto de un discernimiento que quizá lleva años, sobre todo cuando el elegido intenta distraerse y hurtarse a las señales que el Señor repite con insistencia. Puede modelarse la vocación con referencia a la figura de un sacerdote, cuando la aspiración dice: ‘quiero ser como él’. Existen también ‘vocaciones tardías’; así se las llamaba antes, aun cuando no lo eran tanto, simplemente que el joven no había entrado a los trece años a un seminario menor; en la actualidad las hay tardías y excelentes, de profesionales bien dotados que pueden aportar mucho a la obra de la evangelización»
Cómo saber que se tiene vocación
El prelado se preguntó, seguidamente, «¿cómo sabe uno que tiene vocación, que ha sido llamado y recibido la gracia de la vocación sacerdotal?. Yo suelo decir que se la reconoce en dos elementos claves: querer y poder. El querer significa, obviamente, la voluntad, la aspiración y el deseo que se concretan en una decisión; ésta, en los años trascurridos en el seminario tiene que purificarse y robustecerse con la ayuda de los formadores y el consejo de un padre espiritual. El poder indica que al candidato ‘le da el cuero’, como decimos vulgarmente; que él lo percibe así, y en el proceso de discernimiento se revelan condiciones básicas favorables. El currículo formativo, apoyado sobre ellas, ofrecerá los contenidos de orden intelectual, espiritual y pastoral que ayuden a configurar una personalidad sacerdotal. La vocación queda asegurada cuando el obispo llama y elige el día de la ordenación. Como escribió Bernanos en su Diario de un cura rural, todo es gracia…
«Queridos muchachos: los recibo hoy con alegría y esperanza en el ingreso de ustedes a este histórico Seminario Mayor San José, que dio hombres insignes a la Iglesia. Ustedes, junto con los compañeros que van avanzando hacia la meta en distintos niveles, son el futuro. Sean fieles y dejen que Dios complete y perfeccione la obra que recién inicia, aunque los conoce, los ama, y los ha elegido desde toda la eternidad. Los años de seminario están destinados a cerciorarse, ustedes y nosotros -los que por nuestro cargo somos responsables- de la realidad de esa elección».
La dura exigencia de seguir a Jesús
Agregó: «Hemos escuchado en el Evangelio que Jesús propone una dura exigencia: El que quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, y habla de perder la vida por Él (Lc 9, 23 s.). En eso consiste la auténtica realización, la verdadera ganancia. Recuerdo a propósito unas expresiones de Benedicto XVI: quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada -absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. Solo con esta amistad se abren de par en par las puertas de la vida. Solo con esta amistad se abren las grandes potencialidades de la condición humana. El pontífice hablaba a todos los jóvenes cristianos, pero creo que con mayor razón esas palabras valen para aquellos que desean, como los apóstoles en la última cena, oír que les dice el Señor: yo los llamo amigos… soy yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero (Jn 15, 15 s.). Ya las han oído ustedes queridos hijos, y sin embargo ellas deben resonar más íntima y poderosamente en sus corazones, a medida que crezcan y maduren en la amistad con Jesús. De eso se trata principalmente.
«¿Qué más puedo decirles?. Asuman con sencillez y alegría el ritmo de vida del seminario, la oración, el estudio y la caridad fraterna; cada día es importante, en él y en las pequeñas cosas se vive la entrega al Señor. Déjense formar, con humildad y obediencia a los sacerdotes que están al servicio de ustedes en nombre de Dios y por encargo del obispo. Yo estoy a disposición de todos; no vacilen, cuando quieran o lo necesiten, en llamarme a conversar y exponer sus inquietudes. Los seminaristas saben que ocupan un lugar de privilegio en mi corazón. Me atrevo a apropiarme de las palabras que el apóstol Pablo escribió a los tesalonicenses: ¿Quién sino ustedes son nuestra esperanza, nuestro gozo y corona de la que estaremos orgullosos delante de nuestro Señor Jesús el día de su venida?. ¡Sí, ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo! (1 Tes 2, 19 – 20).
Palabras a los familiares
Finalmente, Mons. Aguer, dirigió «unas palabras a los padres, hermanos, y demás familiares de los nuevos seminaristas; palabras de comprensión y cercanía, dirigidas especialmente a quienes quizá les ha costado mucho aprobar la decisión del hijo, y de felicitación para todos. La decisión vocacional es un ejercicio de libertad, que no se puede censurar en un joven a quien la gracia de Dios ha dotado de una anticipada madurez. Algo análogo a lo que ocurre en el enamoramiento y la resolución de casarse, o de ‘vivir en pareja’. como desgraciadamente es frecuente hoy día. Es una figura clásica, real o ficticia, que las suegras detesten a las nueras. Pero en el caso de un seminarista, la ‘nuera’ será cuando se ordene, nada menos que la Iglesia. Porque el celibato sacerdotal es un desposorio místico con la Iglesia, simbolizado en el anillo del obispo. Una joya exquisita y costosa, el celibato no el anillo, propia de la Katholiké, de la Iglesia Católica en la que se realiza la totalidad de lo humano en virtud de la Encarnación, de la humanidad Santísima del Dios Salvador, Jesús».
Finalizó diciendo que «la relación del seminarista y luego del sacerdote, con su familia de origen será la misma y a la vez distinta de la que vivía antes de ser llamado. Ahora estos jóvenes se entrenarán para ser padres de la gran familia eclesial, y los fieles en efecto los llamarán ‘Padre’. Pero su única familia carnal es y será aquella en la que nacieron, que no debe interferir indebidamente en la vida y el ministerio del sacerdote, y sin embargo será su seguro reparo de confianza y cariño, a la vez que ella se enriquecerá espiritualmente con la gracia de una predilección divina. En suma -concluyó-, queridos padres, hermanos, familiares, no los pierden a Nahuel, Pablo, Martín, Valentín, Kevin y Nicolás, y a los seminaristas marplatenses; al contrario, Dios los toma para sí, y ustedes los ganan para siempre. Por eso, ¡felicitaciones!…».
La permanente presencia de Mons. Schoeffer
En declaraciones a la prensa, el padre Diego Bacigalupe, director del Propedéutico (Introductorio), que estará a cargo de los nuevos seminaristas, en este año de su ingreso, «agradeció la generosidad de nuestros benefactores; especialmente del Movimiento Familiar Cristiano, del Serra Club (que promueve las vocaciones sacerdotales) y de otros donantes. Quiero destacar, de modo especial, la donación anónima de útiles, material didáctico y libros que nuevamente llegó a nuestras manos, con la leyenda «En memoria de Mons. Jorge Schoeffer». En verdad, nuestro inolvidable amigo, consejero y Director Espiritual del Seminario, nos sigue ayudando desde la eternidad. Él que tanto hizo, espiritual y materialmente por los seminaristas, sigue siempre presente entre nosotros».
Etapa fundamental de la formación
El año de ingreso al Seminario tiene como objetivos: iniciar a los jóvenes en todos los aspectos fundamentales de la formación al presbiterado; llevar a un nivel suficiente y homogéneo su preparación humana, cultural y religiosa; y ayudarles a profundizar el discernimiento vocacional, a fin de que puedan hacerse cargo de las exigencias de la formación sacerdotal y de la vida en el seminario mayor. Esto implica un programa en el cual se capacita al joven para que pueda responder a un proceso de crecimiento humano, cultural y religioso.
Incluye formación humana; formación en prácticas básicas de espiritualidad; fomento de la vida en comunidad y una nivelación elemental de conocimientos. En este sentido, se apunta a elevar el bagaje cultural de los ingresantes, en vista de la filosofía y de la teología.
El Seminario Mayor San José de La Plata, que cumplirá cien años en 2022, está ubicado en calle 24 Nº 1630, frente al parque Castelli. Y su teléfono es: (0221) 451-3617.
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