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“Este aceite perfumado nos hace pensar en un Dios que unge para derramar vida, fuerza, consuelo y aliento”

Este miércoles en la Catedral, el Arzobispo Víctor Fernández celebró la Misa Crismal en presencia de todo el clero de la arquidiócesis, religiosas, religiosos, laicos, comunidades parroquiales y de jóvenes misioneros. Es un orgullo “ver a los hermanos unidos”, destacó.Mirando atentamente a todos los presentes, y especialmente a los sacerdotes, Mons. Fernández recordó que “esta Misa tiene un especial significado eclesial porque aquí está la Iglesia diocesana presidida por el Pastor que Cristo le puso”. “Es un signo potente ver hoy a todos los sacerdotes con los fieles, todos juntos, porque a través de esta Iglesia unida el Señor quiere bendecir a su pueblo”, continuó.Añadió que “la comunión eclesial tiene un efecto misterioso: nos sostiene a nosotros y brilla a los ojos del pueblo de Dios”“Que esto, que se expresa en esta Misa, sea una realidad también en el corazón y en la vida de cada uno, para no contradecir con la realidad personal lo que se expresa en la Liturgia”, deseó.En ese sentido, además, el Arzobispo agradeció una vez más a todos los sacerdotes y ofreció “como suave aroma, cada uno de los esfuerzos y cansancios de ustedes: cada bautismo, cada absolución, cada Misa, cada palabra de aliento, cada bendición, cada ayuda a los pobres, y también cada mal momento, cada ingratitud recibida, cada situación dura, y también ese dolor escondido de la propia infidelidad y de la poca entrega que uno le ofrece a Dios. Hoy, todos juntos ofrendamos al Señor cada gesto de nuestro ministerio sacerdotal y cada buen deseo”.Explicó también que “esta Misa se llama crismal por el crisma, el aceite perfumado que se usa para ungir. Este aceite perfumado, estos óleos que se destacan en la celebración de hoy y que los sacerdotes llevarán a sus comunidades, nos hace pensar en un Dios que unge para derramar vida, fuerza, consuelo y aliento; y como a Él le gusta ungir a sus amados. A los sacerdotes nos evoca la propia unción que hemos recibido, signo de una mirada de amor. Y a todos los fieles nos recuerda el propio bautismo. Celebrémoslo, demos gracias por él».En un gesto de plena sinceridad, el arzobispo reconoció que “a veces nos falta el perfume de Dios, a veces lo perdemos, nos volvemos incapaces de percibirlo, asfixiados y atontados por tantas cosas: por lo engaños de este mundo, por el exceso de datos y noticias, por el estilo de vida que llevamos, por darnos manija, por tantas cosas, nos vamos perdiendo el perfume de Dios. Y así también nuestro ministerio pierde ese perfume que atrae, que seduce, que alegra”.Por eso, pidió que “el Señor nos conceda reconocer su perfume, gustarlo en medio de nuestros propios problemas y cansancios, y responder con nuestro propio incienso perfumado, que son nuestros actos de amor”“Fuimos ungidos para ungir y frente a las dificultades nuestra mejor salida es ser más padres, más pastores para nuestro pueblo”, exclamó.Luego pidió a cada uno de los miembros del clero, “en nombre del Señor, que vivan con intensidad esta Semana santa. Son unos días para volver al primer anuncio. Por favor, hablen de Jesucristo, anuncien el kerygma que es lo más hermoso que tenemos para decir, y anúncienlo hasta conmoverse, hasta ponerse de rodillas, hasta llorar de gratitud si es posible. No pierdan esta oportunidad de renovación personal”.Y a todos instó a que estos días de especial gracia “nos sirvan para renovar esa unción que hemos recibido como bautizados para dejarla actuar en nosotros, y así podremos decirle: no a la tristeza, no al abandono, no al miedo inútil, no al egoísmo, no a tantos sentimientos dañinos”.Esa unción es para “dar también buenas noticias y en el mundo de hoy necesitamos ser ungidos, y recibir así la capacidad de una mirada sobrenatural. Porque sin su unción no tenemos buenas noticias, sin esa unción no nos quedan más que repetir lo que dice el mundo violento y vacío. Si hemos sido ungidos, de nosotros pueden brotar otras palabras, esas que sanan, que levantan a los pobres, que liberan, que consuelan a los afligidos”.Finalmente y como intención principal de esta Misa, Mons. Fernández invocó al Señor, por su infinito poder, que “renueve en cada uno de ustedes el fervor, la ternura, la gratitud, el sereno gozo de la unción recibida. Y que, cada uno a su manera, sean felices y fecundos”.



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