El Arzobispo invitó a vivir la relación con Cristo presente en la Eucaristía como «presencia, deseo e impulso»
El sábado 22, en una Iglesia Catedral colmada por una multitudinaria presencia de fieles, religiosos, religiosas y alumnos de los diversos colegios de la Arquidiócesis, que portando las banderas, acompañaron al Arzobispo Víctor Manuel Fernández quien presidió la Solemnidad del Corpus Christi, fiesta que celebra la presencia real de Cristo en la Eucaristía y que tiene una antigua tradición en la ciudad.
La fiesta se inició con la procesión fuera del templo, en la que se elevó en lo alto el Santísimo Sacramento y que fue escoltado por todo el clero, junto a un masivo acompañamiento de fieles que peregrinaron por las calles de la ciudad, entre cánticos y oraciones.
Luego de la procesión, Mons. Fernández celebró la Santa Misa y instó a los presentes a reflexionar sobre el significado de la Eucaristía, ofrecido como sacrifico por todos. Allí, recordó que la misma posee un valor “que decimos es la fuente de toda la vida cristiana, y al mismo tiempo la cumbre, donde llevamos toda nuestra vida”.
Sin embargo, Mons. Fernández invitó a analizar “otra convicción de la Iglesia Católica”, además del gran valor de la Misa “que decimos que es la fuente de toda vida cristiana”. “Cristo no se hace presente solamente en la celebración de la misa, sino que se queda y su presencia subsiste en la Eucaristía después de la celebración para ser llevada a los enfermos, guardarse en los sagrarios y ser adorada”, subrayó.
Así pues, propuso tres palabras en las que consideró que puede pensarse una relación con Cristo en la Eucaristía, “Presencia, Deseo e Impulso”.
La primera de ellas, “Presencia”, convoca a mirar detenidamente a que Cristo “se haya quedado en la Eucaristía es parte de su lógica sobrenatural, es parte de la sed que tiene de nosotros. Desde que nos creó, el Dios amante quiso estar más y más con nosotros y entre nosotros”. “Hoy salió con nosotros, por las calles. ¡Qué hermoso!, en la calle irrumpió el Santo, y la calle se volvió alabanza”, expresó.
Asimismo, Mons. Fernández aclaró que “esa presencia de él entre nosotros nos hace peregrinos y mientras somos peregrinos en esta tierra, es él que nos persigue aun cuando andamos por caminos tortuosos y errados, es él que busca por todas partes a la oveja perdida”.
La segunda palabra, “Deseo”, también “le da sentido a este día, porque si de verdad él se quedó en la Eucaristía, que otra actitud cabe más que desearlo más y más, y tener ganas de que la unión de haga más y más intensa hasta llegar a comerlo y fundirnos en un solo amor?”.
En ese sentido, el Arzobispo advirtió sobre la importancia en no dejar “que se enfríe ese deseo, así como “no permitir que se vaya apagando la sed” y “que el mundo te arroje de nuevo a la superficialidad vacía”.
La última palabra, “impulso”, significa “estar ante el señor Eucaristía no nos deja quietos, nos impulsa, nos mueve, nos lanza. Pero también es impulso de transformación del mundo, de misión, de entrega apostólica y social”, señaló el Arzobispo, quien añadió que es un “impulso para que nos metamos más adentro del mundo para renovarlo con la fuerza de ese alimento que todo lo transforma”.
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