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 “Con Jesús vivo, nuestro corazón está asentado sobre una base firme”

 

 

 

El Arzobispo presidió la solemne Vigilia Pascual en la Iglesia Catedral, que congregó a muchos miembros de la comunidad que vivieron con profunda reflexión la resurrección de Jesucristo.

Conforme lo marca la tradición litúrgica, el templo se oscureció en su totalidad y el Arzobispo caminó junto a sus concelebrantes hacia las afueras del mismo. Una vez delante del pórtico central, Mons. Fernández bendijo el atrio que contenía el fuego ardiente y encendió el Cirio Pascual con el que comenzó la procesión hacia el altar, por la nave central.

En la Homilía, el Arzobispo expresó que “hoy contemplamos un sepulcro vacío y a un Cristo desbordante, feliz, luminoso, vestido de una luz infinita, pura alegría”. “Cristo venció y el mal entonces no tiene la última palabra. Si él vive, todos nuestros cansancios van a servir para algo, aunque en la apariencia no se vea”, enunció.

Asimismo, señaló:“Con Cristo vivo siempre podemos renacer y a pesar de que en algunos días creamos que nos morimos de angustia, de dolor y temor, con Él renacemos siempre, es eterno viviente y abrazados a Él vivimos”. “Con Jesús podemos atravesarlo todo, cualquier forma de violencia, de temor, de muerte y Él está allí”, manifestó Mons. Fernández, quien también instó a los fieles a pensar que “con Jesús vivo nuestro corazón está asentado en una base firme, segura. Es una seguridad que se mantiene a pesar de todo”.

“Cuando Jesús resucitó se metió en la entrañas del mundo, en el corazón de la tierra y está ahí penetrándolo todo, por eso nos puede sostener pase lo que pase”, comentó. También subrayó que “todos los años volvemos a escuchar este anuncio como si fuera la primera vez, como si fuera una novedad y lo que pasa es que esta celebración de la Pascua no es un recuerdo, es realmente estar ahí cuando Cristo resucita, se actualiza, se hace viva su resurrección, misteriosamente”.

El obispo dijo que “hoy renacemos todos y nosotros sabemos que Dios se hizo hombre por nosotros y murió por nosotros, pero también resucitó por nosotros y para derramar esa vida nueva luminosa y gloriosa”. “Nosotros recibimos la sabia de Él, su vida y separados de Él nada puede ser”.

Mons. Fernández reflexionó que “no basta con que Cristo haya muerto”, al tiempo que en voz alta se preguntó: “¿Qué hacemos con Cristo muerto?”. Para hablar, conversar y escucharlo, para que nos de consuelo y derrame su gracia lo necesitamos vivo y por eso si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe y vano es todo, la doctrina de la Iglesia, toda su moral y su liturgia, si Él no resucitó”, respondió.

“El padre Dios no quiso derramar la gracia desde arriba y desde lejos, sino desde adentro de esta tierra, desde un pedacito de este mundo que es la humanidad de Jesús”, consideró. Justamente, “esa humanidad es la fuente viva de la salvación, es la hoguera de amor y de poder para nosotros; que grande y que hermoso”, pronunció el Obispo.

“Si Jesús no hubiera resucitado la fe Cristiana desaparecía o sería nada más que una doctrina de un grupo de nostálgicos que se acuerdan del pasado. Pero Jesús no dijo acuérdense de mis palabras, de mi enseñanza, sino que dijo acuérdense de mí y acordarnos de Él nos da vida y es lo que nos sostiene”, meditó.

En otro de los pasajes de la homilía, el Arzobispo señaló que “nadie puede saber cómo fue la resurrección de Cristo, porque nadie lo vio, no fue un espectáculo de luces o explosión de colores, no hubo testigos de ese momento”. “Estaba Jesús solo allí, en un momento glorioso aunque discreto”, expresó, y en ese sentido analizó que “en realidad la resurrección de Jesús es algo tan grande que podría haber transformado todo el universo en un segundo con todo ese poder, pero Él quiso contener su gloria para que nosotros poco a poco y con toda nuestra libertad lo vayamos aceptando y disfrutando”.

“Nuestra vida no va a ser un triunfo por los éxitos que tangamos, porque nos aprueben de más, porque nos felicite alguien o logremos posesiones y cosas de esta tierra. Nuestra vida va a ser un logro y va a estar acabada cuando nos dejemos tomar por la resurrección de Jesús; cuando ya no sintamos momentos vacíos o de abandono, o nos sintamos fracasados, porque está Él en cada pequeña cosa de la vida de todos los días”, manifestó Mons. Víctor Fernández.

El Arzobispo pidió “recuperar la confianza, la esperanza, la alegría, esa conciencia de que Él está” y además invitó a que “nos dejemos resucitar en esta noche, que empecemos de nuevo”.

 

 

Tras la homilía, se dio paso a la liturgia Bautismal y en la cual el Arzobispo bendijo el agua de la Pila bautismal. Acto seguido y luego del canto de las Letanías, impartió el sacramento del bautismo a un pequeño recién nacido de la comunidad, como nuevo cristiano.

Además, los miembros del Camino Neocatecumenal de la Arquidiócesis de La Plata renovaron ante el Obispo sus promesas bautismales, portando cada uno una vela, que fue encendida del llama del Cirio Pascual. Posteriormente, el Arzobispo caminó entre los fieles y les asperjó agua bendita.

Luego de la Eucaristía, el Obispo pidió una aplauso a Jesús, por su incondicional entrega, y su madre, la Virgen María, por estar al lado de Cristo y aún más en los momentos difíciles.

 

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