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Celebró cien años el Consejo de Educación Católica de la provincia de Buenos Aires.

 

Mons. Héctor Aguer, Arzobispo de La Plata.

 

El Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires celebró el centenario de su creación. Con tal motivo, el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, presidió la Santa Misa en acción de gracias en la Catedral. Concelebraron con él su Obispo auxiliar, Mons. Nicolás Baisi, actual presidente del Consejo; y varios sacerdotes especialmente vinculados al ámbito educativo.

En su homilía, Mons. Aguer, comenzó haciendo una reseña histórica del mismo; desde el 12 de Diciembre de 1917, en el que Mons. Juan Nepomuceno Terrero y Escalada, segundo obispo de La Plata, instituyera el entonces Consejo Superior de Enseñanza Católica. Por entonces, la jurisdicción diocesana abarcaba dos provincias, Buenos Aires y La Pampa.

Relató, igualmente, cómo el tercer diocesano platense (luego Arzobispo), Mons. Francisco Alberti, modificó el nombre de la organización y la designó Consejo Diocesano de Educación Católica. Y cómo, con el tiempo, se reformaron los estatuos y se creó el Consejo de Educación Católica de la Provincia de Buenos Aires.

«Mons. Antonio José Plaza -agregó-, a quien tanto debe la educación católica en la Argentina, estableció varios secretariados en el seno del Consejo, lo que permitió dinamizar y profundizar su acción. El mismo arzobispo Plaza, en 1957, promovió la Fundación de Escuelas Libres, para contrarrestar las campañas laicistas de aquellos años. Además de laicistas habría que llamarlas estatistas y totalitarias. Finalmente, la así llamada Ley Domingorena, bajo el gobierno del presidente Frondizi cortó el lazo que asfixiaba la libertad de Enseñanza, y la oprimía con el monopolio estatal”

 

Las reformas educativas aceleraron la catástrofe

 

Sostuvo, luego, que “la acción educativa de la Iglesia, con sus más más y sus menos, es decisiva en la cultura nacional. ¿Quién se atreverá a negarlo? Estamos haciendo el ‘aguante’, desde hace varias décadas, en favor de nuestro pueblo, cuando el sistema estatal no consigue repuntar. Lo señalo con dolor; nunca cursé en un colegio religioso, y a la humilde primaria de Mataderos y al Nacional de Flores les debo gran parte de lo que soy”.

Remarcó que “en 35 años de democracia, la educación estatal no ha dejado de caer. Abel Posse, diplomático, escritor y fugacísimo Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, sitúa el inicio del derrumbe bastante más atrás, a fines de los 60 del siglo pasado, en consonancia con el célebre Mayo Francés. Las reformas y las reformas de las reformas han acelerado la catástrofe. ¡Dios nos libre de una revolución educativa!”.

 

Aporte económico del Estado

 

Agregó que “el bendito aporte del Estado al subsistema educativo de la Iglesia –no hay que llamarlo subsidio-, la plata en suma, la innombrable plata, no puede coartar nuestra libertad, ni limitar mezquinamente nuestro esfuerzo. No somos mercaderes. Felizmente, el gobierno provincial lo comprende y estamos trabajando con él en armoniosa colaboración; nos corresponde a nosotros ‘hacer buena letra’, y evitar con cuidado incurrir en alguna de las típicas ‘agachadas’ criollas. Comprendemos las dificultades presupuestarias de la Provincia, pero quiero pensar que las autoridades advierten que la inversión en nuestros colegios no es un favor que nos hacen. El más sencillo y barrial de los colegios católicos tiene largas listas de espera, por algo será; por esto: numerosas familias huyen de la escuela estatal, y aspiran a que sus hijos ingresen en las nuestras, porque de las nuestras los chicos salen, por lo menos, sabiendo leer y escribir. Si la cobertura de la planta funcional fuera del 150 por ciento, podríamos ofrecer a nuestro pueblo bonaerense educación gratuita”.

 

Metas a las cuales tender, con decisión

 

Mencionó, seguidamente, algunas metas “hacia las cuales, a mi parecer, debemos tender con decisión. En primer lugar: fortalecer los colegios de las zonas periféricas y colegios técnicos (¡ah la nostalgia del viejo ‘industrial’!), apostando a una educación de calidad que prepare para el trabajo, y que presione a los políticos copados por economistas y magos de las finanzas, de modo que procuren con coherencia el bien común, y el desarrollo nacional, procurando crear trabajo genuino”.

Agregó que “la finalidad esencial de un colegio católico es formar católicos; hombres y mujeres de fe, imbuidos de la Weltanschauung cristiana, de una visión cristiana del mundo, razonada y a la vez intuitiva y voluntaria. A ningún educador se le ocultan las dificultades: familias más o menos recompuestas –lo digo con respeto y cariño- que dejan a sus hijos en la puerta del colegio, y solo acuden para quejarse (no podemos omitir la instrumentación de una seria y paciente pastoral familiar); otra: el influjo arrollador de la cultura vigente y de los medios de comunicación, que a menudo lo son de manipulación; y otra más: la computadora, la Tablet y el telefonito, que ponen a disposición de los niños toda la grandeza, la belleza y la basura del mundo. Hay que decir que, en cierto modo, los cristianos cultivamos un ‘pensamiento divergente’, como les ocurría a las primeras comunidades eclesiales en el mundo pagano. El problema mayor que afrontamos es que hoydía debemos habérnosla con paganos bautizados”.

Este es solo un extracto de las palabras de Mons. Aguer. En su momento, publicaremos el texto completo y oficial de su mensaje.

 

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