Alimentar el fervor en el fuego de la alabanza
El sábado 26, el Arzobispo Víctor Fernández compartió la Eucaristía con fieles de la Renovación carismática, y los invitó a fortalecer el fervor evangelizador, aquel fuego que décadas atrás provocó muchas conversiones y un crecimiento festivo en el Espíritu Santo.
Pero al mismo tiempo recordó que ese fuego se alimenta con la alabanza, y se detuvo a referirse a Dios, a su poder, a su belleza, a su amor, a su fidelidad, convirtiendo cada una de estas reflexiones en un momento de alabanza. Se refirió en primer lugar al poder de Dios, remarcando que «si no contemplamos su poder terminamos apoyándonos en fuerzas débiles y engañosas de este mismo y no en la única Roca». Y añadió: «Si no lo alabas frecuentemente por las obras que hizo en tu vida, necesitas preguntarte por qué. Quizás es porque sólo ves lo negativo, lo que no tienes, lo que te falta. Pero también puede ser porque tu mente está muy distraída y no prestas atención a lo que el Señor va realizando: “Ustedes los ciegos, miren y vean… Tú has visto muchas cosas, pero sin prestar atención” (Is 42, 18.20). Los distraídos no saben alabar ni pueden hacerlo, no se les ocurre nada porque no saben reconocer el paso de Dios por sus vidas. Probablemente creemos que todo es obra nuestra, porque no sabemos mirar con los ojos espirituales todo lo que el Señor va obrando en nuestras vidas. Olvidamos que nuestra sola existencia es una maravilla por la que deberíamos alabar constantemente». Al mismo tiempo, recordó que el poder del Señor a veces se manifiesta misteriosamente en la debilidad y en el aparente fracaso, pero «allí está preparando algo mejor». Inmediatamente tradujo esta meditación en una alabanza directa a Dios: «¡Gloria a Dios si muestra en mí su inmenso poder y su infinita perfección! Pero si quiere mostrarse frágil conmigo, y guiarme por el camino oscuro, también ¡gloria a Dios! Si me deslumbra con su infinita luz lo alabo, y si se muestra misteriosamente pequeño, como si su infinita luz se atenuara, ¡también lo alabo por su humildad divina y por sus misteriosos caminos! Bendito seas Señor, lleno de todo el poder. Adorado seas por esa potencia que crea, que da vida, que hace nacer hermosura por todas partes. Potente es tu brazo Señor, bendito y adorado seas. Inmenso, infinito es tu poder. ¡Gloria a ti mi Dios!» Posteriormente, Mons. Fernández hizo lo mismo refiriéndose a Dios como Amante, como Santo, como Fiel, como Alegría, como Vida infinita, como el Eterno, el Misericordioso, el Esposo. Finalmente, motivó la alabanza a Cristo resucitado y presente en la Eucaristía y al Espíritu Santo, fuego que alienta nuestra alabanza.VIDEO: GENTILEZA DE IGLESIA CATEDRAL MEDIA
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