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«Venimos a pedirle a Dios por todos los que murieron, sin excepción»

El viernes 23, en la Iglesia Catedral, el Arzobispo Víctor Fernández presidió la Eucaristía para orar por los más de 100.000 fallecidos durante la pandemia. La misa, que fue concelebrada por los obispos auxiliares, Mons. Alberto Bochatey OSA y Mons. Jorge González, se transmitió en vivo por streaming y ante la presencia también de autoridades municipales.

Mons. Fernández recordó que “hemos venido aquí a ofrecer esta oración por todos los fallecidos durante el tiempo de la pandemia”“Queremos reconocer ahora cuánto dolor ha rodeado a esas muertes. Personas que han muerto solas, sin el cariño que se merecían, y sus familiares no pudieron hacer un duelo adecuado, no pudieron despedirse dignamente, porque realmente es importante hacer una buena despedida”, continuó.

En ese sentido, el arzobispo expresó que “queremos rogarle hoy a Dios que sane esas heridas de este tiempo duro”. Al mismo tiempo, añadió que “entregamos a Dios como ofrenda de amor, todos los esfuerzos del personal de salud, todos sus cansancios, su impotencia, sus días duros e interminables. Que Dios también sane sus heridas y premie su entrega”.

Asimismo, destacó además que “venimos a pedirle a Dios por todos los que murieron, sin excepción. Pedimos por aquellos que han sido admirados y venerados, y también por aquellos que han sido despreciados por sus errores, por los que murieron en las cárceles, quizás olvidados por todo el mundo”. “Porque todos son seres humanos, todos son valiosos, todos tienen la inalienable dignidad humana. Por eso ninguno sobraba, ninguno estaba de más”, afirmó.

Expresó que “todos los seres humanos cumplen alguna función en este mundo, aun con sus aspectos desagradables todos nos enseñan algo, todos tienen  un lugar en esta tierra. A todos ellos los entregamos al Señor esta mañana. Él sabrá purificar y sanar lo que estaba mal y premiar lo que estuvo bien. Para eso hemos venido a orar”.

Recordó también que “todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte”“Y para nosotros todo ser humano vale mucho. Ojalá que nunca perdamos esa convicción para que no nos convirtamos en animales salvajes, para que no terminemos de perder lo poco que nos queda de humanidad, de compasión, de grandeza”, meditó y ansió el arzobispo.

Por otra parte, Mons. Fernández aseguró que “si hoy alimentamos esa convicción, podremos mirar y tratar a los demás de otra manera”“Desde mi fe, hoy vengo a pedirle a Dios por todos los que murieron en este tiempo duro, para que les conceda la felicidad y la paz que no tiene fin. Que él, Padre bueno, seque todas las lágrimas, cure todas las heridas y llene de gozo a los que murieron”, remarcó.

Igualmente, rememoró que “el ser humano no cumple su destino en esta tierra frágil, lleva dentro de sí un llamado eterno, un anhelo por un espacio infinito y luminoso, y sobre todo una capacidad inmensa de amor que no se sacia con nada de esta tierra, sino en la gloriosa luz de Dios”.

Explicó que “desde antiguo en las distintas culturas hay manifestaciones de esta esperanza. En muchas tumbas griegas encontramos imágenes de personas dando un gran salto hacia la eternidad, y en restos etruscos aparecen los que murieron zambullidos en una luz maravillosa. También en el mundo maya quedaron testimonios de esa convicción de la inmortalidad. En las catacumbas cristianas lo que encontramos son imágenes del Buen Pastor, que nos guía hacia verdes praderas”.

Y agregó que por eso “hay personas que mueren sonriendo, aun en el peor de los contextos, porque en ese instante comienzan a intuir lo que se encontrarán después”.

Finalmente, indicó que “con nuestra mucha o poca fe, hoy le decimos a Dios: ‘Señor, escucha nuestra oración’”.


VIDEO: GENTILEZA DE CATEDRAL MEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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