Se cumplen 40 años de la partida a la Casa del Padre de Mons. Juan Antonio Pearson.
Este miércoles 18 de noviembre, memoria de la dedicación de las basílicas de San Pedro y San Pablo, se cumplen 40 años de la partida a la Casa del Padre de Mons. Juan Antonio Pearson (1907 – 1975); quien fuera delegado por el entonces Arzobispo de La Plata, Mons. Antonio José Plaza, como responsable de la organización, conducción y magisterio del Instituto «Juan N. Terrero», desde su comienzo, en febrero de 1959. Dicha labor la ejerció a través de los miembros de la Comunidad de Total Dedicación por él fundada, junto con Loreley Grünwaldt.
En este nuevo aniversario, en el Instituto Terrero, calle 11 Nº 675, se celebró la Santa Misa, por su eterno descanso. Y en acción de gracias por su valioso aporte a la Iglesia platense, en particular, y la cultura católica, en general.
Rasgos de su integridad sacerdotal
Las consagradas de Total Dedicación -conocidas, popularmente, como «las TD»- recuerdan a Mons. Pearson «como un teólogo docto, filósofo agudo y esteta exquisito. Estudioso incansable de las cosas divinas, y místico en unión constante con Dios. Fue un adelantado a su tiempo, un teórico del porvenir y, como tal, tuvo el gozo y el sufrimiento que dicha condición implica; ningún problema humano le fue ajeno, desde las problemáticas más especulativas a las concreciones más acuciantes en las que el hombre se viera comprometido».
Afirman, igualmente, que «respetuoso indagador de las ciencias humanas, recomendaba a los suyos el estudio serio y asiduo al que definía como virtud, arte, contemplación y oración. El descubrimiento de los misterios de la realidad lo entendía como un acto ético y espiritual. Si al mismo tiempo lo ponderamos en su devoción a la Santísima Virgen, su adhesión y amor inquebrantable a la Iglesia, al Papa y a su Obispo; su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras y de la problemática Teológica, lo vemos como un excepcional componedor entre Fe y Cultura, entre el saber sacro y el profano.
«Comprometido con su tiempo, con su Nación y su condición hispanoamericana -agregaron- señaló con vehemencia la necesidad de luchar contra los males sociales que someten al hombre a la pobreza injusta, a la masificación, a la ignorancia y, sobre todo, aquello que lo priva de la dignidad y libertad que da el saberse hijo de Dios. Su amado Sacerdocio (Mediador entre Dios y los hombres), y la conducción de la Comunidad de Total Dedicación fueron los principales polos que contuvieron la madurez de su riquísima vida. Estos y muchos rasgos más que caracterizaron el perfil polifacético de Mons. Pearson le dieron identidad y organización al Instituto ‘Juan N. Terrero’, desde su inicio hasta la actualidad».
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