«Recuperar los grandes sueños»: Ejercicios espirituales del Clero de La Plata
El Arzobispo de La Plata, Mons. Víctor Manuel Fernández, se dirigió al clero de su Arquidiócesis en la Misa de apertura del retiro anual, celebrada en la Iglesia Catedral y la con asistencia de la mayor parte de los sacerdotes. En los días siguientes guiará el retiro el padre Luis Casalá, y el jueves se cerrará el retiro con dos horas de adoración, también en la Catedral.
En su homilía, el Azobispo expresó lo siguiente:
“‘Vamos a apartarnos a descansar un ratito’. Ustedes imaginarán que les quiero proponer unos días para apartarse y descansar. Pero en realidad no, porque si uno sigue leyendo este texto bíblico ve que a Jesús y a los Apóstoles el descanso les duró poco. Entonces, ustedes dirán, volvamos a la parroquia y sigamos haciendo lo de siempre. Tampoco. Porque a este texto no hay que leerlo como una sucesión cronológica de hechos, sino sintéticamente o sincrónicamente. En definitiva está invitando a vivir la misión de otro modo. Ese es el desafío de este texto: apartarnos unos días pero para recuperar la fuerza y el fervor del ministerio”.
En ese sentido, Mons. Fernández remarcó que “de hecho, uno no ve ninguna resistencia de Jesús y de los Apóstoles frente a este cambio de planes. Se entregan, se dejan llevar sin tensión. No están a la defensiva ante los reclamos de la realidad”.
“Si de algo me he convencido con respecto a la vida sacerdotal, es de un peligro actual para la vida del cura, en este tiempo del individualismo subjetivista: el cuidado excesivo de la privacidad, que en definitiva es reducir el sueño de tu existencia a asegurarte algunas necesidades, y el ministerio se subordina a ese plan secreto”, analizó el Arzobispo, quien remarcó que “esos objetivos secretos a los que uno somete el ministerio pueden ser estos: el dinero, juntar para las vacaciones o para algunos viajes, también la comodidad a veces con la excusa de cuidar la salud, pero otras veces uno puede usar su ministerio para ser bien visto, apreciado, reconocido, más que por el sueño de hacer el bien a los otros”.
“¡Cuántas formas sutiles hay de utilizar el ministerio al servicio del propio proyecto! En ese contexto cualquier problema se vuelve muy pesado, cualquier contradicción te descoloca, cualquier desafío no previsto despierta rechazo. Y otra vez a la defensiva”, continuó, al tiempo que analizó que “el supuesto descanso se vuelve sólo un apoltronamiento individualista que no te da ni descanso, ni felicidad, ni estímulo. Es una dispersión, una falsa liberación, no es un reposo que prepara un regreso más pleno al ministerio”.
“Es decir, el sueño de dar la vida se convierte en esto: Yo tengo mis espacios personales, privados, donde puedo respirar tranquilo, sin que me exijan cosas, me cuestionen o me absorban. Aquí revolotea el demonio de la acedia, de la apatía pastoral, de la actitud autodefensiva, de convertir el ministerio en un mínimo de obligaciones y no me pidan más. Es probable que la pandemia haya acentuado esto y nos tenga un poco atados, trabados”, analizó.
Añadió además que “en este marco, yo puedo entender ahora una pregunta que una vez me hizo una mujer: ¿cómo es el domingo de un cura? La respuesta podía ser evidente, y ella lo preguntaba porque veía que nosotros no tenemos el domingo libre. Pero era una pregunta inteligente, y nos estaba preguntando cómo vivimos nosotros interiormente el domingo. Es decir, si el domingo es un día de descanso y de gratuidad, ¿nosotros estamos exceptuados de vivir ese espíritu de gratuidad a causa de las tareas?”
“La respuesta es no, no estamos exceptuados, si somos capaces de vivir nuestras tareas con ese espíritu de gratuidad, de unión con el Resucitado en su día, de feliz encuentro fraterno, de libertad interior, de paz espiritual, de flexibilidad, de aceptación”, indicó.
En tanto, aseguró que “creo que en definitiva, lo que nos salva de esas enfermedades del ministerio que les mencioné antes son dos cosas”.
“Primero: entender y vivir nuestra misión como un llamado de Dios al ‘nosotros’ de la parroquia y de la diócesis, que cada tanto nos presentan nuevos desafíos que nos interpelan. Este sentido comunitario es lo que permite romper este mecanismo enfermizo que mata el sacerdocio. Una parroquia viva, rica en ministerios y funciones laicales variadas, y una pastoral diocesana orgánica que proponga y desafíe, ayudan a impedir el ensimismamiento y un cuidado enfermizo de la propia autonomía. Mientras más vida tenga la parroquia más cura podés ser, mientras más los laicos desarrollen carismas y responsabilidades, más se enriquece la comunidad, más te interpela y a la vez más te contiene y vivifica tu sacerdocio”.
“Segundo: recuperar las grandes motivaciones y reaprender a vivir las tareas con otra actitud: más donativa, más entregada, más flexible, más contemplativo, más disponible, más liberado de mi egolatría. Ya no a la defensiva o para cumplir con un mínimo indispensable. Que el ministerio vuelva a ser mi objetivo fundamental y no un medio, que vuelva a ser mi pasión por vivir la voluntad y el proyecto de Dios para mi vida. Más que cambiar las tareas o cambiar de lugar, es reencontrar cada tanto ese ‘otro modo’ de vivir el ministerio, darle más calidad interior a tu sacerdocio”.
Entonces, explicó que este “vamos a descansar un ratito” “que sea para nosotros apartarnos unos días pero para darle nuevas motivaciones y fuerzas a nuestra misión sacerdotal, para que volvamos a centrarnos en la misión y no en la autosatisfacción. Para encontrar la manera adecuada de vivir a pleno el ministerio”.
Asimismo, Mons. Fernández subrayó que “esto no se logra con magia. Esto hay que trabajarlo, orarlo, y finalmente requiere de un proyecto personal de maduración y de reentrenamiento para recuperar el gozo entusiasta del ministerio”.
“El Señor mismo lo está añorando, como cuando dice en la Biblia: ‘Ay si volvieras, si a mí volvieras’. O en otra parte: ‘¡Cómo recuerdo de ti tu cariño juvenil, al amor de tu noviazgo!’”, recordó el Arzobispo, quien deseó que “tomemos entonces una decisión firme y pidamos la gracia del Espíritu para eso, la decisión de dedicar estos días a algo precioso y conmovedor: rehacer mi sacerdocio, reconstituirlo y renovarlo desde el corazón”.
“Será lo mejor que podamos hacer estos días para Cristo, para nuestra comunidad y para la Iglesia del Señor. Si no, no vale la pena”, finalizó.
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