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Oda a las secretarias parroquiales

Queridas  secretarias de nuestras parroquias,

 

Muchas veces hemos hablado de la importancia de la tarea de ustedes como expresión de la acogida cordial de la Iglesia y como servicio evangelizador.

Es tan importante la tarea de ustedes para la vida de las parroquias que esa actividad no debe detenerse a causa de la cuarentena.

Si bien en algunos lugares no es posible la atención presencial, la atención telefónica no debería suspenderse del todo, porque mucha gente necesita comunicarse con la Iglesia de alguna manera.

Es verdad que esa tarea se vuelve muy difícil, porque ustedes no pueden resolver todos los problemas, no logran dar cauce a todas las preocupaciones, no consiguen responder a todas las consultas, muchas veces no tienen la solución que los demás esperan.

Pero al menos no podrán decir que nadie los escuchó, o que no consiguieron que alguien les atendiera el teléfono por una necesidad espiritual.

Pido al Señor que ponga en sus bocas palabras de consuelo, de luz, de compasión, y que las sane de todas las heridas que pueda ocasionarles esta tarea. Dejemos todo eso en el Corazón de Cristo.

Como signo de mi gratitud por la tarea de ustedes, he compuesto una sencilla oda que quiero regalarles.

Vaya también para las secretarias de nuestros colegios y de otras instituciones de la Iglesia.

Que el Señor las proteja y las bendiga en abundancia.

 

Mons. Víctor Manuel Fernández

 

Oda a la secretaria

 

 

 ¡Ay la secretaria!

Cuántas veces te cayeron encima las quejas,

porque te toca poner la cara.

 

Ya te dijeron

que sos el rostro de la Iglesia para la gente,

que tu cara y tus gestos

pueden ser como un puente que deja entrar

o como una puerta que se cierra para siempre.

¡Qué enorme peso que te pusieron encima, hermana!

 

A veces tu despacho

es lugar de tertulias, de festejos

y de llantos…

 

Pero no se te permiten días grises

ni tardes amargas,

no siempre hay lugar para que expreses

lo que realmente sentís o pensás.

Y cualquier error lo pagás caro.

 

Tenés que ser siempre presencia que acoge,

que no juzga, que contiene,

que alivia el peso del que llega,

que busca el modo de que un no parezca un sí.

 

Pero es verdad.

Sos puerta, hermana, amiga, cuidadora.

Esa es tu misión y te necesitamos.

Esa es tu ofrenda a Cristo,

es tu regalo para el mundo.

 

Derramá tus penas ante Jesús en la Eucaristía,

no dejes de entregarle cada momento duro,

cada mordida en la lengua,

cada sonrisa forzada.

Él tomará todo eso,

lo pondrá en su Corazón santo

y lo convertirá en un bien para su pueblo.

 

Así nada será inútil,

nada será en vano.

Y como madre fecunda

darás a luz tantas bendiciones

para el pueblo de Dios.

 

¡Que el Señor te bendiga secretaria!

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