“Nada ni nadie tiene derecho a quitarnos el amor infinito que Jesús nos viene a recordar en cada pesebre de Navidad”
En vísperas de un nuevo nacimiento del niño Jesús, el Arzobispo Víctor Fernández celebró este viernes 24 la Misa de Nochebuena en la Iglesia Catedral y junto a un grupo numeroso de personas, que se acercaron a contemplar la imagen de un niño lleno de ternura, de esperanza y amor.
Queriendo recordar el verdadero y profundo sentido de esta fiesta, Mons. Fernández expresó en la Homilía que “es verdad que en la Navidad hay una gracia especial, hay un llamado en el corazón”. “¿Quién no lo siente de alguna manera?”, se preguntó en voz alta y frente a toda la asamblea y aseguró “que hasta los ateos perciben un llamado al amor, a la paz interior, a una vida mejor, a recordar que nada en este mundo es absoluto”. Remarcó que la gracia de la Navidad “uno la puede aceptar, y dejar que le cambie el corazón, o puede rechazarla y seguir optando por el resentimiento, la negatividad, los miedos, los remordimientos o la tristeza”. Pero si se opta por esto último, “es mal negocio, porque todas esas cosas no son una energía sana, no sirven para crear algo bueno, no ayudan a producir algo mejor”. En la Navidad, dijo, “hay un Niño que nace y que en toda su pequeña sencillez te dice: ‘Aquí estoy con vos, no me tengas miedo. Estoy con vos para ayudarte a vivir, para darte fuerzas, y no te voy a dejar nunca’”. Pidió entonces permitirle a ese Niño lleno de fuerza divina “que sane todas las heridas de este año, que serene, que libere el alma para la paz, la alegría y la esperanza”. Recordó que antes de la llegada de la Navidad y de Papa Noel, quien anda siempre “por ahí” es “Juan el Bautista, ese profeta vestido de arpillera, ese hombre de Dios que camina invisiblemente invitándonos a abrir el corazón duro” y quien “nos dice que todo tiene solución, que nos abramos a una vida diferente, a la salvación que trae Cristo. Quizás si solamente nos detenemos a contemplar o a imaginar un rato al niño Jesús, algo va a cambiar en nosotros”. De hecho, señaló el Arzobispo, muchas personas santas han cambiado sus vidas contemplando al Niño de Belén, como por ejemplo San Francisco de Asís, San Antonio de Padua, Santa Teresa del Niño Jesús o Carlos de Foucauld. Todos ellos quedaron cautivados por la sencillez del niño de Belén. “Realmente está Dios llamándonos otra vez a la fuente, queriendo tocar algo en nuestras vidas. Con nuestra fe pequeña o firme, creemos en un Dios asombrosamente humano y cercano”, exclamó Mons. Fernández, quien dijo asimismo que “porque así es nuestro Dios, para nosotros cada ser humano vale tanto, porque cada persona es objeto de esa cercanía, de ese cariño, de ese amor infinito de Cristo. Cualquier ser humano vale tanto, lindo o feo, sea tu amigo o sea tu enemigo”. Y aseveró que uno mismo es capaz de reconocer la propia dignidad inmensa más allá de los fracasos, errores y debilidades, porque “nada ni nadie tiene derecho a quitarnos el amor infinito que Jesús nos viene a recordar en cada pesebre de Navidad”. Finalmente, recordó que en el pesebre también está María, a quien le pidió que “nos haga nacer de nuevo con el año que comienza, y que nos haga el favor de parir para nosotros un año bueno, feliz, sereno y fecundo”.
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