Mons. Fernández encomendó un “camino sinodal para un plan pastoral arquidiocesano”
El jueves 2 de agosto, en el Seminario Mayor «San José» de La Plata, el Arzobispo Víctor Manuel Fernández se reunió con el Clero de la Arquidiócesis, en el marco de la jornada conmemorativa anual de aquellos sacerdotes que fueron formados en esa casa y los presbíteros que celebraron sus bodas de oro y plata.
En consonancia con lo acontecido durante el encuentro, que fue presenciado por casi la totalidad de los sacerdotes de la región, junto a obispos que vinieron desde otras diócesis, Mons. Fernández brindó una conferencia, en la que expuso tres líneas que representan el marco más amplio que puede tomarse de la propuesta programática del Papa Francisco.
Al respecto, el Arzobispo remarcó que “a partir de ahora, en todas las instancias diocesanas, pensaremos juntos las estrategias, acciones, agentes, lugares y motivaciones que encarnen estas tres líneas en la realidad arquidiocesana”.
Por su parte, Mons. Víctor Fernández añadió; “Se encomienda a todo el Pueblo de Dios que ofrezca su aporte para que, procurando aplicar la propuesta de Francisco, elaboremos un plan pastoral simple pero asumido por todos, de manera que podamos crecer en la ‘comunión evangelizadora’ «.
Dentro de dicha encomendado, el Arzobispo auguró que durante “las diversas reuniones, asambleas y jornadas iremos profundizando el sentido de este camino que se nos abre, e intentaremos recoger los diversos aportes”.
A continuación se detalla el escrito completo:
Arquidiócesis de La Plata
Grandes líneas de evangelización
A partir de la propuesta “programática” del Santo Padre en Evangelii gaudium, enriquecida en Gaudete et exsultate, la Arquidiócesis iniciará un proceso participativo que podemos llamar “camino sinodal”, en orden a establecer una serie de estrategias y acciones en las que todos nos comprometeremos, cada uno a su modo. Esto permitirá constituir una “pastoral orgánica” o, dicho de otra manera, una “comunión pastoral” de toda la Arquidiócesis.
Para ello asumiremos tres grandes líneas del programa de Francisco, a las que necesitamos entre todos “ponerles carne”, en orden a establecer cauces concretos que nos permitan aplicarlas en todas nuestras instituciones eclesiales y en todas nuestras tareas. El trabajo consistirá entonces en procurar que en distintos momentos de encuentro en las parroquias, movimientos, áreas pastorales, reuniones del clero, asambleas, y en todas las instancias importantes, podamos reflexionar juntos acerca de los caminos posibles para aplicar estas grandes líneas.
Las preguntas básicas que deberemos responder son: ¿cuáles son las mejores estrategias para encarnar estas líneas?, ¿qué acciones serían recomendables?, ¿con qué agentes?, ¿qué lugares y momentos pueden ser más propicios para avanzar en estas líneas?, ¿qué experiencias necesitamos suscitar para que podamos vivirlas y ayudar a vivirlas?
Las tres grandes líneas son:
- En misión permanente, saliendo con parresía
- A. El anuncio a los que están alejados de Cristo es “la tarea primordial de la Iglesia” (RM 34) y “el mayor desafío para la Iglesia” (RM 40). Por eso “la causa misionera debe ser la primera” (RM 86).
No sólo a los que no conocen a Cristo o siempre lo han rechazado, sino también:
- A quienes no viven las exigencias del Bautismo.
- A quienes no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia.
- A quienes ya no experimentan el consuelo de la fe (EG 14).
- “Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar” (EG 127). “Siempre recordando el anuncio fundamental: el amor personal de Dios que se hizo hombre, se entregó por nosotros y está vivo ofreciendo su salvación y su amistad” (EG 128).
- Que la Parroquia “realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos” (EG 28).
- La Iglesia “sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos… ¡Atrevámonos un poco más a primerear!” (EG 24).
- “Si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús” (EG 120).
- “Todos somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor, que más allá de nuestras imperfecciones nos ofrece su cercanía, su Palabra, su fuerza, y le da un sentido a nuestra vida. Tu corazón sabe que no es lo mismo la vida sin Él; entonces eso que has descubierto, eso que te ayuda a vivir y que te da una esperanza, eso es lo que necesitas comunicar a los otros” (EG 121).
- “No hay que pensar que el anuncio evangélico deba transmitirse siempre con determinadas fórmulas aprendidas, o con palabras precisas que expresen un contenido absolutamente invariable. Se transmite de formas tan diversas que sería imposible describirlas o catalogarlas” (EG 129).
- “No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón” (266).
Llegar a todos con el primer anuncio provocando experiencias de fe
¿Cómo?
- Como Cristo, con los pobres y abandonados
- “Sólo puede ser misionero alguien que se sienta bien buscando el bien de los demás, deseando la felicidad de los otros (EG 272).
- “Cuando des un banquete no invites a tus amigos, ni a tus parientes, o a los vecinos ricos… Invita a los pobres, a los cojos, a los paralíticos, a los ciegos… que no te pueden corresponder” (Lc 14, 12-14).
- “Cuando san Pablo se acercó a los Apóstoles de Jerusalén para discernir «si corría o había corrido en vano» (Ga 2,2), el criterio clave de autenticidad que le indicaron fue que no se olvidara de los pobres (cf. Ga 2,10). Este gran criterio, para que las comunidades paulinas no se dejaran devorar por el estilo de vida individualista de los paganos, tiene una gran actualidad en el contexto presente, donde tiende a desarrollarse un nuevo paganismo individualista. La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha” (EG 195).
- “El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad” (EG 177).
- “Cuando vivimos la mística de acercarnos a los demás y de buscar su bien, ampliamos nuestro interior para recibir los más hermosos regalos del Señor” (EG 272).
Estar más presentes cerca de los pobres y de los últimos de la sociedad
¿Cómo?
- Creciendo juntos, para ser santos
- “La misión es un estímulo constante para no quedarse en la mediocridad y para seguir creciendo” (EG 121).
- “El envío misionero del Señor incluye el llamado al crecimiento […] La evangelización también busca el crecimiento, que implica tomarse muy en serio a cada persona y el proyecto que Dios tiene sobre ella. Cada ser humano necesita más y más de Cristo y la evangelización no debería consentir que alguien se conforme con poco” (EG 160).
- “Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor” (EG 165).
- “No sería correcto interpretar este llamado al crecimiento exclusiva o prioritariamente como una formación doctrinal. Se trata de «observar» lo que el Señor nos ha indicado, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos: «Éste es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 15,12). Es evidente que cuando los autores del Nuevo Testamento quieren reducir a una última síntesis, a lo más esencial, el mensaje moral cristiano, nos presentan la exigencia ineludible del amor al prójimo” (EG 161).
- “El Evangelio invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos”. Eso “¡en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor” (EG 39).
- “Hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día … Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades” (EG 44).
- “Un corazón misionero sabe de esos límites… No renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino (EG 45).
- “Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia” (EG 171).
- “No tengas miedo de apuntar más alto, de dejarte amar y liberar por Dios. No tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. La santidad no te hace menos humano, porque es el encuentro de tu debilidad con la fuerza de la gracia. En el fondo, como decía León Bloy, en la vida «existe una sola tristeza, la de no ser santos»” (GE 34).
- “Cuando escrutamos ante Dios los caminos de la vida, no hay espacios que queden excluidos. En todos los aspectos de la existencia podemos seguir creciendo y entregarle algo más a Dios, aun en aquellos donde experimentamos las dificultades más fuertes. Pero hace falta pedirle al Espíritu Santo que nos libere y que expulse ese miedo que nos lleva a vedarle su entrada en algunos aspectos de la propia vida. El que lo pide todo también lo da todo, y no quiere entrar en nosotros para mutilar o debilitar sino para plenificar” (GE 175).
Ofrecer espacios de crecimiento a quienes ya acogieron el anuncio
¿Cómo?
Mons. Víctor Manuel Fernández
Arzobispo de La Plata
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