Mons. Carrara agradeció a los artistas por su misión de mantener viva la belleza que salva

En la solemnidad de Cristo Rey y en dentro de las celebraciones del Año Jubilar, el arzobispo Gustavo Carrara presidió el domingo 23 de noviembre, en la Iglesia Catedral, la celebración del Jubileo de los Artistas.
Concelebraron el Obispo Auxiliar, Mons. Jorge González, el párroco del templo, Pbro. Hernán Remundini, junto con otros sacerdotes. Participó la presidenta del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires, Florencia Saintout; la presidenta de la Asociación Argentina de Artistas Escultores, Isabel Olga Szucs; la presidenta del Museo Catedral, Adela Juárez, entre otros representantes del mundo artístico.
Durante su mensaje y a la luz de la narrativa bíblica, Mons. Carrara destacó el aporte de quienes consagran su vida a la belleza (poetas, músicos, pintores, escultores, arquitectos, actores y cineastas) y agradeció su servicio desinteresado, capaz de conmover, transformar el corazón y abrirlo a la esperanza.
El Padre Obispo recordó la histórica relación entre la Iglesia y el mundo artístico, evocando el discurso de San Pablo VI al cierre del Concilio Vaticano II, en el que reconoció a los artistas como aliados en la misión de traducir lo divino en formas visibles. Subrayó que la belleza, al igual que la verdad, es un bien esencial para evitar la desesperanza, unir generaciones y mantener viva la alegría del espíritu humano.

En el marco de la solemnidad de Cristo Rey, el arzobispo profundizó en la imagen de Jesús que reina desde la cruz, presentándolo como la “suprema belleza coronada de espinas” que entrega su vida por todos y transforma el dolor y el pecado del mundo. Recordó también la enseñanza evangélica según la cual “nadie se salva solo”, expresada en el diálogo de Jesús con el buen ladrón.
A partir de la célebre frase de Dostoyevski —“la belleza salvará al mundo”— retomada por el Cardenal Martini, nuestro pastor arquidiocesano invitó a preguntarse qué tipo de belleza tiene realmente capacidad de redimir. Señaló que esa belleza es el amor que acompaña el sufrimiento y comparte el dolor, una belleza profundamente vinculada a la compasión y a la responsabilidad humana.
En esa línea, citó al Papa Francisco, quien afirmaba que el arte no es un lujo sino una necesidad espiritual, una llamada a la acción y a la esperanza. Educar en la belleza —afirmó— es también educar en la capacidad de afrontar el drama de la existencia, los desafíos de la vida cotidiana y las heridas del mundo.
Finalmente, el arzobispo agradeció a los artistas por su misión de mantener viva la belleza que salva, aquella que sabe detenerse ante el dolor ajeno, tender la mano y sostener la esperanza. Encomendó su tarea a la protección de la Virgen María, invitándolos a continuar iluminando la experiencia humana a través de sus obras.








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