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Mons. Aguer llamó a vivir de fe y de perdón, en Misa por jóvenes que se suicidaron en Villa Elvira.

Familiares y amigos de las víctimas participaron de la Misa, en el Oratorio "Don Bosco".

Familiares y amigos de las víctimas participaron de la Misa, en el Oratorio «Don Bosco».

 

Marcha hacia el lugar de los hechos.

Marcha hacia el lugar de los hechos.

 

Oración junto a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

Oración junto a la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.

 

Mons. Aguer escuchó a familiares y amigos de las víctimas.

Mons. Aguer escuchó a familiares y amigos de las víctimas.

 

 

     El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, en una Misa que presidió en el Oratorio Don Bosco, de 89 entre 12 y 13, por los jóvenes que se suicidaron, en la zona de Villa Elvira, llamó a «vivir una fe profunda, que fundamente nuestra esperanza y alimente nuestra caridad. Debemos tener el valor del perdón, confiar en la misericordia de Dios, y ser el pueblo de la Vida y la ‘vida en abundancia’ (Jn 10, 10)…».
     Al comentar el evangelio del día (Lc 17, 5 -10), en que los apóstoles le piden a Jesús que aumente su fe, agregó que «el don de la fe debemos pedirlo y agradecerlo todos los días… En el barrio debe reinar el Señor de la Paz. Acá quien tiene que reinar es Dios», enfatizó.
     Concluida la Misa, Mons. Aguer, junto a las Hermanas Servidoras del Señor y de la Virgen de Matará (Familia del Verbo Encarnado), que atienden el Oratorio; más familiares de los jóvenes fallecidos, vecinos y niños que concurren a catequesis y apoyo escolar, se dirigieron hacia la esquina donde se reunían los muchachos. Allí, frente a una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, el prelado hizo la oración que se reza en estos casos. Y tuvo emotivos encuentros con madres y familiares de dichos adolescentes.
«Que comience una nueva etapa»
     La Madre Harissa, provinciala del Instituto, que integra la comunidad del Oratorio, le agradeció «a Mons. Aguer todo su apoyo, cercanía, preocupación y ocupación de todos estos meses. El 2 de octubre la Iglesia celebra a los Santos Ángeles Custodios -en este 2016, por ser Domingo, no tuvo lugar la memoria litúrgica-. Confiamos en su intercesión por todos nuestros niños; en especial, los más vulnerables».
     La religiosa, al explicar cómo sucedieron los hechos, sostuvo que «el domingo 23 de agosto de 2015, cuando estábamos en Misa, escuchamos el grito desgarrador de una madre, frente a su hijo ahorcado fuera de su casa. Ese joven, de 19 años, Gustavo, desde su infancia venía al Apoyo Escolar de nuestro convento, todas las semanas. En su adolescencia cayó en la droga; y regularmente se juntaba con otros muchachos en la esquina del convento».
     Agregó que «al tiempo, sus amigos le hicieron una ermita en la esquina del convento, y se empezaron a juntar allí casi todas las noches. Al cabo de un mes, escuchamos que uno de los jóvenes de ese grupo se había suicidado; y así, sucesivamente, hasta principios de este 2016, nos enteramos  que hubo varios intentos de suicidio, y cinco muertes».
      Frente a la creciente gravedad de la situación, reveló la religiosa que «en mayo de este año comenzamos con el grupo de oración de la Divina Misericordia, una vez por mes, para rezar por los chicos de nuestro barrio. Se sumaron algunas mamás; y ese grupo empezó a juntarse todos los viernes, a las tres de la tarde, hora de la Misericordia. El padre Javier Oliva, IVE, quien nos estuvo ayudando desde principio de año en el Oratorio dominical, hasta que volvió a su misión en Paraguay, se enteró bien de la situación, y habló con Miriam, una de las mamás de nuestro grupo. Después de unos días, nos propuso hacer una novena, y consagrar nuestra villa al Sagrado Corazón de Jesús, para pedir por estos jóvenes».
«Pacto» suicida
     Agregó que «decidimos juntar firmas de la gente de nuestro barrio, para desarmar el monumento, y poner una imagen del Sagrado Corazón, en ese lugar. Nos había llegado la noticia de que los jóvenes habían realizado una especie de ‘pacto’, relacionado con la macumba; y, por eso, algunos jóvenes ‘de la lista’ se iban suicidando sucesivamente».
     Relató, en tal sentido, que «cuando empezamos a juntar firmas los chicos implicados se enteraron. Pronto corrió la noticia, en el barrio, de que vendría el Obispo, y con la bendición el sitio dejaría de ser peligroso. Los mismos padres de los chicos implicados se sumaron. El muchacho cabecilla quiso hablar con nosotras. Nos llegó, también, la noticia de que otro joven, uno de los próximos de la lista en suicidarse, esperaba y confiaba en nosotras».
    Fue así como «los chicos se empezaron a juntar afuera de nuestro convento. Un día salimos a su encuentro con la hermana Tefilh, y los saludamos a cada uno. Otro de los próximos en la lista, vino corriendo a buscar un rosario. Les preguntamos que, si les parecía, podíamos desarmar el monumento después de la bendición del Obispo. Ellos nos dijeron que sí, que nos ayudaban, y que lo iban a hacer ellos, si nosotras estábamos presente. Les dijimos que, después de la bendición, no habría nada que temer. Nos pidieron agua bendita, y les dimos un botellita a cada uno. Estaban muy agradecidos, y nos contaron que muchas veces no podían dormir. Se querían santiguar con el agua bendita; y se acordaron de cuando venían al Oratorio y al Apoyo. Se quedaron muy contentos, y con paz».
     Reveló que «antes de la bendición intentamos colgar un hermoso póster del Sagrado Corazón. Pero, esa misma noche, vino una persona psiquiátrica del barrio, y lo arrancó con un cuchillo. Preferimos no reaccionar; y esperar el día de la bendición».
Se trasformó en lugar de maldición; nadie se acercaba
     Detalló que «cuando llegó el Obispo auxiliar de La Plata, Mons. Alberto Bochatey, fuimos con todos los niños, en procesión, hasta el lugar. Nos acompañaron nuestro párroco, padre Rubén Marchioni, y el padre Daniel Quintar, IVE. Los niños del Apoyo rezaban y cantaban al Sagrado Corazón. Monseñor Bochatey realizó la bendición y el exorcismo. Fue impresionante; toda la villa se silenció, y muchos miraban desde sus casas. Ese lugar se había trasformado en lugar de maldición, y por eso nadie se acercaba».
     Concluyó que «desde ese día, dejaron de tenerle miedo a ese lugar. Y los niños y jóvenes volvieron a utilizarlo como lugar de encuentro. Ya pasaron varios meses; y, por enorme gracia de Dios, no se volvió a escuchar ningún rumor de otro suicidio. Inmensamente agradecidas a Dios, contemplamos a nuestros jóvenes con otro rostro, más tranquilos. De cualquier modo, hay muchísimo por hacer. Agradecemos, desde ya, a todos los que nos ayudan, espiritual y materialmente. Y los invitamos a que multipliquen los esfuerzos por el Evangelio de la Vida y la Familia, en nuestro barrio».
Mons. Aguer anunció más apostolados para la zona
     Mons. Aguer anunció que, a la brevedad llegarán a la zona dos programas de trabajo apostólico, que están dando buenos frutos en la periferia platense: «Manos a la Obra», y «Proyecto Magis»; ambos protagonizados por jóvenes.
     En estos tristísimos casos de los suicidios juveniles se reunieron varias causas: la disolución familiar, la carencia de una educación auténtica; la difusión de la droga, merced a un complejo de complicidades criminales; y las supersticiones, en especial, ciertos rituales satánicos. La pobreza es múltiple, material, psicológica, cultural, espiritual; el vacío y la pérdida del sentido de la vida. La Iglesia hace todo lo que puede, con todos los recursos a su disposición; y agradece, igualmente, a quienes quieran sumarse con cualquier tipo de colaboración.

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