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Mons. Aguer elogió «la transmisión libresca de la fe».

Al inaugurar la XV Exposición del Libro Católico en La Plata, que tiene lugar en el Pasaje Dardo Rocha, calles 7 y 50, hasta el próximo domingo 10, el arzobispo platense, Mons. Héctor Aguer, elogió la «transmisión libresca de la fe». Y exhortó, igualmente, a multiplicar la presencia de las buenas obras en el ciberespacio.

«Nosotros -sostuvo- estamos apegados al códice, al libro impreso en papel. Pero los desarrollos tecnológicos recientes, y los que vendrán, abren nuevas coordenadas temporales a la transmisión de la fe. Los jóvenes tendrán que disponer de abundante oferta de libros católicos en la forma electrónica, y la Palabra de Dios tendrá que circular con abundancia en el espacio cibernético». Este es el texto completo de su exposición:

La transmisión libresca de la fe

Discurso inaugural de la XV Exposición del Libro Católico en La Plata.

La décimoquinta edición platense de la Exposición del Libro Católico, que hoy inauguramos, se celebra en el entorno espiritual y cultural del Año de la Fe, a punto de concluir en la próxima solemnidad de Cristo Rey. La convocatoria eclesial fue presentada y ofrecida como un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe, de la alegría de creer, con la consiguiente gratitud al Señor y la renovación del entusiasmo de comunicar esa fe que hemos recibido como un precioso don de Dios.

El lema elegido para esta Exposición manifiesta un hecho permanente, de experiencia, pero en el contexto en que la misma se realiza adquiere un significado más explícito y profundo: Buenos libros, luces para la fe. En la formulación asoma la imagen principal asumida en la primera encíclica del Papa Francisco, publicada el 29 de junio pasado, que comienza precisamente con las palabras lumen fidei, la luz de la fe. El Santo Padre, en la introducción del documento, nos dice que él retoma el texto preparado por Benedicto XVI y le añade algunas aportaciones. Se trata de una meditación bella, profunda, estimulante.

En lo que se refiere más directamente al lema de nuestra Exposición, quiero destacar varias afirmaciones; en primer lugar la incluida en el parágrafo 37 de la encíclica: La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz. La Revelación divina, que nos ha llegado por medio de la tradición apostólica y que se ha hecho libro en la Sagrada Escritura, es un conocimiento vinculado a una palabra que se pronuncia; es una palabra que ilumina el alma. La fe nace del mensaje que se escucha; San Pablo nos dice, en efecto: La fe nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo (Rom. 10, 17). El mismo apóstol explica también la situación del creyente como una iluminación: Dios ha brillado en nuestros corazones, para que en nosotros resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo (2 Cor. 4, 6). A partir de estos datos, se puede comprender que los buenos libros, referidos fundamentalmente a la fuente, a la Sagrada Escritura, a la tradición eclesial y a sus proyecciones en una concepción del hombre y del mundo, sean luces para la fe. Pueden ser, en efecto, instrumentos providenciales para acercar al hombre a la fe o para hacerlo crecer en ella.

Nuestro Papa Francisco señala asimismo en su encíclica que la transmisión de la fe pasa por coordenadas temporales, que nos llega en la memoria de otros, de testigos, y que lleva a su plenitud el modo humano de comprender (Lumen fidei, 38). Podemos referir estas afirmaciones al caso de los libros, de los buenos libros, y específicamente al que llamamos libro católico. Estoy aludiendo al modo particular de servir a la fe a través de publicaciones editadas, tanto de las fuentes mismas de la fe, cuanto de la explicación de sus contenidos doctrinales, los desarrollos teológicos, las aplicaciones y proyecciones sobre la vida del hombre y su cultura. Pensemos en la inspiración que la fe cristiana ha ofrecido y puede seguir ofreciendo a obras literarias de los más variados géneros. Existe, por otra parte, un cúmulo de experiencias humanas que son ámbitos posibles de apertura a la fe; la fe puede ulteriormente potenciar la capacidad de comprensión para otorgar una interpretación más profunda de aquellas experiencias, una plenitud gozosa de conocimiento. El Papa recuerda también que la fe puede iluminar los interrogantes de nuestro tiempo, que nos invita a estar abiertos a la riqueza inagotable de la realidad y despierta el sentido crítico. Cito lo que dice de la fe como estímulo a la investigación: invitando a maravillarse ante el misterio de la creación, la fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la ciencia (Lumen fidei, 34).

Nosotros estamos apegados al códice, al libro impreso en papel. Pero los desarrollos tecnológicos recientes, y los que vendrán, abren nuevas coordenadas temporales a la transmisión de la fe. Los jóvenes tendrán que disponer de abundante oferta de libros católicos en la forma electrónica, y la Palabra de Dios tendrá que circular con abundancia en el espacio cibernético.

La muestra que hoy inauguramos se llama Exposición del Libro Católico. Recordemos que el adjetivo significa –de acuerdo a su origen griego– según la totalidad, es decir, universal; el panorama que abarca es, por lo tanto, amplísimo. Encontraremos en este magnífico escenario libros que sirven directamente a la transmisión de la fe (obras teológicas, catequísticas, de espiritualidad, diversos instrumentos pastorales); otros que reflejan la proyección cultural del cristianismo, el diálogo entre la fe y la razón, el desarrollo de la filosofía cristiana, la vinculación más o menos estrecha de las verdades cristianas con el vastísimo campo de las disciplinas humanas. No deben faltar tampoco obras que expongan una sincera advertencia sobre los errores que se difunden en la actualidad, para refutarlos y disipar los malentendidos que surgen y que confunden a tanta gente.

San Agustín, en el momento decisivo de su camino de fe, oyó una voz que le decía: Toma y lee; así lo reconoce él en sus Confesiones (Conf. VIII, 12, 29). Espero y auspicio –lo pido al Señor– que en estos días muchos visitantes del Pasaje Dardo Rocha, muchos de los que recorran los anaqueles de la Exposición, oigan una voz semejante. Que alguno de los libros expuestos los atraiga, y que su lectura los ilumine. Ojalá esta XV Exposición sea una coordenada temporal, un instrumento eficaz de la transmisión de la fe.

+ Héctor Aguer

Arzobispo de La Plata

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