Mons. Aguer admitió tres seminaristas como candidatos al Sacerdocio.
El Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, admitió como candidatos al Sacerdocio a tres jóvenes que están cursando el primer año de Teología en el Seminario Mayor San José: Luciano Lucentini, Nicolás Orellano, y Juan Francisco Pappalardo. La Santa Misa se ofició el sábado 7, en la parroquia Nuestra Señora de la Piedad (Iglesia del Seminario), calle 66 y 24.
Asimismo, el prelado platense, el Domingo 8, en la Misa de las 11, en el mismo templo, los instituyó como Lectores. E instituyó como Acólitos a: Martín Cescutti, Emiliano Chaves, Mariano Dobler, Kevin Malla, Moacir Riveros, Eduardo Velázquez, y Matías Villarreal. Los nuevos lectores realizarán apostolado, los fines de semana, en el Hospital de Niños Sor María Ludovica; y los nuevos acólitos harán lo propio en diversas parroquias.
Mons. Aguer animó a los seminaristas a seguir configurándose, plenamente, con Cristo Sacerdote. Y los exhortó a formarse, del mejor modo, para los crecientes desafíos de la nueva evangelización. El texto completo y oficial de sus palabras lo publicaremos próximamente.
Significado de la Admisión
Con el rito de la Admisión, la Iglesia acepta oficialmente a quienes piden ser admitidos como candidatos al Orden Sagrado. De este modo, ellos expresan públicamente su deseo de entregarse al servicio de Dios y de los hermanos.
Supone que los candidatos conocen la preocupación del Señor por su pueblo y, teniendo en cuenta la necesidad de la Iglesia, se sienten preparados para responder con generosidad a su llamado; y decirle con el profeta: “Aquí estoy, envíame”. Confiando en Él esperan, así, realizar con fidelidad su vocación.
Para esto será necesario que aprendan a vivir de acuerdo con las exigencias del Evangelio; que se afiancen en la práctica de la fe, la esperanza y la caridad. Y, por medio del ejercicio de ellas, adquieran el espíritu de oración; y se fortalezcan en el anhelo de ganar a todos los hombres para Cristo.
Lectorado y Acolitado
El Lector o relator de la Palabra de Dios, cuenta con un oficio al servicio de la fe, que se nutre de la Palabra de Dios. Proclama la Palabra en la asamblea litúrgica; educa en la fe y para la digna recepción de los sacramentos a los niños y a los adultos; y anuncia la Buena Noticia de la Salvación a los hombres que todavía no la conocen. Con este anuncio los hombres podrán llegar al conocimiento de Dios Padre, y de su Hijo Jesucristo, su enviado; y así conseguir la Vida Eterna.
Por su parte, el Acólito instituido participa de un modo peculiar en el ministerio de la Iglesia, cuya vida tiene fuente y culmen en la Eucaristía; por la que es edificado y crece el Pueblo de Dios. Se le encomienda ayudar a los presbíteros y a los diáconos en el ejercicio de su ministerio, y se le confía como ministro extraordinario distribuir la Sagrada Comunión a los fieles; acercándosela, particularmente, a los que están enfermos.
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