Los Tres Puntitos del Arzobispo Gabriel Mestre-Domingo 28 de enero de 2024
Domingo 28 de enero de 2024 – 4º Durante el Año Ciclo B
Primera lectura: Deut 18,15-20
Salmo: Sal 94,1-2.6-9
Segunda lectura: 1Co 7,32-35
Evangelio: Mc 1,21-28
Este Domingo, el texto evangélico nos presenta la liberación de un hombre poseído de un espíritu impuro. Este gesto del Señor representa realmente el poder de Dios sobre el mal, sobre todo tipo de mal. El mal no tiene la última palabra, sino que la última palabra la tiene Dios que siempre triunfa sobre el mal en todas sus formas.
En este contexto se da una discusión en torno al tema de la autoridad de Jesús. En este aspecto me voy a detener. Jesús enseña de una manera nueva, llena de autoridad. Hasta ese momento, el criterio de autoridad entre los maestros de la ley de Israel estaba dado por su conocimiento teórico de la Escritura y sobre la tradición de interpretación de la misma. Aquel que más podía argumentar en estas cuestiones era el que tenía más autoridad. El Señor cambia la perspectiva y la gente lo capta muy bien. La autoridad de Jesús se da porque aquello que anuncia se cumple, lo que proclama se realiza, la palabra tiene su correlato en el hecho: anuncia el Reino en sus dichos y el hace presente el poder del Reino en los milagros que realiza. Palabra y obras van de la mano. Este criterio nuevo de autoridad, en nuestros tiempos, lo llamamos coherencia. El Señor, el Mesías esperado, es absolutamente coherente y, por eso, tiene autoridad indiscutible para aquel que tiene el corazón abierto al don de la fe y sus signos.
Propongo tres puntos, tres grandes cuestionamientos para orar y dejar que la Palabra de Dios escrita haga eco en nuestros corazones. Las sintetizo en tres palabras acompañadas del término autoridad: ESPACIOS, EJERCICIO, AUTORIDAD.
1. Los ESPACIOS de autoridad
2. El EJERCICIO de la autoridad
3. ¿Quién tiene AUTORIDAD sobre mi vida?
1. Los ESPACIOS de autoridad
El ejercicio de la autoridad y del poder es algo inherente a la vida. No es malo en sí mismo. Es más: es justo y necesario. Se va realizando en los distintos ESPACIOS de la vida. No puede haber organización mínima en una familia y en una pequeña o gran comunidad si no existen formas de ejercicio de autoridad y de poder. En el trabajo y en toda la vida social en sus diversos niveles se dan estos ESPACIOS de poder. A veces son los roles y funciones las que marcan este ejercicio: el padre y la madre, el coordinador, la animadora, el jefe, etc. En otros casos, son las coyunturas las que van señalando el ejercicio de la autoridad: la enfermedad de una persona en el núcleo familiar, el debilitamiento del que tiene la responsabilidad de coordinar o animar, etc. Este no es un tema menor. Muchos de los conflictos vinculares parten de situaciones que tienen que ver con el ejercicio de la autoridad en los diversos ESPACIOS de poder. Todos, inexorablemente todos, desde el momento que comenzamos a tener conciencia subjetiva, ejercemos de una u otra forma la autoridad y el poder. Hagamos un sereno diagnóstico sobre nuestros ESPACIOS de poder y autoridad.
¿En qué ESPACIOS yo hoy tengo poder? ¿Sobre quiénes? ¿En qué circunstancias? ¿De dónde me viene ese poder?, ¿de un cargo, de un servicio?, ¿de una coyuntura particular que estoy viviendo? ¿En qué otros ESPACIOS he tenido autoridad o poder a lo largo de mi vida?
2. El EJERCICIO de la autoridad
Una vez que hacemos el diagnóstico en el punto 1 del dónde y sobre quiénes EJERCEMOS la autoridad, ahora, en el punto 2 nos preguntamos cómo lo estamos EJERCIENDO. Entonces nos confrontamos así con el modelo de autoridad de Jesús. El Señor no se impone por autoritarismo, ni por gritos y violencia, ni por mutismos y ausencias, ni por caprichos y presiones… Jesús tiene autoridad por su coherencia de vida. Este debe ser nuestro modelo. En el Señor del dicho al hecho no hay un largo trecho. Al contrario, no hay distancias: en Jesús palabras y obras tienen un correlato absoluto. Esta es la forma de autoridad que tenemos que EJERCER hoy los discípulos del Señor: la coherencia.
¿Cómo EJERCITO la autoridad y el poder? ¿Con coherencia? ¿Buscando ser modelo de aquello que digo, pido o exijo a los demás? ¿Superando la tentación del autoritarismo, la manipulación, el “golpe bajo”, los enfrentamientos inútiles, las peleas y rivalidades? ¿Intento sostener siempre en las actitudes de mi vida lo que creo y proclamo por mi fe? En definitiva: ¿Cómo es mi liderazgo?; ¿es positivo, construye?; ¿se impone por la fuerza de la verdad misma o tengo que recurrir a los gritos, el conflicto, al “abuso” de autoridad?
3. ¿Quién tiene AUTORIDAD sobre mi vida?
La respuesta es obvia para un discípulo del Señor: Jesús tiene AUTORIDAD sobre mi vida. Sin embargo, no siempre lo tenemos tan claro en medio de las situaciones cotidianas. Por eso debemos darle AUTORIDAD a Jesús sobre nuestro corazón, para que Él con su poder expulse los espíritus impuros de nuestra vida. Que Jesús tenga poder y AUTORIDAD sobre nuestra vida en gran parte depende de nosotros. Dios se somete a nuestra libertad para que lo podamos elegir, para que lo dejemos entrar en nuestro corazón y tenga verdadera AUTORIDAD. En muchas circunstancias, pareciera que en nuestra vida tiene más AUTORIDAD un mal pensamiento, el efecto indiscriminado de los medios de comunicación social o cualquier personaje de moda del momento. ¡Qué Jesús tenga AUTORIDAD en nuestra vida!
¿A quién elijo para que tenga AUTORIDAD y poderío sobre mi vida? ¿Elijo escuchar la voz del Señor como dice el salmo de hoy? El profeta que se anuncia en la primera lectura es Jesucristo, el Todopoderoso, el totalmente confiable y coherente: ¿Dejo que reine sobre mi vida y la de mi familia?; ¿descubro su AUTORIDAD para mí hoy? ¿Me dejo contaminar por “otros” tipos de AUTORIDAD que no cuidan mi vida? ¿Le “doy AUTORIDAD” a los malos pensamientos, a cualquier noticia de los medios, a cualquier cosa que irrumpe en mi vida?
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