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La vida que el Pastor entrega

En el IV domingo de Pascua, el Arzobispo Víctor Fernández presidió la misa para recordar y admirar la figura de Jesús Buen Pastor, que fue transmitida en VIVO desde la Iglesia Catedral.

En la homilía, Mons. Fernández recordó que “celebramos al Señor Jesús como buen pastor, pero a nosotros nos cuesta imaginar lo que Jesús quería decir hace 2.000 años”.

El arzobispo expresó que “un buen pastor era alguien que, como dice el Evangelio (Jn 10,11-18), no era un contratado”, explicando que en aquellos tiempos “cuando contrataban a alguien para cuidar las ovejas por un tiempo, a esa persona no le interesaban las ovejas, sino que pasara el tiempo y así cobrar un poquito de dinero”. “En cambio había otros pastores que eran de por vida y que se iban encariñando con el rebaño y vivían allí con las ovejas todo el día y de noche también estaban atentos a que no pasara nada”, continuó.

Aseguró que a “estos pastores uno a veces los imagina de una forma muy bella. Cuando uno ve las pinturas del Buen Pastor lo ve limpito, bien vestido, casi parece que le hubieran puesto perfume; pero en realidad aquellos pastores que consagraban toda su vida al rebaño, esos vivían una vida muy áspera. Una vida en donde a veces estaban sucios, malolientes, una vida tal que cuando uno de esos pastores se acercaban al pueblo la gente escapaba de él. Pero ese era el pastor que vivía con las ovejas y su vida era la vida de las ovejas y las conocía hasta por su nombre, sus colores, sus manchitas”.

Entonces, “cuando Jesús se presenta como Buen Pastor está hablando de eso. Un buen pastor que en definitiva, si le toca, da la vida por las ovejas porque ya la está dando, no está ahí por un sueldo, se ha encariñado y las ha hecho parte de su vida. De manera que da la vida si hace falta para defenderlas”, enfatizó.

El arzobispo recordó que el Evangelio del domingo (Jn 10,11-18) dice tres veces “que el buen pastor da la vida, con lo cual eso quiere marcar un fuerte acento. ‘Toda la vida’, es decir que no solamente cuando llegue el momento del peligro sino que toda su existencia es dar la vida por ellas”.

En ese sentido, Mons. Fernández recogió un antiguo poema para explicar esa entrega total, que dice: ‘Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño. Tú que hiciste un cayado de ese leño, donde cuelgas tus brazos poderosos”. Es decir, esa cruz donde dio la vida, es el cayado con el cual cuida a sus ovejas”, porque “Cristo es para nosotros, se encarnó para nosotros, habló para nosotros, dio la sangre en la cruz para nosotros, resucitó para nosotros. Toda su existencia es para nosotros como la de ese buen pastor de hace 2.000 era toda esa vida para las ovejas”, exclamó.

También subrayó que en  el Evangelio de Juan dar la vida tiene asimismo “otro sentido y es que Jesús abre su vida interior, que abre su corazón, que entra en diálogo con las ovejas y las hace entrar en amistad. Su vida interna, la de Cristo pastor, es como que abre las puertas para regalarnos su intimidad”.

Pero además, señaló, hay un tercer sentido de este ‘dar la vida’: “El buen pastor busca vida abundante para las ovejas, entonces ‘ese dar la vida’ quiere decir que nos regala su gracia, que de su corazón abierto brotan los manantiales del Espíritu Santo, que de su corazón traspasado manan para nosotros todos los tesoros y las luces de la gracia de Dios, que nos sostienen y nos fortalecen”.

Por esos diversos sentidos, muy ricos y preciosos en relación al Buen Pastor, “deberíamos sentarnos a meditar y a convertir en oración”, aclaró Mons. Fernández. “Vos Jesús diste toda tu vida por mí, vos Jesús abrís tu corazón y me das tu vida interior y puedo entrar en tu amistad, vos Jesús desde ese corazón abierto me derramas los manantiales de vida que necesito para seguir viviendo. Esto hay que convertirlo en adoración a Cristo”.

Sin embargo, Mons. Fernández, llamó a meditar que si Jesús es el Buen Pastor “no significa que vos seas una oveja en el sentido de un ser pasivo que se deja guiar simplemente pero que no aporta nada y para evitar eso debemos recordar que somos hijos de Dios, somos más que ovejas”. “Un padre comparte con su hijo todo, pero a su vez lo levanta, lo promueve y no quiere dejarlo adormecido, como un ser pasivo, sino que quiere que saque lo mejor de su ser”, prosiguió.

Reflexionó así sobre “cuantas veces decimos que darle una ayuda económica a un pobre es una cosa provisoria, porque lo que importa es que el pueda trabajar y desarrollar sus capacidades porque eso es dignidad. Entonces el buen Pastor lo que hace no es conducirnos como ovejas pasivas, sino promovernos cada vez más para que seamos nosotros mismos”.

“Del buen pastor recibimos fuerza para cambiar cosas que están mal, para renovar los lugares donde estamos y para hacer mucho bien, porque la vida del buen pastor nos empuja a hacer el bien”, afirmó.

Finalmente, pidió que “descansemos en los brazos del buen pastor, dejemos que nuestra vida se sane y se restaure en su presencia. Pero también dejemos que con su Espíritu nos impulse, nos movilice para que saquemos lo mejor de nosotros mismos en el servicio a los demás”. “Porque ese que es pastoreado por el buen pastor se convierte a su vez en pastor de los demás y por eso hoy rezamos también por nuestras vocaciones, particularmente a la vida consagrada, por nuestro Seminario y por nuestros seminaristas”.


 

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