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La Iglesia Argentina ya abraza a cuatro nuevos beatos

                

 

El sábado 27 de Abril, en una ceremonia que congregó a cientos de fieles y allegados desde muchos diversos lugares, se llevó a cabo en la Provincia de La Rioja la beatificación de los mártires, Mons. Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera.

Tras la carta que escribió el Arzobispo Víctor Manuel Fernández, en la que reflexionaba sobre la “alegría que representaría para la Iglesia Argentina y Universal la beatificación de los beatos, fueron honrados bajo ese título este sábado 27, en una ceremonia en La Rioja y a la que acudieron cientos de fieles.

Sobre los beatos, Mons. Fernández había expresado que “nos gozamos al saber que, después de haber sufrido por Cristo y por los demás, están en la fiesta del cielo junto al santo Cura Brochero, la beata Mama Antula, el beato Ceferino Namuncurá y la beata María Ludovica, entre tantos otros”.

A continuación se desarrolla una breve reseña de ellos, que fue también compartida por Mons. Fernández en su carta del pasado martes:

El obispo Enrique Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923.Se ordenó sacerdote el 9 de octubre de 1949. En 1951, obtuvo la licenciatura en Derecho Canónico por la Universidad Gregoriana. Se formó en los tiempos de renovación teológica y eclesial previo al Concilio Vaticano II.

A su regreso a la Argentina, desempeñó una destacable labor apostólica en diferentes ámbitos: capillas, barrios humildes, en la docencia, en el Tribunal Eclesiástico, y como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC). El Papa Juan XXIII lo designó obispó auxiliar de Córdoba. El 3 de julio de 1968, fue nombrado obispo de La Rioja, en donde visitaba con frecuencia las comunidades y llevó adelante en su diócesis la aplicación concreta del Concilio, la promoción humana, la defensa de la dignidad de toda persona, hasta el día de su muerte. Murió el 4 de agosto de 1976, después de recibir amenazas y sabiendo que se acercaba su fin, en un accidente automovilístico provocado en la ruta 38, en Punta de Los Llanos.

El laico Wenceslao Pedernera nació en Los Jagüeles (San Luis) el 28 de septiembre de 1936. Fue acercándose a Jesús poco a poco. En la capilla de las Bodegas, un día Jesús revolucionó su corazón y a partir de ese momento comenzó una vida nueva de gracia. En ese entonces, se conocieron con Carlos Di Marco y Rafael Sifré, amigos de Mons. Angelelli, líderes de la Acción Católica rural.

En 1973, buscando una entrega mayor, se mudó a La Rioja para integrar el movimiento rural diocesano, un proyecto de cooperativismo, de evangelización y de aplicación concreta de la Doctrina Social de la Iglesia. Por ayudar evangélicamente a los humildes trabajadores y campesinos, fue asesinado frente a su mujer y a sus hijas el 25 de julio de 1976, en Sañogasta.

Por su parte, el franciscano Carlos de Dios Murias nació en Córdoba el 10 de octubre de 1945. Realizó sus estudios secundarios en el Liceo Militar General Paz y los universitarios en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Córdoba. En medio de su carrera, sintiéndose llamado por el Señor, ingresó a la orden de los Frailes Franciscanos Conventuales. Profesó solemnemente sus votos en 1971 y recibió la ordenación sacerdotal el 17 de diciembre de 1972 en Buenos Aires. Lo ordenó Mons. Angelelli, a quien conocía desde su juventud.

Se destacó inmediatamente por su servicio evangélico a los más pobres y por el reclamo de justicia ante los atropellos a la dignidad de la persona humana en el contexto de la última Dictadura cívico-militar en Argentina. Frente a las amenazas recibidas decía: “Podrán silenciar la voz de Carlos, pero no podrán silenciar el Evangelio”. El 18 de julio de 1976 fue secuestrado en Chamical y asesinado junto al padre Gabriel Longueville.

El sacerdote Gabriel Longueville nació el 18 de marzo de 1931 en el pueblo rural de Etables (Francia). Cuando percibió signos concretos de vocación sacerdotal, ingresó en el Seminario Mayor de la diócesis de Viviers donde recibió el sacramento del orden el 23 de julio de 1957. Pero su perfil fue decididamente misionero.

Para ello, se preparó en México y luego arribó a Corrientes en 1970. Al año siguiente, comenzó su misión en la diócesis de La Rioja y en 1972 fue designado párroco de la Parroquia El Salvador de la localidad de Chamical. Allí, luego de llevar fructuosamente la Buena Nueva a los pobres, fue secuestrado y asesinado el 18 de julio de 1976.

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