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Gran celebración de la Arquidiócesis a la Madre

El martes 8 de diciembre, en la Iglesia Catedral, el Arzobispo Víctor Fernández celebró la Eucaristía en el marco de la clausura del Año Mariano Nacional en La Plata. La celebración, que contó con diversos miembros en representación de todas las parroquias de la arquidiócesis, también fue transmitida de forma virtual a través de los diversos canales de Catedral Media y del Arzobispado.

En el día de la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, el Arzobispo recordó que “tenemos la alegría de reunirnos hoy para hacer un acto de amor a María”“Se lo debíamos al finalizar este año mariano nacional. Lo hacemos algunos presencialmente y otros virtualmente, pero todos unidos como comunidad arquidiocesana que quiere expresar su cariño a la Madre”, expresó.

En ese sentido, Mons. Fernández reflexionó que “lo que hoy celebramos de María no es estrictamente algo que pueda ser imitado, porque es un don de Dios único y exclusivo, sólo ella tiene esa gracia, sólo ella ha sido transformada de esa manera tan plena. ¿Por qué? Porque nadie estuvo tan unido a Jesús como ella”, aunque remarcó que a pesar de que “estamos en un punto en que ya no es posible para nosotros una imitación”, sí podemos abrirnos a “la contemplación, la admiración, dejar abrir los ojos del corazón y lograr que se despierte el asombro espiritual ante tanta hermosura”.

Y pidió que “contemplemos, sin dejar de usar la imaginación». En ese sentido, el Arzobispo expresó que “también podemos imaginar el corazón de María, usar la imaginación para dejar brotar la admiración por el interior de María”.

Recordó además que “no hay que olvidar que en ese corazón está Jesús, y estás vos, y estoy yo. Está Jesús y toda su historia, porque María fue testigo de todo, desde la encarnación y el nacimiento hasta la muerte en la cruz y la resurrección pasando por toda la vida”. Por esta razón, “el Evangelio más completo, el único íntegro, es el corazón de María”.

Pero destacó que “María también guarda en su corazón materno tu historia, toda tu vida. Por eso, no pienses que pasados los años ya nadie se acordará de tu vida, porque tanto tus angustias como tus alegrías están todas iluminadas en el corazón de la Madre”.

Además subrayó que “el Evangelio mismo es el que nos motiva a la devoción a María, que se expresa en la actitud de Isabel ante ella (Lc 1, 39-45)”.

Respecto a lo sucedido este 2020, que estuvo atravesado por una pandemia a nivel mundial, Mons. Fernández dijo que María “guarda también lo que hemos vivido este año, como Iglesia” y si bien destacó la prudencia de haber estado “unas semanas todos guardados”, valoró que “poco después pedí a los sacerdotes que empezaran a abrir los templos y que estuvieran disponibles para lo que la gente necesitara”.

En tanto, el Arzobispo explicó, como en anteriores oportunidades, que durante todo el período de cuarentena “no sólo atendimos a los pobres, sino que también el que necesitaba confesarse algún lugar encontraba, el que quería comulgar algún lugar encontraba”“Ahora tenemos que lograr que los que no están yendo a Misa vuelvan a acercarse, y por eso les pido a todos un esfuerzo misionero”, continuó.

Sobre el final de la Homilía recordó que “hoy ponemos todo esto en las manos de la Virgen y seguro que ella nos ayudará”, y pidió que “hagamos una oración que sea expresión de nuestro amor a María”.

 

 

 

“María, hoy, en tu fiesta, quiero ponerme ante tu mirada.

Mirá mi interior, donde hay tanta debilidad y desconfianza e incredulidad,

y pedile al Señor que aumente mi fe y mi esperanza.

Rogá por mí, Madre, para que aprenda a levantar los ojos al Padre

y a dejar todo en sus manos.

Te quiero Madre.

Mirame María,

porque a veces tengo un corazón complicado, lleno de quejas y lamentos,

tan encerrado en mí mismo, que no reconozco el amor de Jesús.

Quiero tener un corazón sencillo, capaz de alegrarse con las cosas simples,

de encontrar a Dios en lo más pequeño,

un corazón dócil, que se deje llevar por el Espíritu Santo.

Madre, enseñame a mirar a Jesús

con tus ojos llenos de asombro y ternura.

Mirame con esos ojos de Madre, que guardaron

cada detalle de la vida de Jesús.

Te quiero Madre

Mirame y observa mi vida entera para que descubra el sentido profundo

de todo lo que me pasa.

Mirame y ayudame a descubrir

lo que el Señor quiere de mí, su proyecto para mi vida.

Madre, que lo diste todo, sin guardarte nada,

quiero alegrar tu corazón con ofrendas generosas.

Con la entrega de mi vida, con mis obras de amor,

de perdón, de bondad, de servicio,

María, Madre buena, enseñame a mirar a los demás con generosidad.

Vos que saliste sin demora para ayudar a tu prima Isabel,

no dejes que sea indiferente cuando alguien me necesite”.

Mirame Madre, pedile al Señor que me regale un corazón grande,

capaz de darlo todo.

Y con tu cariño materno ayudame a crecer, Madre.

Regalame cada día el estímulo de tu amor, para que nunca me quede anclado, para que desee santificarme más y más

Te quiero Madre

María, sos la Madre de aquellos que no tienen a nadie,

de los que no valen nada para el mundo.

Para tus ojos todos son importantes, porque te acuerdas de los olvidados

y acompañas a los abandonados.

Ayúdame a sentirme parte del pueblo humilde y sencillo,

como aquellos pastores de Belén, de ese pueblo que no se olvida de vos,

que te busca, que te ama, sin importarle lo que digan los demás.

Te quiero Madre

María, la más santa, la más grande, la más bendita de todas las mujeres,

la única, la privilegiada, nunca quisiste aparecer ni destacarte,

y fuiste una más de tu pueblo.

Ayudame a liberarme

de toda necesidad de aparecer,

y dame ese gusto de ser uno más, de perderme entre la gente,

como vos en Nazaret.

Dejame alegrarme contigo, Madre, dejame contemplar contigo al Resucitado.

Pero también te pido que mires mi vida, Madre.

Porque en mí hay algunas cosas que no tienen luz, que necesitan

el resplandor del Mesías.

Te quiero Madre

María, Madre, depositá tus ojos buenos en nuestras comunidades.

Miranos e intercedé por nosotros, Madre,

para que nuestras comunidades se entreguen con todas las fuerzas

a anunciar a Jesús resucitado.

Pedile a Jesús que abra su corazón hermoso

y derrame en cada comunidad cristiana el Espíritu Santo,

con toda la fuerza, la alegría y la valentía que él puede dar.

Te quiero Madre

María, somos muchos tus hijos, los que nacimos en la cruz

y te recibimos como Madre. Y cada uno es sagrado para vos,

cada uno vale más que el oro para tu corazón materno.

Gracias Madre,

porque sé que nunca estaré solo, abandonado ni olvidado,

porque estarás conmigo en cada alegría y en cada angustia,

hasta llevarme en tus brazos al cielo hasta la presencia del Padre amado.

Amén”.

Antes de finalizar la Misa, un grupo de personas se acercó a la imagen de la Virgen María para depositar una ofrenda floral y también se le recitaron algunos poemas del Papa Francisco y una poesía.


VER TEXTO DE LA HOMILÍA COMPLETA


 

 

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