Emotiva fiesta en acción de gracias por los 20 años de la beatificación de María Ludovica
Este sábado 19 de octubre nuestra ciudad conmemoró los 20 años de la beatificación de Sor María Ludovica con una caminata misionera que partió del Hospital de Niños, fundado por la religiosa, hacia la Catedral.
Participaron cientos de personas, niños, adolescentes y jóvenes de grupos de Scouts, fieles de las distintas comunidades parroquiales, sacerdotes, movimientos, autoridades y personal de ese hospital, junto con las hermanas de la congregación Hijas de la Misericordia, que llevan adelante diversas tareas en el nosocomio.
A lo largo del trayecto, las calles de la ciudad corearon el nombre de la beata, agradeciendo su vida, su obra y legado, con carteles, pañuelos y globos de color azul que representaban a cada uno de los niños que por diversos motivos de salud se encontraban en los pabellones del hospital y no podían participar.
Ya en la Catedral, se celebró la Misa de acción de gracias, que fue presidida por el Administrador Apostólico, Mons. Alberto Bochatey OSA; y concelebrada por los obispos auxiliares, Mons. Jorge González y Mons. Federico Wechsung, y también varios sacerdotes. Participaron además diáconos permanentes y seminaristas.
En un templo colmado y ante la presencia de la reliquia de la beata Ludovica en el centro del templo, Mons. Bochatey recordó que “hoy es un día de fiesta y estamos celebrando nada más y nada menos que el misterio de la santidad personal. Nuestra beata Ludovica que va camino a la santidad es una de nosotros, entre nosotros”.
“Estamos en esta catedral bellísima, donde la columna más bonita es Sor María Ludovica. Allí en un rinconcito, en nuestra Catedral, está el tesoro más grande, junto con la presencia del Señor en el Sagrario. Quien mira y admira la Catedral de La Plata, mira y admira a la beata Ludovica”, manifestó.
“Ludovica -dijo- era una persona cercana a nosotros. Ella llegó a una ciudad y a una Argentina de principios del siglo XX y encontró una tierra de inmigrantes que comenzaban a llenar nuestra patria, una Argentina con muchas capacidades y potencia para el futuro, pero también con mucha pobreza. También se encontró con muchos niños que querían crecer, querían tener la vida de la sabiduría, de la fe, del conocimiento y de la salud; encontró un hospital con muchas necesidades y ese misterio tremendo de la enfermedad de los niños”.
Mons. Bochatey aseguró que “es una maravilla ver a tanta gente que se dedica con inmenso amor y misericordia a la vida de los niños, no solo las hermanas que atienden el hospital, sino los médicos, enfermeros, personal de administración y de mantenimiento, todos los que tienen que ver con el mundo de la pediatría”, porque “no hay nadie, ni uno solo, que no esté ahí por vocación y quien permanece en un hospital sirviendo lo hace por vocación, por amor, no por dinero”, enfatizó.
En tanto, afirmó que “vidas como las de Sor María Ludovica nos impulsan, nos empujan a poder a hacer las cosas bien, a pesar de las dificultades. Ella se ocupaba hasta de las cosas más sencillas y, justamente, las cosas más sencillas, perseverar en las obras del amor, muestran la grandeza del Espíritu”.
El Administrador Apostólico animó a “tener un poco de diálogo personal con Ludovica, y decirle que nos queremos comprometer con ella haciendo las cosas más sencillas que haya que hacer, pero para que la santidad pueda crecer entre nosotros, para que la sociedad sea más unida, haya menos violencia, mayor comprensión y fraternidad, una patria de hermanos, y que también podamos mejorar la atención de los niños en el hospital y en todos los hospitales, estando cada vez más cerca de ellos y que sientan que, a pesar de sus dificultades de salud, hay una fortaleza inmensa del Espíritu”.
Finalmente, pidió que las “ideologías de turno no perturben la espiritualidad del Evangelio, no destruyan el rol de identidad preciso que tenemos cada uno y cada una de nosotros/as en la Iglesia. Este es un ejemplo, de una italianita que no solo construyó un gran hospital, sino que construyó una santidad y que nos da el regalo de compartirla en nuestra ciudad”.
Antes de la bendición final, Mons. Bochatey extendió a la comunidad el saludo del Intendente de la ciudad, Julio Alak, quien no pudo estar presente.
Luego de la celebración los obispos y algunos sacerdotes impusieron sus manos a niños y enfermos.
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