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«El misterio de tu propia vida»

El sábado 12 de marzo el Arzobispo Víctor Fernández visitó la parroquia «Nuestra Señora de los Milagros», que celebraba su fiesta patronal, y presidió la Misa acompañado por el párroco Osvaldo Ballare.En la homilía se refirió a ese «misterio» que es la vida de cada uno. Explicó que «la palabra misterio en nuestra fe no significa algo raro, extraño, oscuro, complicado. Nada de eso: misterio es algo precioso, maravilloso y bello, que está en nuestra vida, pero no terminamos de reconocerlo, porque a veces queda oculto detrás de nuestros lamentos, preocupaciones y distracciones superficiales».Comentando las lecturas de la Palabra de Dios, retomó la figura de Abraham, porque «él fue llamado por Dios para salir de su tierra, donde estaba cómodo y acostumbrado, para ir a una tierra lejana y desconocida. Y Abraham se abrió al misterio, confiando en que le esperaba algo mejor, y se dejó llevar aunque no pudiera ver ni entender claramente. Prefirió confiar en el proyecto amoroso de Dios más que en sus propias luces y cálculos humanos».Luego destacó que el texto de la carta a los Filipenses «retoma esta idea porque nos invita a estar firmes en el Señorapoyados en él más que en nosotros mismos, aunque el Señor y su proyecto siempre nos superarán, siempre serán más que lo que podamos nosotros entender y controlar. Hace falta confianza, como aquella que tenía Carlos de Foucauld cuando le decía al Señor que él se ponía en sus manos del Padre con una infinita confianza».Este «misterio» precioso que está allí, detrás de la superficialidad, «no es necesariamente algo espectacular que llegará un día. Es una luz bellísima escondida en la rutina de todos los días. Así lo muestra el relato de la Transfiguración de Jesús, porque los discípulos lo vieron por un instante lleno de luz y de hermosura, pero después todo volvió a la normalidad. Tenían que aprender a recordar que esa luz estaba siempre, aunque ellos no pudieran reconocerla. Algunas personas son daltónicas, ven sólo en blanco y negro, pero eso no significa que los colores no existan«.Y finalizó invitando a «reconocer que nosotros también tenemos filtros en nuestros ojos, en la mente y en el corazón, que nos impiden ver la presencia de Jesús, su amistad, su amor, su fuerza de resucitado, y tantas maravillas del Espíritu. Siempre hay más de lo que nuestros ojos pueden mirar, y ese es el misterio sublime de nuestra pequeña vida. Ábrenos los ojos Señor. Amén».

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