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El clero platense trató sobre el «Año Vocacional Arquidiocesano».

 

Como todos los meses, el encuentro tuvo lugar este miércoles 5, en el Seminario.

Como todos los meses, el encuentro tuvo lugar este miércoles 5, en el Seminario.

     En su mensual encuentro en el Seminario Mayor San José, el clero de la Arquidiócesis de La Plata comenzó a tratar los objetivos y las tareas preparatorias del Año Jubilar Arquidiocesano, previsto para el próximo 2017. Se busca, básicamente, promover la vocación universal cristiana a la santidad, desde el día del Bautismo; y, desde allí, ayudar al discernimiento de las vocaciones en la Iglesia.

     En sus palabras de apertura, el Arzobispo platense, Mons. Héctor Aguer, recordó sus años de joven presbítero en la Arquidiócesis de Buenos Aires. «Tuve la gracia -señaló- de estar en parroquias muy vivas, muy activas; con muchos varones y chicas. Varios de ellos, hoy, son sacerdotes y religiosas. Y, por supuesto, varios formaron también sólidas familias cristianas».
     Indicó, seguidamente, que «ante todo, debemos valorar la vocación cristiana, desde el día del Bautismo. El llamado maravilloso de Dios. Uno no nace cristiano; se hace cristiano. Cuando hablamos de la vocación, entonces, hablamos en primer lugar de la vocación cristiana».
Llamados a la perfección de la caridad
     Sostuvo, a continuación, que «todos los bautizados hemos recibido una vocación a la perfección de la caridad. Eso es indiscutible; y es el punto de llegada de la vocación bautismal. Los santos son los modelos del perfecto cumplimiento de la vocación cristiana».
     Sobre la labor vocacional insistió en que «sobre todo, debe estar dirigida a los jóvenes. En primer lugar, hay que ayudarlos a que se planteen: ‘¿qué voy a hacer de mi vida?’. He visitado colegios, y me encontré con no pocos chicos de quinto y sexto año que saben qué carrera seguir, pero no saben qué harán de su vida… No saben que son mortales; y que, después de esta vida, viene la vida eterna».
Ser verdaderos padres espirituales
     «Como sacerdotes -agregó- debemos ser verdaderos padres espirituales de todos. Y ayudar en el proceso de discernimiento, con prudencia, sabiduría y cercanía».
     Dijo, igualmente, que «debemos trabajar en tres tipos de vocaciones: 1) la vocación al sacramento del matrimonio cristiano; 2) la vocación sacerdotal, y 3) la vocación a la virginidad consagrada. Y presentarlas con toda su riqueza y trascendencia».
     En cuanto a la vocación al matrimonio, destacó que «nos hallamos ante no pocas dificultades. Está el fenómeno, muy extendido, de la convivencia sexual de los jóvenes; promovida por lo que yo llamo la ‘cultura vigente’…»
     Frente a ello, subrayó que «debemos hablar de la castidad. Y que haya noviazgos castos. Ello es indispensable para formar buenas familias cristianas, en las que nazcan muchos hijos».
     Con respecto a la vocación sacerdotal, volvió a pedir que «se fomente la perseverancia después de la Primera Comunión. Que todos esos chicos puedan integrarse en grupos y asociaciones parroquiales (monaguillos, Legión de María, Acción Católica, etc); y llevarlos a una vida de oración, de intimidad con Jesús. Es siempre un desafío saber acompañar, frente a incipientes señales de una eventual vocación. Hay que trabajar en contacto con los superiores del Seminario; para que, por ejemplo, los jóvenes interesados puedan venir y conocer el Seminario».
     Sobre la vocación a la virginidad consagrada dijo que puede darse como consagración religiosa o como laicas. Debe evitarse todo prejuicio ideológico; ver las características de cada una, y discernir como se encamina. Están, también, las vírgenes consagradas -una orden antiquísima de la Iglesia-, que son laicas, y que trabajan y viven en el mundo».
Cada Sacerdote debe buscar su sucesor
     Apelando a la antigua expresión «cada Sacerdote debe buscar su sucesor» enfatizó que «debemos sentirnos especialmente llamados a ello. Obviamente, en este caso tienen que ver el propio Sacerdote, y la comunidad parroquial».
     Ejemplificó que «es común hacer diferencias entre las parroquias llamadas ‘vivas’ y las llamadas ‘muertas’. O, podemos decir con matices, ‘semivivas’ o ‘semimuertas’…
     «Una parroquia viva -sostuvo- es aquella donde los fieles viven la felicidad de la vocación cristiana. Se involucran, rezan por las vocaciones, y contribuyen para que aparezcan esos Sacerdotes llamados a suceder a los que están. Ciertamente, también en la Providencia de Dios entran muchas causas segundas. Suyo es el llamado; pero Él no tiene por qué suplir nuestra pereza, nuestra comodidad, o poca voluntad».
Ideas para el Año Vocacional
      Tras las palabras de Mons. Aguer, su Obispo auxiliar, Mons. Nicolás Baisi, invitó a los presbíteros presentes a que aportaran ideas para el Año Vocacional. Se escucharon, así, diferentes propuestas, con vistas a promover una auténtica cultura vocacional; que involucre a padres, dirigentes, educadores, catequistas, y otros agentes de pastoral. Se pidió ayudarlos a que revitalicen y redescubran su propia vocación, que también implicará ayudar a los demás a descubrir la suya.

 

 

 

Mons. Aguer junto a los padres Miguel Harriague y Leonardo Grasso.

Mons. Aguer junto a los padres Miguel Harriague y Leonardo Grasso.

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