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El Clero de la Arquidiócesis de La Plata realizó un retiro sobre el sentido sobrenatural del ministerio

Presididos por el Arzobispo Víctor Manuel Fernández, durante martes 11 de Agosto, el Clero de la Arquidiócesis de La Plata participó nuevamente en nuevo retiro, que se desarrolló de forma virtual y que contó con dos momentos de oración.

Mons. Fernández recordó que “más allá de la distancia quisimos reunirnos y tener momentos de oración todos juntos, unidos, orando en el mismo momento y presentándole a Dios esta unidad sacerdotal, esta comunión”. “Los dos momentos de oración son para exponernos ante Dios, ante su fuego y su luz, para dejarlo actuar y trabajar en nuestras vidas”, añadió.

El primer momento estuvo relacionado a “alimentar la mirada sobrenatural sobre el ministerio y la propia vida”. “Una mirada y una perspectiva sobre eso que hacemos todos los días y que fácilmente se puede convertir en otra cosa, como proyectos personales, cálculos mentales o hacer cosas solo para cumplir”, expresó el arzobispo.

En ese sentido, explicó respecto de qué significa esa mirada sobrenatural. “Se trata de “alimentar esta fe que es creerle a Él, creo en la verdad de lo que me ha dicho y prometido, creo en su amor, creo en su presencia, aunque muchas voces, miedos y sentimientos me digan otra cosa. Vuelvo a creer en Él y a afianzarme en esa confianza plena, confianza que no se apoya más que en Él”.

Citando al Papa Francisco, Mons. Fernández rememoró que el Santo Padre dice que ‘creamos que Cristo vivo realmente está en el mundo y puede hacer brotar todo eso que parece muerto o fracasa’.

Asimismo, el Arzobispo recordó lo que el Papa llama ‘el sentido del Misterio’, que es “ya no medir nuestra vida por éxitos o fracasos, sino creer que hay un Dios actuando, dándole sentido a la vida de uno, en las acciones de uno, dándole una orientación, un fruto, una fecundidad mucho más allá de lo que puedan decir nuestros cálculos humanos”.

“El que está convencido de esto no labura menos, no se entrega menos, no es menos creativo y tampoco menos esforzado. Al contrario, el que está convencido de esto tiene más ganas de ponerle el hombro, de inventar, de crear y buscar, de hacer que la parroquia sea realmente una comunidad viva, misionera y fecunda porque sabe que aunque no logre los resultados que él se propuso, va a ser fecundo igual. Sabe que Dios va a usar esa entrega para producir algún fruto”, subrayó Mons. Fernández.

Además, Arzobispo instó al Clero a recordar “que nada podrá separarnos del amor de Cristo, ningún aparente fracaso, ninguna tarea que no se dio, que no resultó. Ninguna crítica y ninguna humillación pública, absolutamente nada”. “Esto hay que ejercitarlo y decir, estoy en un mal momento pero Cristo está y no me van a separar, ni quitar o arrancar su amor porque es lo más seguro que tengo”, continuó.

Por su parte, en el segundo momento de oración, el Arzobispo invitó a mirar la propia vida, el propio ser, con sentido sobrenatural.

“En esta cuarentena hemos experimentado tiempos de límites, de soledad, momentos de nerviosismo y aunque es cierto que últimamente hay menos soledad, porque se empiezan a cruzar un montón de problemas, de asuntos que debemos encarar, reuniones y reclamos, seguimos de algún modo bajo esta situación de cuarentena que nos trae un montón de límites y situaciones que no terminamos de manejar”, reflexionó.

Mons. Fernández alentó a todos los miembros del Clero a que cada uno explicitara durante un “buen rato ante Dios esas cosas que nos están pasando; incertidumbres, temores, nerviosismos, cosas que nos irriten”. “Es importante detenerse en estas cosas para ponerlas bajo la luz de Dios”, remarcó. «Porque si no, aunque seamos creyentes, nos quedamos encerrados en una asfixiante inmanencia, nuestros estados de ánimo y nuestras preocupaciones nos encierran una vez más en la inmanencia», aseguró.

En tanto, “en este poner en su presencia aquellas cosas que nos están inquietando y preocupando, hay como tres momentos”, precisó Mons. Fernández, quien explicó que “el primero de ellos es dejar que el Señor me purifique a través de eso, incluso decirle que siento esta tristeza o este temor y dejar que Él haga su obra purificadora y liberadora uniéndome a la Cruz”.

“El segundo momento es proclamarlo a Jesucristo como Señor y salvador de ese aspecto de mi vida, estar seguro de que Él va a sacar algo bueno de ahí, dejárselo a Él. Y lo tercero es dar el último paso de trascender y ofrecerlo para su gloria: esos contratiempos, cansancios y miedos. Convertirlos en alabanza al único que merece toda alabanza para que sólo Dios sea Dios. Se convierte así en un momento de pura adoración y ofrenda”, finalizó el Arzobispo.

 


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