Mons. Fernández durante la Misa de la Cena del Señor: «La Eucaristía es el sacramento del amor»
Durante el Jueves Santo, el Arzobispo Víctor Fernández presidió la Misa de la Cena del Señor, en la Iglesia Catedral y que fue transmitida en vivo por diferentes plataformas.
En una ocasión tan especial, como lo fue la última cena de Jesús junto a sus discípulos, el Arzobispo recordó durante la Homilía que aquel encuentro fue una «cena de amor». En ese sentido, Mons. Fernández citó el Evangelio cuando el mismo dice, ´ha llegado la hora, la gran hora´. «Y hemos escuchado la declaración de amor más hermosa: ‘Él que amaba a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin´. Esta declaración de amor, en plena semana santa, da otro color a toda la semana, porque la hace sentir como un tiempo de amor, y eso cambia todo: lo que pasa esta semana es un amor que se entregó hasta el fin. Por eso hoy, en plena semana santa, se canta el gloria que no cantamos en toda la cuaresma. ¿Cómo no cantarle al amor, como no decir “gloria” cuando se nos declara un amor tan grande?», prosiguió el Arzobispo.
Y señaló: «El Evangelio dice: ´el que amaba a los suyos’. Los suyos, somos nosotros. Suyos no como la posesión de un dominador. Suyos como el amigo que dice orgulloso es ´mi´ amigo, o como la esposa enamorada que dice agrandada: ese es ´mi´ marido. Suyos porque nos pertenecemos el uno al otro. De hecho, muchos matrimonios con el paso de los años pueden perder la pasión, o el estremecimiento de los primeros años, pero mantienen ese sentido de pertenecerse el uno al otro. Del mismo modo, entre Cristo y vos hay una pertenencia mutua. Así dice el Evangelio que Jesús ama a los suyos, y los amó hasta el fin».
Recordando algunos gestos de Jesús durante la última cena, Mons Fernández rememoró que «cuando el evangelio nos dice esto, que nos amó hasta el fin, hasta el extremo, uno espera que nos narre algún episodio extraordinario, y sin embargo, en esta gran hora de Jesús, lo que nos narra es que Jesús lavó los pies a sus discípulos, a los suyos. ¿Por qué se le da tanta importancia a ese episodio? Primero, para mostrar cómo es nuestro Dios, un Dios que lava los pies, que sirve, que se abaja para lavar a su creatura. El propio Maestro invita a la cena y lava los pies, de manera que su discípulo se sienta tierna y respetuosamente reconocido, respetado, promovido».
Continuando en esa línea reflexiva, Mons. Fernández señaló que ese episodio de lavado de pies, también «nos muestra qué tipo de discípulos quiere Jesús. Y está muy claro: no maestros, jueces, autoritarios, triunfadores, exitosos, dominadores. Lo que él quiere son servidores como él: humildad, servicio. Tenemos que volver a aprenderlo todos los días, pero deberíamos recordarlo cada vez que miramos a Jesús a los ojos, cada vez que miramos un crucifijo, cada vez que nos acordamos de él: humildes servidores».
«Por eso, cuando termina de lavar los pies usa palabras muy directas que no dejan lugar a dudas: ustedes me dicen maestro, entonces hagan esto: lávense los pies entre ustedes. Y luego repite: hagan lo mismo que hice con ustedes. Y luego agrega: si me siguen no pueden tener una vida distinta de la mía, y al final remata: si lo hacen, serán felices», añadió el Arzobispo.
En tanto, Mons. Fernández afirmó que «Jesús nos da un secreto para ser felices, un secreto para superar las tristezas, un secreto para superar la melancolía, un secreto para no sentirte abandonado, un secreto para no tener miedo, un secreto para recuperar el sentido de la vida: servir. Háganlo y serán felices». «Jesús sabe cómo estás hecho y para qué estás hecho, sabe qué es lo que le conviene a tu ser. Entonces no niegues tu esencia, no te cierres al amor fraterno, no rechaces está lógica que te dice que la verdadera grandeza, el verdadero poder y la vida verdadera está en el servicio, no en otras promesas del mundo consumista. Ojalá que el coronavirus sirva para liberarnos de todo sentimiento de grandeza, de omnipotencia, de egoísmo, y que volvamos a optar por la fraternidad», explayó.
Mons. Fernández expresó también que, en esa invitación que Jesús hizo a sus discípulos para compartir la cena, él «quiso dejar un alimento para que ese amor no muera y para que se haga más fuerte: la Eucaristía, la comunión. Jesús mismo propone compartir una cena: ´Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguien oye mi voz y me abre, entraré y cenaremos juntos´ (Ap 3, 20)».
«Cenar juntos es intimidad, es un trato de amistad. El amigo nos invita a su cena. En la época de Jesús, uno no invitaba a cualquiera a cenar en su propia casa. Tenía que abrirse una puerta y dejar entrar allí donde no entraba cualquiera sino unos pocos elegidos. Eran los que compartían el mundo más íntimo de la persona. Cuando libremente abrís esa puerta, la relación con Dios se vuelve una cena, un estar serenamente juntos, un momento para restaurar el interior cansado. El jueves santo se celebra la preciosa cena de Jesús con sus discípulos más cercanos», subrayó Mons. Fernández.
Y finalizó: «Aunque estamos en medio de la Semana Santa, iniciando el recuerdo de los peores sufrimientos de Jesús, este día todos los templos hacen repicar las campanas y se entona el canto feliz del “Gloria”. Así se invita a pensar que el recuerdo de la pasión de Jesús no es un motivo para sufrir. Lo que se celebra es un gran amor, que se entregó hasta las últimas consecuencias. Y eso es motivo de gloria y de alegría».
[pdf-embedder url=»https://www.arzolap.org.ar/wp-content/uploads/2020/04/Jueves-santo.pdf» title=»Jueves santo»]
VIDEO: GENTILEZA DE @Iglesia.Catedral.LaPlata
Comentarios recientes