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Viernes Santo: El Arzobispo pidió recuperar en estos días el sentido de nuestra vida, valorando las pequeñas cosas donde está Dios

La postración del Arzobispo ante Cristo, durante la celebración de la Pasión del Señor.

 

El Arzobispo Víctor Manuel Fernández celebró la Pasión del Señor en este Viernes Santo, en dónde entregó un profundo mensaje a la comunidad en virtud de recuperar, en este tiempo de aislamiento, las pequeñas cosas en donde se encuentra Dios y reconocer al otro con su sufrimiento, sus angustias.

Habiendo recordado previamente aquellos momentos finales e inolvidables desde la Última Cena y hasta la crucifixión de Jesucristo, el Arzobispo manifestó que «ahora estamos en uno de esos acontecimientos que uno no olvida, un aislamiento como este que vivimos, ninguna persona viva en nuestro país recuerda algo semejante». Y se preguntó al respecto, «¿Qué hacemos con este momento de nuestra historia?». «Podría ser que este tiempo de aislamiento nos sirva para alimentar nuestro interior, para cultivar cosas nobles, cosas grandes. Pero uno también se puede saturar de noticias, de mensajes, de ruidos, de ansiedad y entonces no aprende nada de esto que es una experiencia única. Por eso yo te invito a que recuperes el reposo interior, a que saques los pies del acelerador», prosiguió.

En ese sentifo, Mons. Fernández remarcó que «por más tranquilo que estés en tu casa, si no tenés que ir al trabajo ni nada de eso, la revolución sigue por dentro», al tiempo que deseó que, «ojalá este tiempo te permita recuperar ese reposo interior. Esa paz que después te la llevas a todos lados. Que no es que necesitas ir a buscarla a un lugar, está ahí con vos y te llevas a donde vas. Ojalá que puedas recuperar en estos días el sentido de tu vida, valorar las pequeñas cosas donde Dios está. Levantar la cabeza para reconocer al otro, con sus sufrimientos, sus angustias. Descubrir la presencia de Dios en cada cosa. Escuchar los susurros de Dios, que siempre se hace escuchar en todo momento».

Mons. Fernández pidió «volver a mirar las cosas simples donde está Dios».

 

En tanto, remarcó que «la insatisfacción del corazón está ahí como para recordarte qué te está faltando, que hay algo que tu vida está necesitando. Y cuando no se cura esa insatisfacción se desfigura y se transforma, a veces, en una depresión, en una bronca, en un desenfreno o en una obsesión. Entonces es mejor llenar eso que clama dentro tuyo con lo único que verdaderamente lo puede llenar».

Con respecto a este día, el Viernes Santo, el Arzobispo reconoció que «no entusiasma, de hecho es el día de la Semana Santa que menos gente participa de la celebración». Y argumentó que «la cruz nos perturba un poco». «Porque por más que tratemos de esconderla, la cruz se hace presente siempre, constantemente, no podemos escapar de ella. No hay alegría sin saber lo que es la tristeza, la rutina, la melancolía, la monotonía. Por eso, nadie vive más intensamente una alegría si ha aceptado vivir a fondo una tristeza o una angustia», añadió.

A su vez, el Arzobispo adujo que «la experiencia del límite es una experiencia humana básica, fundamental, radical. Por eso, pretender borrarla de la propia vida, eliminarla del propio proyecto, es empezar a ser cada vez menos humanos. Somos caminantes, estamos en camino. No nos queda más que probar el gusto de ser peregrinos, que no tienen manera de instalarse».

 

 

 

 

 

«El mismo Dios, al hacerse hombre, se hizo peregrino. Él quiso asumir también, hasta el fondo, el dolor y el fracaso. Toda la vida de Jesús está marcada por los límites humanos», rememoró Mons. Víctor Fernández, quien agregó: «Jesús se unió a las más intensas experiencias humanas, y así las salvó y las llenó de vida, de luz y esperanza. Para que no hubiera límite humano que él no hubiera probado, para que no quedara un lamento que no fuera comprendido, compartido y acompañado, para que no existiera ningún espacio donde no se hubiera ofrecido él como sangre fecunda para que allí brote la vida».

Recordando a Cristo crucificado, Mons. Fernández remarcó que «en la cruz está la fuerza para que nuestra vida germine siempre de nuevo, pase lo que pase. En medio de la noche está él abandonado, defraudado, olvidado, vencido. Pero los creyentes sabemos que allí no terminó todo. Hoy contemplamos su amor crucificado, pero detrás, a lo lejos, hay un suave resplandor. No está todo perdido». «No murieron nuestros sueños, no se apagó nuestra esperanza, no fue vencida nuestra alegría. A través de las sombras, ese amor que ya ha triunfado se abre paso una vez más», finalizó el Arzobispo.

 

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