Los restos de Mons. Galetti ya descansan en la Iglesia del Seminario.
Los restos de Mons. Gabriel Galetti ya tienen su definitiva sepultura en la Iglesia del Seminario Mayor San José de La Plata, a los pies del altar de Santa Teresita del Niño Jesús. La solemne ceremonia fue encabezada por el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer; a quien acompañaron numerosos sacerdotes, seminaristas, y otros fieles.
En la homilía de la Santa Misa, Mons. Aguer destacó que «la ceremonia que estamos realizando es, por sí misma, muy elocuente. Este segundo rito exequial de Mons. Galetti es una celebración de memoria y de esperanza. De memoria -memoria en su sentido bíblico y teológico- porque recordamos, a la luz de la fe, a un miembro eminente de este presbiterio platense. De esperanza -también en su dimensión y sentido teologal- porque al depositar aquí su cuerpo atrapado por la muerte, que nos aguarda a todos, esperamos que el Padre Misericordioso; Jesús a quien don Gabriel tanto amó, y el Espíritu Santo, cuya luz, fuerza y amor experimentó en su vida, lo hayan recibido en la gloria».
Agregó que «hay muchos aquí presentes, sacerdotes sobre todo, que lo conocieron más que yo. Lo he tratado en sus últimos años, y puedo recordar que el encuentro con él en cierto modo me descolocaba, por su actitud hacia mí, su obispo; en su trato expresaba un respeto y una veneración que en la actualidad pueden parecer excesivos. No era distancia. Al menos yo no lo sentía así; era manifestación de un sentido eclesial forjado en la buena teología que había estudiado y enseñado, y de una espiritualidad delicada y totalmente sobrenatural. Habría que recoger los testimonios de quienes lo frecuentaron asiduamente durante años para que su personalidad no caiga en el olvido; al contrario, que pueda servirnos de ejemplo y aliciente para buscar la santidad».
Infancia espiritual
El prelado platense agregó que «existe una coincidencia providencial entre la memoria litúrgica de San Francisco de Asís –la fecha elegida para el traslado de los restos de Mons. Galetti- y el hecho de que estos sean depositados a los pies de Santa Teresita, a quien él llamaba mi querida hermana del cielo. Es una coincidencia providencial y muy bella si tomamos en cuenta los textos evangélicos que la Iglesia ha dispuesto para una y otra memoria litúrgica, la del 1º y la del 4 de octubre. En la fiesta de Santa Teresita se leyó aquel pasaje del capítulo 18 de Mateo en el cual el Señor afirma que es preciso convertirse y hacerse pequeño como un niño para entrar en el Reino. Es el espíritu de infancia, que se puede identificar con la pobreza de espíritu proclamada en la primera bienaventuranza. Según el evangelio de hoy (Mt. 11, 25-30) la revelación del Padre la abre el Hijo a los pequeños, y es una participación del conocimiento recíproco del Padre y del Hijo en el seno de la Trinidad. Ese conocimiento que a partir de la encarnación continuó en la oración de Jesús, en su diálogo permanente con el Padre que lo envió».
Remarcó, entonces, que «quizá haya que buscar en estos términos lo más característico de la experiencia espiritual de Mons. Galetti, la que él vivió y la que quiso transmitir a cuantos recurrían a su ministerio sacerdotal. Quizá sea ese el secreto de su sereno ardor apostólico y de su fraternal acogida, dispensada a cuantos se le acercaban. Solo los pobres y los niños –entendidos estos títulos de privilegio en su sentido evangélicamente espiritual- comprenden los misterios del Reino y pueden compartirlos con sus hermanos. Hoy rezamos por el querido don Gabriel, y confiamos que él reza por nosotros; una manera de vivir la comunión de los santos que traspasa la frontera de la muerte y nos reúne en la certeza de nuestro destino feliz junto al Señor».
Datos biográficos
Nacido en Buenos Aires el 22 de enero de 1921, Mons. Galetti fue ordenado Sacerdote el 18 de noviembre de 1945 -el mismo año que su compañero de curso, el luego Cardenal Antonio Quarracino-, por imposición de manos de Mons. Nicolás Esandi. Fue profesor del Seminario Menor de La Plata, desde 1947 y, desde 1950, se desempeñó como Canciller y Secretario General del Arzobispado. Y, sucesivamente, como Rector del Seminario Menor y Seminario Mayor.
El Papa Juan XXIII lo nombró Prelado de Honor el 29 de junio de 1961. Fue Vicario General de la Arquidiócesis y, desde el 29 de octubre de 1982, Director Espiritual del Seminario Mayor.
San Juan Pablo II lo designó Protonotario Apostólico el 2 de julio de 1986. Y fue vicepostulador en la causa de canonización de Sor María Ludovica de Angelis. La Conferencia Episcopal Argentina, a través del Consejo Superior de Educación Católica, le entregó el premio «Divino Maestro», el 17 de septiembre de 1999.
En 1997, jubilado de sus cátedras en el Seminario Mayor San José y de todos sus otros oficios, se trasladó a la casa parroquial de la Basílica San Ponciano, como capellán interno. Allí atendió, incansablemente, el confesonario y la Dirección Espiritual.
Falleció en La Plata el 14 de mayo de 2012. En el Testamento Espiritual, fechado el 2 de enero de 2004, que había dejado en su escritorio, se lee:
Encomiendo mi cuerpo y mi alma
a Ti Padre Misericordioso,
a Ti Amado Señor Jesús,
a Ti Espíritu Santo cuya Luz, Fuerza y Amor
experimenté en mi pobre vida
y cuya devoción y teología procuré difundir.
La Virgen Madre Amada,
mi querida hermana del cielo Santa Teresita
con el glorioso patriarca San José
intercedan por mí.
Agradezco por haberme permitido el Señor
que fuera su Sacerdote…
aunque indigno y pecador…
Comentarios recientes