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El Arzobispo presidió la Misa Crismal por la Semana Santa

 

 

El Arzobispo Víctor Manuel Fernández celebró en la Iglesia Catedral la tradicional “Misa Crismal”, que congrega a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis y que en esta oportunidad eran más de cien. Además se congregó gran cantidad de gente que portaban carteles con mensajes en defensa de la vida y de diversos derechos sociales, como así también muchas personas que trabajan en distintas tareas y que expresaban en sus pancartas las actividades pastorales que realizan.

En la homilía, el Arzobispo les habló a los sacerdotes sobre el significado de los aceites bendecidos que se llevaban a las parroquias para celebrar los sacramentos, e insistió en la necesidad del amor fraterno y de la unidad. Asimismo, Mons. Fernández se refirió a las dificultades del sacerdocio en el mundo actual pero pidió no responder con espíritu quejoso, sino con mayor entrega.

A su vez, les pidió que expresaran con sinceridad y verdad las promesas sacerdotales, que a veces en el momento de la ordenación no se hacen con plena convicción, pero que en alguna ocasión de la vida hay que tomárselas muy en serio. “Que ese momento sea hoy”, reclamó el Arzobispo.

Entre los diversos pasajes de la homilía, Mons. Fernández reflexionó a su vez que los oleos “nos llevan a pensar en un Dios que goza ungiéndonos a nosotros y esta palabra ungido también significa elegidos, especialmente queridos y que nos recuerda a nuestro propio bautismo cuando fuimos ungidos. Y a los sacerdotes les recuerda la propia unción que recibieron signo de ese cariño y esa mirada de amor infinito”.

“Haber sido ungidos no nos provoca ningún orgullo, vanagloria o algún tipo de vanidad, sino que sencillamente nos hace ser tiernamente agradecidos”, remarcó el Arzobispo.

Mons. Fernández dijo también que los sacerdotes “fuimos ungidos para ungir, para liberar cautivos, para sanar corazones heridos, para consolar, para levantar, y no para ninguna gloria nuestra, sino para el pueblo”, al tiempo que consideró que “a nosotros los sacerdotes no nos sirve de nada ser célibes si no somos padres”.

En lo referido a la situación de la Iglesia en los tiempos presentes, el obispo señaló que frente a las dificultades que hoy tiene la Iglesia, «como las diversas formas sutiles de persecución y las humillaciones que vive a causa de sus propias culpas y pecados, aun así nuestra reacción (como sacerdotes) tiene que ser convertirnos en más padres y así ser más fecundos, siempre más”. “Esa fecundidad que no se mide y no se controla, va más allá y es una certeza que Dios da, la certeza de que él nos ungió para bendecir a su pueblo”, dijo con firmeza, Mons. Fernández.

Otra de las frases destacadas de las palabras del Arzobispo, fue cuando aseguró que “para un creyente siempre son más los motivos de alegría que los de la tristeza y la desesperanza”. También destacó la presencia de todos y aseguró que fue “un signo potente ver a todos los sacerdotes y a los obispos de la arquidiócesis todos juntos como un llamado a la fraternidad real que nos da esa unción recibida, que nos une con lazos de unión y fuerza inmensa, así como a todos los une el bautismo común y los hace comunidad”.

“En esta misma comunión diocesana que Dios quiere, también aquí se crean deberes especiales de cariño, respeto mutuo y de cuidado, cuidarnos entre nosotros”, aclaró Mons. Fernández, quien seguidamente comentó respecto de la necesidad de que “cada uno debe ayudar al otro a sufrir menos, a ser fecundo y sacar lo mejor que tiene”. “Que sean distintos los demás no es excusa para no amarlos, Dios mismo nos quiso distintos y en poliedro como dice el Papa”, valoró.

Finalmente, el Arzobispo les dijo a los sacerdotes y a toda la comunidad presente que “hay que vencer el mal con más bien, la tristeza con más alegría, con más entrega y generosidad, con confianza”, al tiempo que les recordó a los sacerdotes que “nadie dijo que el sacerdocio venía sin cruces y sin líos”. “En medio de un mundo loco nos toca mantenernos firmes en Dios y dar y dar y dar. Ese es nuestro espíritu”, subrayó.

Además, bregó porque en estos tiempos de Pascuas, “hablemos de Jesucristo, de su amor sin límites, de la amistad que ofrece, de su perdón y consuelo, de su entrega total y vida desbordante”.

 

 

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