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Los tres significados de las cenizas

En este miércoles de ceniza, el Arzobispo Víctor Fernández visitó la parroquia Ntra. Sra. de Pompeya y celebró la Misa junto al Pbro. Daniel Manzuc y toda la comunidad.En ese marco, remarcó que nos reunimos hoy para expresar justos un gesto de conversión, un gesto comunitario: juntos a  recibir en la frente las cenizas. Es una bendición para poder comenzar un camino de renovación. ¿Qué significan estas Cenizas? Vale la pena ahondar en su significado para que no se trate de un gesto mecánico y tenga un hondo sentido en nuestro corazón: 1) En primer lugar significan algo que está resumido en el siguiente texto: “Es atrevido hablar a mi Señor, ya que soy polvo y ceniza” (Gn 18, 27). Entonces se trata de que cada uno se acerque reconociendo que es “polvo”, como indicando la pequeñez del ser humano ante al inmenso amor y la gloria infinita de Dios. No se refiere a los pecados cometidos, sino a algo más hondo todavía. Tiene que ver con el reconocimiento admirado y tembloroso de la gloriosa trascendencia de Dios, frente a la cual no somos más que cenizas. El mundo nos engaña y nos atrapa tantas veces, haciéndonos sentir que Dios es algo irrelevante, pasado de moda, sin significado real para estos tiempos. Pura basura ante la gloriosa trascendencia del Infinito. El polvo que recibo en la frente me recuerda lo que yo soy: “Recuerda que eres polvo”. Esto no es un gesto amargado. Todo lo contrario. Es la liberación interior de quien se arranca la idea de que debe ser todopoderoso, la obsesión de tener todo previsto, el engaño de pretender controlar toda la realidad. No, soy polvo. Es la humildad tan profunda que se vuelve pura y feliz confianza, como lo expresaba Carlos de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras… Me pongo en tus manos con una infinita confianza”. 2) Las cenizas también expresan la conversión. Job decía: “Me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Jb 42, 6). Evidentemente, esto sólo tiene sentido si es sincero, cuando uno experimenta ese dolor de haber desgastado las fuerzas en algo vano o inútil, como los rencores, las vanidades, la melancolía, el puro interés personal como ideal de la vida, el orgullo herido, las mezquindades, el uso sin control de la lengua, etc. ¿Para qué? Si existe arrepentimiento sincero, entonces sí el gesto de recibir cenizas en la frente se vuelve muy significativo y se vive como una verdadera bendición liberadora. Entonces, el grito debe ser “Perdona Señor, perdona”. Dice la lectura de Joel, que cuando hay un corazón arrepentido.  El Señor se llena de celo y se compadece, lo tengo de mi parte. Esta conversión no es tanto dejar de hacer cosas malas, evitar lo que está prohibido (¡cuántas veces la mediocridad y la tibieza se ocultan detrás del cumplimiento!) sino dejarme poseer más y más por las fuerzas del bien y de la belleza. Yo que soy polvo y cenizas me dejo renovar por la gracia del Señor. 3) Finalmente, las cenizas recuerdan que todo se nos acaba, como el polvo que se lleva el viento, y que nosotros mismos volvemos a la tierra, como polvo. Todo pasa, y en esas cenizas recordamos que todo es tan relativo. Por eso el miércoles de cenizas se vuelve a despertar el dinamismo cristiano de transformación, de cambio permanente, de desapego, de todo lo que nos impide avanzar hacia lo que Dios espera de nosotros. Todo es polvo, nada es permanente, y hay que estar siempre dispuestos, disponibles para empezar de nuevo, para ir siempre más allá. 

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