Carta del Arzobispo a los colegios
Queridas/os amigas/os:
Volvemos al Colegio. Que este regreso sea una alegría. Nuestra vocación docente se enciende y crece en este reencuentro. El camino será duro pero nuestra misión es apasionante: trabajar para enriquecer mentes, corazones, vidas. Se trata de trabajar en la tierra más bella que existe que es cada ser humano.
Y no nos olvidemos que en las vocaciones más bellas los frutos son menos espectaculares, el trabajo es lento y a veces la belleza corre silenciosamente, invisible, se va gestando como la semilla, y quién sabe cuándo mostrará sus frutos. A nosotros nos alimenta esa esperanza.
Este año quisiera recordarles dos puntos donde me gustaría que estemos especialmente atentos: el primero es que todos estamos llamados a la santidad, y por eso dedicaremos este año a crecer juntos hacia la santidad, a estimularnos mutuamente para ser un poquito mejores para la gloria de Dios, para que nuestra amistad con Cristo sea más y más bella. Pero también para que los niños y jóvenes que pasan por nuestros colegios sientan este llamado a partir de una intensa experiencia de Cristo. Si estamos transitando un “año de la santidad” tenemos que sentarnos ya a conversar para que en nuestro colegio eso se pueda notar.
Lo segundo es un tema que hace muchos años está presente en las indicaciones de la Conferencia Episcopal Argentina, que es “la acogida cordial”. Hace mucho tiempo que en nuestras reuniones se insiste en cuidar este punto. Si hacemos una tarea misionera, pero luego la gente se acerca a la parroquia y se encuentra con una atención poco amable, o con demasiados límites y juicios, la tarea misionera se arruina. Por esta misma razón suele hablarse de la importancia de la secretaria parroquial como el “rostro” de la comunidad, que puede atraer o expulsar. Lo mismo vale para nuestros colegios: hay que poner especial cuidado en las personas que atienden a quienes llegan a hacer consultas o a inscribir a sus hijos. No siempre esas personas tienen el “carisma” adecuado para esa tarea, cuando lo ideal es que quien llegue al colegio se quede cautivado por la atención recibida y se sienta acogido de corazón, acompañado, ayudado. No siempre ayudan al que llega a sentir que la Iglesia es casa de todos, aunque lleguen manchados por el barro del camino y con sus heridas a cuestas.
En algunos casos quizás tengamos que revisar si quienes hacen estas tareas son los más adecuados o si conviene asignarles otras actividades que puedan realizar bien y buscar otras personas más dotadas (por su carácter, su estilo, su actitud, su rostro) para la acogida de quienes llegan. En otros casos se puede pensar en “complementar” a la persona que hace esta tarea.
Les dejo estas dos inquietudes, no sólo para que las lean sino para que lo más pronto posible se pongan a trabajar al respecto, de manera que a fin de año en nuestra evaluación podamos decir que se ha notado la diferencia.
Muchas gracias, y que el Señor derrame en sus vidas una abundante bendición.
Monseñor Víctor Manuel Fernández
Arzobispo
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